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Estoy convencido de que el modo en que Iván Duque se hizo —o lo hicieron— elegir presidente fue ilegítimo, y en busca de probarlo parto de unas palabras que él mismo pronunció para Semana TV el día que cumplió dos años al frente de la Presidencia de la República.
Duque le dijo ese día a Yesid Lancheros: “Ustedes en la revista Semana hicieron una encuesta, cuando íbamos para la consulta con Marta Lucía Ramírez y Alejandro Ordóñez, donde la doctora Marta Lucía me aventajaba por casi unos 40 puntos de diferencia. Ganamos con la votación más alta en una consulta abierta que haya tenido Colombia”. (Ver declaración).
Conviene acudir a la verdad histórica para entender por qué en ese momento al que Duque alude, él no tenía posibilidad ni siquiera de ganarle la consulta a quien hoy es su vicepresidenta. Eran los días en que Gustavo Petro encabezaba todas las encuestas, para la muestra un botón: una de Invamer para Semana, Caracol Televisión y Blu Radio, de febrero de 2018, donde Petro aparecía de primero; Sergio Fajardo, segundo; Germán Vargas, tercero; Humberto de la Calle, cuarto; Iván Duque, de quinto y Marta Lucía, de sexta. O sea, el uribismo iba rezagado, de colero. (Ver encuesta).
Si bien Duque mostraba una pequeña ventaja sobre su inmediata rival en esa misma encuesta, cuando preguntaron por quién votarían en la consulta del 11 de marzo, Marta Lucía aparecía con 53% a favor y Duque con 35%. O sea que la diferencia era de 18 puntos, no de 40, como él le mintió a Semana para engrandecerse.
En todo caso, la reconstrucción de esta historia comienza por constatar que en los primeros días de marzo de 2018, anteriores a la consulta a la que se refiere Duque, Petro encabezaba la preferencia electoral. El país vivía un sentimiento de pesimismo generalizado, según Semana, porque “cuando la gente cree que va mal, busca cambiar de rumbo”. En la misma tónica, Humberto de la Calle le explicaba a Yamid Amat que “la responsabilidad del crecimiento de Petro proviene de ese pertinaz ataque a las instituciones con el ánimo de hacerle daño a Santos. Ha sido un error estratégico del Centro Democrático”. (Ver entrevista).
Pero de pronto, súbitamente y sin explicación lógica, de forma milagrosa, tres días antes de la consulta que definiría al candidato del Centro Democrático apareció una encuesta de Guarumo donde Duque apareció en “empate técnico” con Petro, superándolo en casi 3 puntos. (Ver encuesta).
Y llegados al día de la consulta goda, 11 de marzo, que coincidió con las elecciones legislativas, se presentó una muy sospechosa irregularidad: en varias ciudades se agotaron los tarjetones para elegir al candidato presidencial de la derecha, entonces la Registraduría autorizó que se hicieran fotocopias, y al final de la jornada ocurrió que Iván Duque apareció (también de forma milagrosa) apoderándose de la candidatura del Centro Democrático con 4′030.269 votos, que correspondían al 67,72% de los votos, y su más inmediata rival obtuvo el 25,81%, algo por completo contrario a lo que pronosticaban las encuestas anteriores a la de Guarumo que trepó a Duque.
A partir de ese día —y de los siguientes— la balanza se “torció” definitivamente a favor de este, y es en ese punto de quiebre donde debe quedar constancia de que Duque no fue favorecido por la Virgen de Chiquinquirá, sino que fue catapultado por esa y otras encuestas amañadas que querían que él fuera el ganador.
Desde ese momento, como dije en columna titulada “Iván Duque no es real, es posverdad” (ver columna), comenzaron a presentarse cambios súbitos en las tendencias, publicados en los medios cuyos dueños eran influyentes empresarios pertenecientes a los círculos de poder necesitados de que las preferencias los favorecieran a ellos y por tanto a su candidato.
Luego de la primera vuelta el equipo de campaña decidió encanecerle el pelo a Iván Duque, para que luciera de mayor edad, con la experiencia que no tenía. Y lo adiestraron para mostrarlo con una estampa muy cool, dotado de habilidades para tocar la guitarra, hacer cabecitas con un balón y ejecutar prodigiosas maromas como bailarín.
De otro lado, las grabaciones que se conocieron del Ñeñe Hernández presuntamente comprando votos y metiendo miles de millones de pesos “por debajo de la mesa” harían pensar que después de la primera vuelta en el Centro Democrático no daban por seguro el triunfo en la segunda. Este es el motivo por el cual aparecen en escena María Claudia Daza —la mano derecha de Álvaro Uribe—, la señora Priscila Cabrales, el senador Edward Rodríguez y quién sabe cuántos más (no registrados en las grabaciones), trabajando todos a una para hacer ganar al candidato de Uribe a como diera lugar.
Con base en lo anterior es posible afirmar que Iván Duque no conquistó la Presidencia con transparencia, sino que una serie de encuestas amañadas y una evidente manipulación de la opinión pública se la entregaron en forma ilegítima.
Pero ahí no termina la cosa, porque a las empresas encuestadoras les quedó gustando tanto eso de engañar o manipular a los electores con resultados ficticios, que en la siguiente elección, la de alcaldes y gobernadores del 27 de octubre de 2019, ya se iban descarando: para Bogotá y Medellín ninguna encuesta daba como ganadores a Claudia López ni a Daniel Quintero, por una razón de peso: porque ninguno de ellos era del agrado de los encuestadores.
Según Daniel Coronell, en aquella ocasión se presentó “una ola de encuestas para erosionar la candidatura de Claudia López”, sobresaliendo una de Guarumo (otra vez el mañoso Guarumo) en la que aparecían Carlos Fernando Galán y Miguel Uribe en un cabeza a cabeza delirante. Delirante, sí, porque a Uribe lo mostraron de primero y quedó de… último. Y en el caso de Medellín todas las encuestas daban como ganador al hijo del parapolítico Luis Alfredo Ramos, quien perdió por una diferencia de casi 70.000 votos. Por este motivo escribí una columna titulada “Por favor… ¡prohíban las encuestas!”, donde coincidí con Coronell en que “esto no tiene nada que ver con la estadística, sino con el deseo de incidir en la decisión ciudadana”. (Ver columna).
DE REMATE. En la escena mediática hay muchos uribistas —entre ellos dos colegas que cambiaron el periodismo por el activismo, Vicky Dávila y María Andrea Nieto— furiosos porque Santrich se voló y Uribe está preso. Pero uno les recuerda que igual se volaron a otro país Andrés Felipe Arias, María del Pilar Hurtado o Luis Carlos Restrepo después de que la Corte Suprema les dio las mismas garantías que a Santrich, y se quedan calladitos…