Dios, el coronavirus y la ley del más rico

Jorge Gómez Pinilla
18 de marzo de 2020 - 05:00 a. m.
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Dos noticias relacionadas con el coronavirus y la Iglesia Católica parecen demostrar que tener fe o rezar no sirve para nada. Una, desde Italia, informa que el Vaticano suspendió todos los actos antes públicos de la Semana Santa y que se celebrarán a puerta cerrada, ante la rápida expansión del COVIDー19. La otra proviene de Buga y cuenta que “para evitar la propagación de coronavirus se canceló la tradicional misa pública de sanación”.

Ante semejante paradoja, el lector desprevenido se pregunta: ¿cómo así que cancelan una misa que era precisamente de sanación? ¿O sea que lo de sanación era puro cuento y, por el contrario, asistir a esa misa sirve más bien para enfermarse? Dirán los creyentes que se trata es de ir al templo para orar por la sanación personal y del mundo, o sea para que salga del pecado o cosas de esas, y la contrapregunta sería entonces por qué el mundo está cada vez más enfermo. Es cuando se comienza a sospechar que rezar no sirve para nada, e ir a misa no sirve para nada, y posiblemente el cargo de “representante de Dios sobre la Tierra” que tiene el simpático y dicharachero papa Francisco tampoco sirve para nada, porque su jefe-Dios no se conduele de la humanidad agobiada y doliente ni permite que los oficios religiosos de la Semana Santa se puedan seguir haciendo en las iglesias. En otras palabras, con la crisis del coronavirus quedaría científicamente comprobado que los fieles católicos no están protegidos “bajo el manto divino” de su omnipotente creador.

Sin ponernos de malpensados, juzgaríamos incluso previsible que el muy inteligente don Francisco ya se haya dado cuenta de que definitivamente Dios no existe, sino que es una invención de los hombres, a su imagen y semejanza. O que si existe no hay prueba de que así sea, si nos ponemos desde el lado agnóstico. Sea como fuere, ello quizá explicaría por qué en días recientes al mismísimo máximo pontífice católico se le escuchó decir que “es mejor ser ateo que un mal cristiano”.

En este contexto, una crisis sanitaria como la pandemia del coronavirus debería ser motivo de reflexión sobre la inutilidad de todas las religiones (excepto el budismo), primero porque no sirven para controlar y menos evitar enfermedades ni epidemias ni nada, y segundo porque en la historia de la humanidad han sido más bien motivo de división, guerras y persecuciones contra los portadores de una fe distinta. Y sin entrar a considerar casos aberrantes como el tribunal de la Santa Inquisición, que mandaba achicharrar en una hoguera a todo(a) aquel de quien se sospechaba era bruja o hereje. Motivo suficiente para que, si Dios existiera y fuera tan justo como dicen, hubiera borrado de la faz de la Tierra a la Iglesia Católica, fuente de todo tipo de perversiones y aliada desde el principio de los tiempos con todos los poderosos. Verbi gratia, Pio XII y el nazismo.

Lo mínimo a esperar de quienes se abrogan a sí mismos ser intermediarios entre sus “rebaños” y la divinidad a la que rinden culto, sería que se dedicaran a fomentar la compasión, la solidaridad y la cooperación armónica entre las naciones. Pero no es así, comenzado precisamente por el Vaticano, donde se preocupan más por hacer crecer las utilidades de sus inversiones que por enfrentar las injusticias sociales de los gobernantes o por contribuir a la erradicación del hambre mundial.

Hablando de solidaridad y cooperación entre naciones, es muy triste ver que las diferencias entre dos países terminan por agravar el panorama en lo concerniente a la prevención y erradicación de la epidemia. Por tratarse de una medida en apariencia benéfica, el subpresidente Iván Duque ordenó el cierre de los pasos fronterizos entre Colombia y Venezuela, pero informó a su vez que la frontera de Ecuador "continuará abierta, con permanente monitoreo y controles, en coordinación con el hermano país".

¿Acaso Venezuela no es también un país “hermano”, solo que temporalmente distanciado por las diferencias políticas entre sus dos presidentes? ¿No sería lo más SANO que esas diferencias se obviaran ante el peligro que representa la propagación del virus? ¡Era el momento de activar planes de cooperación binacional para cuidar la esquina norte de Suramérica, en la vanguardia y en la retaguardia! Con razón el régimen de Nicolás Maduro calificó la medida de Duque como “un acto de irresponsabilidad grotesca”, que no contribuye a solucionar nada sino a evidenciar la falta de controles en el corredor fronterizo y a aumentar el drama humano de las personas que desde Venezuela se ven obligadas a atravesar trochas, quebradas y senderos inhóspitos para aprovisionarse de alimentos, como lo muestra este desgarrador video de Blu Santanderes.

(Al cierre de esta columna El Espectador informa que “a pesar del coronavirus, Duque insiste en no tener comunicación con Maduro”. (Ver noticia). ¿Puede quedar alguna duda de que estamos ante un verdadero mediocre?).

Ya en el plano interno se advierten también protuberantes diferencias entre la alcaldesa de Bogotá Claudia López y el subpresidente Duque. Según documentado informe de La Silla Vacía, mientras Claudia centra sus actividades de prevención en los ciudadanos, sin distingo de clase o región, a Duque le interesan más los empresarios y anuncia medidas para protegerlos. (Ver informe). Esos venezolanos y colombianos pobres que deben someterse a penurias para pasar de un país a otro, eso no son de su incumbencia.

Para acabar de enrarecer el horizonte, le cabe toda razón al autor del trino según el cual “solo se cancelan eventos masivos para gente pudiente. Para los pobres seguirá Transmilenio, las plazas de mercado y las filas en las EPS”. (Ver trino).

Pero no es para que comencemos a quejarnos, pues aquí simplemente se aplica la muy darwiniana ley del más rico: el de más plata es el que se salva.

DE REMATE. Otro asunto muy preocupante, al que no se le ha puesto la debida atención, es este: como la Iglesia Católica en refuerzo de sus medidas preventivas suspendió la confesión (mediante la cual el feligrés le cuenta sus pecados al cura y este lo absuelve), ¿qué pasará con los infectados que queden impedidos de confesar sus culpas y mueran en pecado mortal? ¿Se irán derechito al infierno…? Se está demorando el Santo Padre en emitir una dispensa papal para todos los pecadores de aquí al día en que por fin se haya espantado al demonio del coronavirus.

En Twitter e Instagram: @Jorgomezpinilla

https://jorgegomezpinilla.blogspot.com/

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