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Hablaron los Danieles… y los Gustavos

Jorge Gómez Pinilla
24 de junio de 2020 - 05:00 a. m.
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Primero fue El Espectador, que en conmovedora edición titulada “No los olvidemos” dedicó el 14 de junio su portada y tres páginas adicionales a publicar una lista aterradora: los nombres de las 442 personas que lideraban procesos comunitarios o defendían los derechos humanos y fueron asesinadas por fuerzas oscuras después del 24 de noviembre de 2016. (Ver edición).

Allí se leía: “No hay futuro mientras estos casos sigan en la impunidad, mientras sus muertes sean al mismo tiempo una advertencia para todos aquellos que les siguen los pasos. Una Colombia sin líderes sociales no puede existir. Basta ya, en serio, basta ya”. (Ver lista completa).

Este domingo 21 los tres Danieles aportaron su grano de arena —sin techo— a tan noble causa, dedicando cada uno su columna a diferentes líderes asesinados. (Ver columnas). El mismo día se conoció en Cuartodehora.com un artículo firmado por Gustavo Petro, pero fácilmente atribuible al exlibretista Gustavo Bolívar, al menos como editor, porque su redacción es impecable. En todo caso, aparece como obra de “los Gustavos”, en alusión irónica a los Danieles. El artículo se titula “La pandemia ha desnudado el Poder” y se deja consultar aquí.

Podría pensarse que lo de los tres Danieles y los dos Gustavos son temas diferentes, pero la columna citada da para pensar que los cinco miran para el mismo lado. La tesis central de los Gustavos es que una mafia paramilitar se apoderó de la conducción del Estado. De entrada el planteamiento luce delirante, pero el sentido común advierte que solo el accionar sistemático de una organización oscura con mando centralizado explicaría que ocurran tantas muertes de líderes sociales y reclamantes de tierras, en racha genocida, y reine la más campante impunidad.

La susodicha columna hace un recuento desde los años en que la influencia de la mafia sobre el Estado la ejercía el cartel de Cali y “no se investigaban los lazos políticos del cartel de Pablo Escobar y los Ochoa” (parientes de Uribe, para más señas).

Es cierto que el cartel de Escobar se transformó en fuerza armada, y esa mafia terminó convertida en un ejército, y los primeros cursos de entrenamiento militar en el Magdalena Medio fueron financiados por Álvaro Uribe y los dictó el mercenario israelí Yair Klein, si hemos de creerle a un video de Univisión retomado por La Nueva Prensa donde a Klein se le escucha decir claramente: “Él no me pagó a mí (Uribe), yo no le vi en mi vida. Él le pagó a la organización y ellos me pagaron a mí”. (Ver artículo).

También es cierto que ese ejército paramilitar de origen mafioso quiso arrodillar al Estado o suplantarlo por una patria refundada por paramilitares. Y según el artículo de Petro (o de Bolívar), “Duque es el heredero de esa realidad. De la mano de su mentor mantiene las clavijas de ese poder mafioso: la compra de votos con el narcodinero, la violencia generalizada, la destrucción de la paz y de la organización comunitaria mediante la muerte de sus líderes locales”.

Este último punto es nodal, porque es aquí donde convergen los Danieles y los Gustavos, tanto en la denuncia del exterminio como en la solidaridad y consecuente defensa de los líderes sociales. Y es a partir de esta coincidencia que se debe buscar una mayor convergencia, no solamente entre los Danieles y los Gustavos sino entre todas las fuerzas conscientes de que, como dijo Humberto de la Calle en entrevista para El Unicornio, “hay fuerzas muy oscuras, hay una mano negra actuando en función de poner en riesgo todo lo que se consiguió en La Habana”. (Ver entrevista).

Ya hubo un primer acercamiento de los Danieles (Coronell y Samper Ospina) con Gustavo Petro, cuando este fue invitado a conversar con ellos el 31 de mayo. Podría pensarse que la invitación obedeció a que la apabullante realidad terminó por convencerlos del error que cometieron cuando votaron en blanco, pero esto es interpretación personal, y en últimas la mayor culpa recaería sobre el pusilánime Sergio Fajardo, pues sus votos habrían podido evitar el regreso de la bestia, pero de manera irresponsable anunció su voto en blanco y se fue a ver ballenas al Pacífico.

En alguna columna anterior dije que la derecha está tratando de crecer a Petro como elemento disociador, en una esquina él y en la otra el resto de la centroizquierda. Es la estrategia del “divide y vencerás” que tan buenos réditos le ha arrojado a Álvaro Uribe, al punto de haber puesto en la Presidencia al inepto —pero obediente— Iván Duque.

Esto tiene que cambiar, y el cambio pasa por reconocer que Petro se ciñe a la verdad en el demoledor artículo aquí citado: el país está siendo gobernado desde la trastienda por una especie de cúpula paramilitar, y desde que esa cúpula puso a Duque en el poder el paramilitarismo resucitó y hoy actúa a sus anchas, sembrando violencia y terror a diestra y siniestra.

A los líderes sociales no los están matando las disidencias de las Farc ni el cartel de Sinaloa, es lo que nos quieren hacer creer. A los líderes sociales los está matando este Gobierno y las Fuerzas Armadas parecen ser cómplices del exterminio, y si no es así que expliquen por qué el mayor número de masacres y asesinatos se presenta en el Cauca, un departamento atestado de bases militares.

¿Y por qué ahora —sin cambiar de tema— nos quieren hacer creer que el que se reunía con Mancuso era Petro y no Uribe? Porque están viendo que el enano se les creció más de lo que esperaban, a la par que crece el desprestigio del Gobierno, y en tal medida necesitan sembrar confusión.

No podemos entonces seguir sirviendo de idiotas útiles a las mismas fuerzas que necesitan preservar la división de la centroizquierda para mantenerse en el poder. El acercamiento entre los Danieles y los Gustavos debería servir de lección para entender que se trata de sumar —no de dividir ni de restar— en las tareas de resistencia que se imponen para evitar que el monstruo siga creciendo y termine por devorarnos a todos.

DE REMATE. Hablando de lecciones, a Petro también le corresponde “empequeñecerse” en cuanto a tratar de domeñar su soberbia, de aprender a trabajar en equipo y de otras cosas que expliqué en columna titulada “Petro debería reinventarse”. Y sin cambiar de tema, no se debe olvidar que, de los dos Danieles Samper, el papá votó por Petro y el hijo, en blanco. Ah, y no es al subpresidente Duque sino a su jefe a quien hay que decirle: “Basta ya, en serio, basta ya”.

En Twitter: @Jorgomezpinilla

http://jorgegomezpinilla.blogspot.com/

 

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