La dictadura perfecta es una película mexicana de 2014 que ningún colombiano se puede perder, pues parecería que de ella se hubieran copiado para hacer elegir presidente a un inexperto como Iván Duque. Además, permite entender la clase de trucos y montajes a los que han recurrido sus “padrinos” para mejorarle la desastrosa imagen que lo acompaña desde el comienzo de su gobierno.
En principio, son dos las coincidencias: el papel jugado por los medios afectos al Gobierno y los “videoescándalos”. En la película el medio actuante se llama Televisión Mexicana, pero alude a Televisa, que según denuncia del diario británico The Guardian fue contratado en 2012 para promover desde lo periodístico al inepto Enrique Peña Nieto, con un “lavado de imagen” tan eficaz que le permitió saltar de la Gobernación del estado de México a la Presidencia de su país. En Colombia, bueno, ya sabemos de la estrecha alianza entre el canal RCN y el Centro Democrático.
Otro elemento coincidente es el secuestro de dos niñas de un hogar de clase media, raptadas al parecer con el expreso propósito de producir una “desgarradora” noticia que actuara como cortina de humo para taparle un escándalo al gober Carmelo Vargas. Y en Colombia se produce el secuestro de un niño con nombre bíblico, Cristo José Contreras, justo cuando las encuestas muestran por el piso la imagen del presidente Duque.
En La dictadura perfecta, el periodista del canal prepago informa con acento patriótico que “el gobernador movilizó personalmente a todos los cuerpos de seguridad del estado y se comprometió a trabajar sin descanso hasta dar con su paradero”, y se le ve impartiendo órdenes. En Colombia, el mismísimo presidente Duque se pone al frente de las operaciones de rescate, hace una sorpresiva visita a la familia del niño supuestamente secuestrado y declara: “Vine aquí a expresar mi solidaridad a la familia. Estamos haciendo lo posible para que Cristo José vuelva a su hogar”. (Ver noticia).
En la trama fílmica el estratega de la operación mediática (Carlos Rojo) le hace decir a la madre, mirando a la cámara mientras sostiene llorando una foto de las niñas: “¡Les suplico por lo que más quieran, ayúdenme a encontrarlas, estamos desesperados!”. Y desde El Carmen (N. de Sder.) la madre de Cristo José dice a los medios, micrófono en mano, con impecable redacción: “Sé que en la inmensidad de Dios y de su poder voy a ver a mi hijo nuevamente, porque Dios me ha mostrado siempre su poder y su fuerza. ¡Doy fe de que sus promesas siempre se cumplen!”. (Ver noticia). Por cierto, ¿quién le suministró a ella el micrófono y los altoparlantes…?
Sea como fuere, en ambos casos se aprecia un secuestro convertido en melodrama, y un gobernante interviniendo para remediar el sufrimiento de una familia y del país entero ante tan doloroso suceso. Bien llamativo además que las niñas son cuidadas por una nana que las trata con tanto cariño, que ellas nunca son conscientes de su cautiverio; en el caso de Cristo José, al momento de su rescate parecía como si regresara de unas vacaciones en Melgar.
Están además los “videoescándalos”, como hilo conductor de la trama. De entrada, el que muestra al gober Vargas recibiendo en su despacho un maletín repleto de dinero de un supuesto narco, que trae a la memoria el famoso Petrovideo. Si bien en el caso de Petro el dinero lo recibe de un colaborador suyo, esas imágenes fueron el instrumento de perpetración de un asesinato moral y sirvieron como poderoso salvavidas para el fiscal Néstor Humberto Martínez durante un debate en el que estaba con el agua al cuello, hasta que la senadora uribista Paloma Valencia lo exhibió como el mago que saca un conejo del sombrero… y de inmediato puso al país a mirar hacia otro lado.
El mismo propósito de actuar como cortina de humo tenía el video del gober Vargas, el cual es entregado de manos de un general del Ejército al canal de TV contratado, con este mensaje: “El presidente quiere que inflemos esto, para que su escándalo pase desapercibido”. ¿Y cuál fue el escándalo? Que durante la entrega de credenciales del embajador de Estados Unidos, el presidente de México dijo esto: “Si ustedes abren sus fronteras a todos mis compatriotas, verán que podemos hacer toda clase de trabajos; incluso los que ni los negros pueden hacer”. Así, se convirtió en el hazmerreír del pueblo azteca.
¿Y aquí en qué se relaciona con Iván Duque? En que, durante una visita a Cartagena del secretario de Estado de EE. UU., Mike Pompeo, dijo: “Hace 200 años el apoyo de los padres fundadores de los Estados Unidos a nuestra independencia fue crucial, por lo que recibir hoy su visita nos llena de alegría y de honor”. El gazapo levantó de inmediato miles de burlas y memes en Twitter, y en cosa de horas el hashtag #LeccionesDeHistoriaDeDuque se convirtió en tendencia nacional.
