El libro de “Tirofijo”: cómo volver auténtico lo que ayer era apócrifo
Produce desconcierto, mezclado con legítimo repudio, observar que sumado a la autoinculpación de seis crímenes que El Espectador en reciente editorial insiste en llamar magnicidios, ahora a las Farc pretenden hacerlas aparecer además como autoras intelectuales y materiales de la masacre de San Carlos de Guaroa en Casanare, desde un principio adjudicada a un grupo paramilitar y en la que fueron asesinados 11 funcionarios del CTI.
Desconcierto, sí, porque ahora nos quieren convencer de que una masacre ocurrida en 1997, declarada crimen de lesa humanidad en 2017, adjudicada al grupo paramilitar de alias Martín Llanos y a cuya investigación fueron vinculados dos generales del Ejército por su omisión al permitir el ataque, también fue culpa de las Farc.
Ahora resulta pues que el país y el sistema judicial de la época estaban desconchinflados (desde los jueces que condenaron hasta la CIDH) porque de eso también se habían encargado las Farc y no lo sabíamos, y la prueba reina estaría en una caja de pandora con formato de libro que contiene recetas de impunidad para crímenes chicos y grandes, no importa su procedencia, titulado Manuel Marulanda Vélez. 1993-1998. Correos y correspondencia.
Puesto que la primera regla de un periodista en busca honesta de la verdad es dudar de todo, el conocimiento que hasta ahora me he formado de lo que en el curso de los últimos días gira en torno a dicha publicación me hace pensar que se trata de algo sospechoso, cual si estuviéramos frente a una campaña de propaganda mediática en la que parecen participar el editor político de El Tiempo, Armando Neira; el periodista Daniel Pacheco, del canal Red+ y columnista de El Espectador, y un jovencísimo Luis Daniel González, supuesto investigador de 25 años, “graduado de la Universidad de Carolina del Norte con maestrías en Stanford y Georgetown”, de quien antes nadie tenía referencia pero apareció de la noche a la mañana como el más profundo conocedor de las Farc y les sirvió de fuente periodística “confiable” tanto a Pacheco como a Neira, o sea a El Tiempo y a El Espectador.
El asunto es que Armando Neira publica el 11 de octubre una entrevista a González que titula “Las Farc buscaron cohetes antiaéreos con el cartel de Cali”, sin mencionar que se trata de una declaración de su entrevistado, y en busca de darle mayor veracidad agrega como destacado: “Estas son otras revelaciones que trae el libro de Tirofijo en el que confesó asesinato de Gómez”. (Ver entrevista). Ojo: “confesó”.
Al día siguiente, lunes 12 de octubre, Daniel Pacheco publica en El Espectador una columna titulada “Los correos de Marulanda son auténticos” (ver columna), y dos días después un informe especial para ese mismo medio, en compañía de Antonia Zapata, que titula “Las Farc, no los paramilitares, serían los responsables de la masacre de San Carlos de Guaroa”. (Ver informe).
Cosa diferente aparece en Noticias Uno el sábado 17, donde se dice que “el militar que grabó las imágenes de la masacre de San Carlos de Guaroa no puede creer que esta fue obra de las Farc, como se dice en el libro de las cartas de Tirofijo”. Según Luis Fernando Sierra, funcionario del CTI sobreviviente de la masacre, “eso no tiene ningún asidero. Es absolutamente falso de toda falsedad”. (Ver informe de Noticias Uno).
La falsedad está en cómo se construye el andamiaje para convencer al país (y hay mucho columnista convencido de buena fe) de que un documento que ocho años atrás la fuente menos confiable, José Obdulio Gaviria, dijo haber recibido de un exguerrillero de las Farc y que fue distribuido entre los medios por la Jefatura de Acción Integral del Ejército -y los medios no le creyeron- hoy esos mismos medios asumen con fe de carbonero que es un documento auténtico y pregonan a los cuatro vientos que “se descubrió” que las Farc fueron las culpables del crimen de Gómez Hurtado y los otros cinco, así como de la masacre de Guaroa, faltando datos de otros municipios sobre eventuales crímenes, estafas, robos, traiciones, infidelidades o chanchullos que puedan ajustarse a la conveniencia del respetable público.
Si se mira con ojo analítico la entrevista de El Tiempo con el “experto” Luis Daniel González, desde el título se asume como verdad revelada una aparente alianza entre las Farc y el cartel de Cali, por los días en que gobernaba Ernesto Samper: “Las Farc buscaron cohetes antiaéreos con el cartel de Cali'”. De donde podría concluirse que si eran tan cercanas a los Rodríguez Orejuela, nada raro tendría que no hubiera sido el cartel del Norte del Valle (según la versión de Rasguño) el que se encargó de hacerle a Samper el favor de librarlo de Gómez Hurtado, sino las mismas Farc…
También es interesante observar cómo la entrevista tiende un manto de duda sobre Iván Cepeda, hoy el más duro contrincante de Álvaro Uribe, gracias a otras “revelaciones” de tan prolífico libro. Se trata en este caso de mostrar supuestos lazos orgánicos entre Manuel Cepeda Vargas y las Farc, cuyo objetivo estratégico es evidente: descalificar al hijo por cuenta del padre.