¿Y cómo se repuso Duque de semejante embarrada histórica, justo en el año del Bicentenario? No habían pasado 48 horas cuando nuestro glorioso Ejército Nacional descubrió un tenebroso plan mediante el cual dos muchachos venezolanos pretendían viajar en una flota a Bogotá para atentar contra el presidente Duque. La prueba reina fue que les encontraron dos rifles en su equipaje, y el ministro de Defensa salió presuroso a declarar que “son armas de alta precisión, es verdaderamente preocupante”, pero dio un parte de tranquilidad a la nación al asegurar que “la seguridad del presidente fue fortalecida con medidas adicionales”. Uf, qué alivio…
Si de nuevo nos diera por ceñirnos a la película mexicana, la trama se resumiría así: buscamos a dos venezolanos varados, les ofrecemos un billete grueso para que transporten unas armas (“todo bajo control, panas”), luego avisamos a la policía de dos sospechosos que viajan en un bus y tras la captura, el escándalo: ¡iban a atentar contra nuestro amado presidente!
Hoy el tema que usan para distraer la atención ya no es Petro, ni el niño “secuestrado”, ni el atentado contra Duque, sino Venezuela. En Colombia asesinan líderes sociales a diario, en una avalancha genocida imparable, pero nos ponen a compadecernos de la situación que se vive en el país hermano, y la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez le pide a Dios que intervenga, a falta de Trump. (Ver trino).
Así las cosas, si en México La dictadura perfecta fue concebida como una crítica acerba contra Enrique Peña Nieto, en Colombia es imitada en sus trucos y montajes para fortalecer la golpeada imagen de alguien que, sin tener carisma ni perfil de líder, convirtieron en presidente de la República.
DE REMATE: En relación con el supuesto secuestro del niño con nombre bíblico, en noviembre del año pasado el Gaula de la Policía informó sobre la captura de seis presuntos implicados por los lados de Aguachica y Valledupar. No dieron ningún nombre de los detenidos, solo sus alias, ni dijeron qué clase de delincuencia era. Todo muy gaseoso, para dar apariencia de “caso cerrado”.
En Twitter: @Jorgomezpinilla
http://jorgegomezpinilla.
La dictadura perfecta es una película mexicana de 2014 que ningún colombiano se puede perder, pues parecería que de ella se hubieran copiado para hacer elegir presidente a un inexperto como Iván Duque. Además, permite entender la clase de trucos y montajes a los que han recurrido sus “padrinos” para mejorarle la desastrosa imagen que lo acompaña desde el comienzo de su gobierno.
En principio, son dos las coincidencias: el papel jugado por los medios afectos al Gobierno y los “videoescándalos”. En la película el medio actuante se llama Televisión Mexicana, pero alude a Televisa, que según denuncia del diario británico The Guardian fue contratado en 2012 para promover desde lo periodístico al inepto Enrique Peña Nieto, con un “lavado de imagen” tan eficaz que le permitió saltar de la Gobernación del estado de México a la Presidencia de su país. En Colombia, bueno, ya sabemos de la estrecha alianza entre el canal RCN y el Centro Democrático.
Otro elemento coincidente es el secuestro de dos niñas de un hogar de clase media, raptadas al parecer con el expreso propósito de producir una “desgarradora” noticia que actuara como cortina de humo para taparle un escándalo al gober Carmelo Vargas. Y en Colombia se produce el secuestro de un niño con nombre bíblico, Cristo José Contreras, justo cuando las encuestas muestran por el piso la imagen del presidente Duque.
En La dictadura perfecta, el periodista del canal prepago informa con acento patriótico que “el gobernador movilizó personalmente a todos los cuerpos de seguridad del estado y se comprometió a trabajar sin descanso hasta dar con su paradero”, y se le ve impartiendo órdenes. En Colombia, el mismísimo presidente Duque se pone al frente de las operaciones de rescate, hace una sorpresiva visita a la familia del niño supuestamente secuestrado y declara: “Vine aquí a expresar mi solidaridad a la familia. Estamos haciendo lo posible para que Cristo José vuelva a su hogar”. (Ver noticia).
En la trama fílmica el estratega de la operación mediática (Carlos Rojo) le hace decir a la madre, mirando a la cámara mientras sostiene llorando una foto de las niñas: “¡Les suplico por lo que más quieran, ayúdenme a encontrarlas, estamos desesperados!”. Y desde El Carmen (N. de Sder.) la madre de Cristo José dice a los medios, micrófono en mano, con impecable redacción: “Sé que en la inmensidad de Dios y de su poder voy a ver a mi hijo nuevamente, porque Dios me ha mostrado siempre su poder y su fuerza. ¡Doy fe de que sus promesas siempre se cumplen!”. (Ver noticia). Por cierto, ¿quién le suministró a ella el micrófono y los altoparlantes…?