Sea como fuere, picado por la curiosidad llamé a Luis Daniel González y le expuse mi deseo de conocer tan revelador libro, y me contestó que él lo había examinado en 2016 gracias a que se lo dejó ver un “colega” suyo de 85 años, “un politólogo que no es de la corriente política de José Obdulio y es muy reconocido de Colombia”. Descartado que se tratara del mismo libro de Gaviria, como llegué a pensar, le dije que quería verlo y me comprometía a guardar la reserva de la fuente, y me respondió que “no es posible; yo estoy en Los Ángeles y el libro lo tiene el politólogo en Colombia. Yo hablando de corazón con mi gran amigo y colega, no lo quiere revelar”.
Si el libro está en Colombia, le insistí, ¿cuál podría ser el inconveniente en que tan solo lo deje ver, sin revelar el nombre de su poseedor? González quedó entonces en que iba a hablar con su amigo y colega, y que lo llamara al día siguiente -como en efecto hice- y entonces la historia ya adquirió matices dignos de un thriller de suspenso: “hoy estuve hablando con él toda la mañana y estamos en eso, pero está muy complicado el asunto, o sea está muy difícil conseguir el libro. El que le entregó el libro al politólogo es un chef muy famoso, que tiene una pareja de Tailandia. Y el asunto es que el politólogo le devolvió el libro hace como un año, año y medio, porque era de él. Y al chef se le murió la hija, entonces el hombre se fue a Tailandia y mi colega, el politólogo con el que trabajo, lleva siete meses tratando de conseguir el libro. Y mucho más esta semana. Estamos haciendo todo lo posible por encontrar el libro, sino que es un gran amigo del politólogo y en este momento no lo hemos podido contactar. Pero seguimos en eso”.
Como dije en columna anterior, bastaría con que José Obdulio Gaviria mostrara el documento original que dijo haber recibido, para constatar la autenticidad de los textos que sobre el crimen de Álvaro Gómez hoy son atribuidos a la desmovilizada agrupación guerrillera. Puesto que parece que ya no hay una sino dos versiones del libro, sería de veras iluminante que al menos una de estas pudiera ser sometida a análisis científico para salir de toda duda.
DE REMATE. Las cosas que digo en Los secretos del asesinato de Álvaro Gómez Hurtado son hasta hoy irrefutables y señalan a militares golpistas como los que planearon y ejecutaron el crimen. Que las Farc ahora se lo estén adjudicando, no es prueba de que mi libro esté equivocado. Más bien, mi libro prueba que mienten.
@Jorgomezpinilla
Produce desconcierto, mezclado con legítimo repudio, observar que sumado a la autoinculpación de seis crímenes que El Espectador en reciente editorial insiste en llamar magnicidios, ahora a las Farc pretenden hacerlas aparecer además como autoras intelectuales y materiales de la masacre de San Carlos de Guaroa en Casanare, desde un principio adjudicada a un grupo paramilitar y en la que fueron asesinados 11 funcionarios del CTI.
Desconcierto, sí, porque ahora nos quieren convencer de que una masacre ocurrida en 1997, declarada crimen de lesa humanidad en 2017, adjudicada al grupo paramilitar de alias Martín Llanos y a cuya investigación fueron vinculados dos generales del Ejército por su omisión al permitir el ataque, también fue culpa de las Farc.
Ahora resulta pues que el país y el sistema judicial de la época estaban desconchinflados (desde los jueces que condenaron hasta la CIDH) porque de eso también se habían encargado las Farc y no lo sabíamos, y la prueba reina estaría en una caja de pandora con formato de libro que contiene recetas de impunidad para crímenes chicos y grandes, no importa su procedencia, titulado Manuel Marulanda Vélez. 1993-1998. Correos y correspondencia.
Puesto que la primera regla de un periodista en busca honesta de la verdad es dudar de todo, el conocimiento que hasta ahora me he formado de lo que en el curso de los últimos días gira en torno a dicha publicación me hace pensar que se trata de algo sospechoso, cual si estuviéramos frente a una campaña de propaganda mediática en la que parecen participar el editor político de El Tiempo, Armando Neira; el periodista Daniel Pacheco, del canal Red+ y columnista de El Espectador, y un jovencísimo Luis Daniel González, supuesto investigador de 25 años, “graduado de la Universidad de Carolina del Norte con maestrías en Stanford y Georgetown”, de quien antes nadie tenía referencia pero apareció de la noche a la mañana como el más profundo conocedor de las Farc y les sirvió de fuente periodística “confiable” tanto a Pacheco como a Neira, o sea a El Tiempo y a El Espectador.
El asunto es que Armando Neira publica el 11 de octubre una entrevista a González que titula “Las Farc buscaron cohetes antiaéreos con el cartel de Cali”, sin mencionar que se trata de una declaración de su entrevistado, y en busca de darle mayor veracidad agrega como destacado: “Estas son otras revelaciones que trae el libro de Tirofijo en el que confesó asesinato de Gómez”. (Ver entrevista). Ojo: “confesó”.