Sea como fuere, en ambos casos se aprecia un secuestro convertido en melodrama, y un gobernante interviniendo para remediar el sufrimiento de una familia y del país entero ante tan doloroso suceso. Bien llamativo además que las niñas son cuidadas por una nana que las trata con tanto cariño, que ellas nunca son conscientes de su cautiverio; en el caso de Cristo José, al momento de su rescate parecía como si regresara de unas vacaciones en Melgar.
Están además los “videoescándalos”, como hilo conductor de la trama. De entrada, el que muestra al gober Vargas recibiendo en su despacho un maletín repleto de dinero de un supuesto narco, que trae a la memoria el famoso Petrovideo. Si bien en el caso de Petro el dinero lo recibe de un colaborador suyo, esas imágenes fueron el instrumento de perpetración de un asesinato moral y sirvieron como poderoso salvavidas para el fiscal Néstor Humberto Martínez durante un debate en el que estaba con el agua al cuello, hasta que la senadora uribista Paloma Valencia lo exhibió como el mago que saca un conejo del sombrero… y de inmediato puso al país a mirar hacia otro lado.
El mismo propósito de actuar como cortina de humo tenía el video del gober Vargas, el cual es entregado de manos de un general del Ejército al canal de TV contratado, con este mensaje: “El presidente quiere que inflemos esto, para que su escándalo pase desapercibido”. ¿Y cuál fue el escándalo? Que durante la entrega de credenciales del embajador de Estados Unidos, el presidente de México dijo esto: “Si ustedes abren sus fronteras a todos mis compatriotas, verán que podemos hacer toda clase de trabajos; incluso los que ni los negros pueden hacer”. Así, se convirtió en el hazmerreír del pueblo azteca.
¿Y aquí en qué se relaciona con Iván Duque? En que, durante una visita a Cartagena del secretario de Estado de EE. UU., Mike Pompeo, dijo: “Hace 200 años el apoyo de los padres fundadores de los Estados Unidos a nuestra independencia fue crucial, por lo que recibir hoy su visita nos llena de alegría y de honor”. El gazapo levantó de inmediato miles de burlas y memes en Twitter, y en cosa de horas el hashtag #LeccionesDeHistoriaDeDuque se convirtió en tendencia nacional.
¿Y cómo se repuso Duque de semejante embarrada histórica, justo en el año del Bicentenario? No habían pasado 48 horas cuando nuestro glorioso Ejército Nacional descubrió un tenebroso plan mediante el cual dos muchachos venezolanos pretendían viajar en una flota a Bogotá para atentar contra el presidente Duque. La prueba reina fue que les encontraron dos rifles en su equipaje, y el ministro de Defensa salió presuroso a declarar que “son armas de alta precisión, es verdaderamente preocupante”, pero dio un parte de tranquilidad a la nación al asegurar que “la seguridad del presidente fue fortalecida con medidas adicionales”. Uf, qué alivio…
Si de nuevo nos diera por ceñirnos a la película mexicana, la trama se resumiría así: buscamos a dos venezolanos varados, les ofrecemos un billete grueso para que transporten unas armas (“todo bajo control, panas”), luego avisamos a la policía de dos sospechosos que viajan en un bus y tras la captura, el escándalo: ¡iban a atentar contra nuestro amado presidente!
Hoy el tema que usan para distraer la atención ya no es Petro, ni el niño “secuestrado”, ni el atentado contra Duque, sino Venezuela. En Colombia asesinan líderes sociales a diario, en una avalancha genocida imparable, pero nos ponen a compadecernos de la situación que se vive en el país hermano, y la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez le pide a Dios que intervenga, a falta de Trump. (Ver trino).
Así las cosas, si en México La dictadura perfecta fue concebida como una crítica acerba contra Enrique Peña Nieto, en Colombia es imitada en sus trucos y montajes para fortalecer la golpeada imagen de alguien que, sin tener carisma ni perfil de líder, convirtieron en presidente de la República.
DE REMATE: En relación con el supuesto secuestro del niño con nombre bíblico, en noviembre del año pasado el Gaula de la Policía informó sobre la captura de seis presuntos implicados por los lados de Aguachica y Valledupar. No dieron ningún nombre de los detenidos, solo sus alias, ni dijeron qué clase de delincuencia era. Todo muy gaseoso, para dar apariencia de “caso cerrado”.
En Twitter: @Jorgomezpinilla
http://jorgegomezpinilla.