Al día siguiente, lunes 12 de octubre, Daniel Pacheco publica en El Espectador una columna titulada “Los correos de Marulanda son auténticos” (ver columna), y dos días después un informe especial para ese mismo medio, en compañía de Antonia Zapata, que titula “Las Farc, no los paramilitares, serían los responsables de la masacre de San Carlos de Guaroa”. (Ver informe).
Cosa diferente aparece en Noticias Uno el sábado 17, donde se dice que “el militar que grabó las imágenes de la masacre de San Carlos de Guaroa no puede creer que esta fue obra de las Farc, como se dice en el libro de las cartas de Tirofijo”. Según Luis Fernando Sierra, funcionario del CTI sobreviviente de la masacre, “eso no tiene ningún asidero. Es absolutamente falso de toda falsedad”. (Ver informe de Noticias Uno).
La falsedad está en cómo se construye el andamiaje para convencer al país (y hay mucho columnista convencido de buena fe) de que un documento que ocho años atrás la fuente menos confiable, José Obdulio Gaviria, dijo haber recibido de un exguerrillero de las Farc y que fue distribuido entre los medios por la Jefatura de Acción Integral del Ejército -y los medios no le creyeron- hoy esos mismos medios asumen con fe de carbonero que es un documento auténtico y pregonan a los cuatro vientos que “se descubrió” que las Farc fueron las culpables del crimen de Gómez Hurtado y los otros cinco, así como de la masacre de Guaroa, faltando datos de otros municipios sobre eventuales crímenes, estafas, robos, traiciones, infidelidades o chanchullos que puedan ajustarse a la conveniencia del respetable público.
Si se mira con ojo analítico la entrevista de El Tiempo con el “experto” Luis Daniel González, desde el título se asume como verdad revelada una aparente alianza entre las Farc y el cartel de Cali, por los días en que gobernaba Ernesto Samper: “Las Farc buscaron cohetes antiaéreos con el cartel de Cali'”. De donde podría concluirse que si eran tan cercanas a los Rodríguez Orejuela, nada raro tendría que no hubiera sido el cartel del Norte del Valle (según la versión de Rasguño) el que se encargó de hacerle a Samper el favor de librarlo de Gómez Hurtado, sino las mismas Farc…
También es interesante observar cómo la entrevista tiende un manto de duda sobre Iván Cepeda, hoy el más duro contrincante de Álvaro Uribe, gracias a otras “revelaciones” de tan prolífico libro. Se trata en este caso de mostrar supuestos lazos orgánicos entre Manuel Cepeda Vargas y las Farc, cuyo objetivo estratégico es evidente: descalificar al hijo por cuenta del padre.
Sea como fuere, picado por la curiosidad llamé a Luis Daniel González y le expuse mi deseo de conocer tan revelador libro, y me contestó que él lo había examinado en 2016 gracias a que se lo dejó ver un “colega” suyo de 85 años, “un politólogo que no es de la corriente política de José Obdulio y es muy reconocido de Colombia”. Descartado que se tratara del mismo libro de Gaviria, como llegué a pensar, le dije que quería verlo y me comprometía a guardar la reserva de la fuente, y me respondió que “no es posible; yo estoy en Los Ángeles y el libro lo tiene el politólogo en Colombia. Yo hablando de corazón con mi gran amigo y colega, no lo quiere revelar”.
Si el libro está en Colombia, le insistí, ¿cuál podría ser el inconveniente en que tan solo lo deje ver, sin revelar el nombre de su poseedor? González quedó entonces en que iba a hablar con su amigo y colega, y que lo llamara al día siguiente -como en efecto hice- y entonces la historia ya adquirió matices dignos de un thriller de suspenso: “hoy estuve hablando con él toda la mañana y estamos en eso, pero está muy complicado el asunto, o sea está muy difícil conseguir el libro. El que le entregó el libro al politólogo es un chef muy famoso, que tiene una pareja de Tailandia. Y el asunto es que el politólogo le devolvió el libro hace como un año, año y medio, porque era de él. Y al chef se le murió la hija, entonces el hombre se fue a Tailandia y mi colega, el politólogo con el que trabajo, lleva siete meses tratando de conseguir el libro. Y mucho más esta semana. Estamos haciendo todo lo posible por encontrar el libro, sino que es un gran amigo del politólogo y en este momento no lo hemos podido contactar. Pero seguimos en eso”.
Como dije en columna anterior, bastaría con que José Obdulio Gaviria mostrara el documento original que dijo haber recibido, para constatar la autenticidad de los textos que sobre el crimen de Álvaro Gómez hoy son atribuidos a la desmovilizada agrupación guerrillera. Puesto que parece que ya no hay una sino dos versiones del libro, sería de veras iluminante que al menos una de estas pudiera ser sometida a análisis científico para salir de toda duda.
DE REMATE. Las cosas que digo en Los secretos del asesinato de Álvaro Gómez Hurtado son hasta hoy irrefutables y señalan a militares golpistas como los que planearon y ejecutaron el crimen. Que las Farc ahora se lo estén adjudicando, no es prueba de que mi libro esté equivocado. Más bien, mi libro prueba que mienten.
@Jorgomezpinilla