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Tres de los cuatro municipios del área metropolitana de Bucaramanga tienen en común que sus alcaldes fueron puestos ahí por sus antecesores: Bucaramanga, Floridablanca y Girón. El cuarto municipio de dicha área presenta una situación diferente, porque brilla con luz propia: Piedecuesta. Pero hay un quinto municipio que no se quedará por fuera de nuestra mirada analítica sobre Santander: Barrancabermeja.
Bucaramanga es un caso llamativo, pues con Juan Carlos Cárdenas opera el “se les dijo, se les advirtió, se les recomendó, pero no hicieron caso”. Se trataba de un aparecido en la política, alguien que hizo su carrera como ejecutivo de Cemex -en Bogotá y Perú- y un buen día aterriza en su natal Bucaramanga y se va donde Uribe a pedirle el aval (ver video) y como este no se lo da, corre a donde Rodolfo Hernández… y este sí se lo da.
Hoy Bucaramanga tiene un alcalde abandonado por los mismos que lo entronizaron, comenzando por el exalcalde Hernández y continuando con la eufemística Liga Anticorrupción que le sirvió para poner en el concejo a cuatro pupilos suyos, más los tres verdes que se hicieron elegir con la misma fórmula. Entre ellos Carlos Parra, quien pese a ser “concejal de Gobierno” muestra en esta caricatura de Diego García lo que piensa sobre el segundo trimestre del gobierno de Cárdenas.
El descontento en Bucaramanga se siente a flor de piel. Usted le pregunta al taxista, al empresario o al hombre de la calle por el alcalde, pero este no existe. ¿Dónde está el que durante la campaña se rasgaba las vestiduras por Santurbán? Permitiendo que destrocen los Cerros Orientales. ¿Y por qué tal grado de desconexión? Porque el primíparo Cárdenas es un señor que se desvive por el sector empresarial, del estrato 4 para abajo todo le huele a feo. El único mérito que hasta ahora se le conoce es que se negó a seguir a pie juntillas los lineamientos del ingeniero-constructor que lo hizo elegir. ¿Para bien o para mal? Está por verse.
Girón se parece a Bucaramanga en que el anterior alcalde impuso al siguiente, pero solo en eso. Carlos Román es el ‘Iván Duque’ de John Abiud Ramírez, actúa bajo su sombra tutelar, en reunión donde está su jefe no abre la boca, viven además en el mismo conjunto. Es un personajillo que siendo concejal se ganó la lotería cuando Abiud -o ‘Avión’, como le dicen- lo escogió como su sucesor. Ahora Abiud quiere convertirse en el director administrativo de la Cámara después de que no le cuajó la candidatura a la Gobernación, y mientras define su futuro político direcciona a Román para que acabe de exprimir los recursos de Girón mediante el intento de privatizar los servicios de educación, salud y administración de la alcaldía. (Ver columna mía al respecto, Cómo privatizar una alcaldía).
Floridablanca conserva su parecido con Bucaramanga en lo “sucesorio”, pero se diferencia en que su alcalde Miguel Ángel Moreno es un muchacho capaz, bien intencionado, más inteligente que Román (el de Girón) pero tiene un problema: les sirve a dos amos. Mientras su papá Alirio Moreno intenta ser el cerebro detrás del trono, el hijo está en deuda con quien lo puso ahí, Héctor Mantilla. Esto se traduce en que cuando quiere hacer algo, si no lo frena uno lo frena el otro. O sea, no tiene margen de maniobra. Si un día de estos decidiera amarrarse los pantalones, tendría que decirles a sus dos jefes políticos “déjenme gobernar”.
Piedecuesta es la cara de mostrar en el área metropolitana: otro “pelado” que quiere hacerlo bien y cuenta a su favor con que tiene margen de maniobra. Podría decirse que Mario José Carvajal llegó a la alcaldía con el voto de opinión (no era el favorito en las encuestas) y, aunque se presentó por firmas, fue respaldado por los partidos Liberal, Conservador, Mira, AICO, Colombia Justa Libre, Centro Democrático y el movimiento Salvemos a Piedecuesta.
Mario José es un tipo sencillo, carismático y de trato humano, con preparación académica. Pese a su juventud ha trasegado en la política, lo cual le da un bagaje en lo público. Su “bautizo de fuego” se dio con una avalancha que dejó cinco personas fallecidas, cuatro desaparecidas, 11 heridas y 1.464 damnificadas. Enseguida, les cayó la pandemia. Esto se debe destacar, porque a diferencia de Girón y otros municipios donde han aprovechado la pandemia para hacer de las suyas, no existen datos que permitan decir que en Piedecuesta estén usando de manera indebida los recursos de asistencia social ni contratando para favorecer a los suyos.
Otro aspecto llamativo de Piedecuesta: su Plan de desarrollo fue elaborado con verdadera participación de las comunidades, sin aplicaciones sofisticadas, recurriendo al Whatsapp. Además, se debe reconocer un eficaz manejo de la imagen del alcalde, a cargo de su asesora de Comunicaciones, Sandra Sánchez.
Barrancabermeja, mi ciudad natal, se parece a Bucaramanga en que una gran expectativa de cambio terminó en decepción, y se parece a Floridablanca en que su alcalde tiene un limitado margen de maniobra. Alfonso Eljach venía pidiendo pista, se le concedió, fue elegido tras tres intentos fallidos, y el estallido de la pandemia puso en evidencia que su pretendida independencia política se le hizo añicos, tanto en términos de contratación (allá el 70 por ciento de la vida económica se manifiesta en contratos) como de conformación de su gabinete, repartido por cuotas politiqueras entres los que le dieron su apoyo en la campaña.
No podemos aseverar que Eljach haya tenido participación en los sobrecostos -denunciados por la Contraloría -en mercados o elementos de bioseguridad, en consideración a que el tema estaría ligado a las ‘obligaciones’ de campaña adquiridas, que lo tendrían maniatado. Sea como fuere, estamos tras la pista de algo que quizá nos obligue a dejar de ser condescendientes.
Lo preocupante, de todos modos, es que el descrédito que hoy acompaña a Eljach podría dar un nuevo aire a las pretensiones de Jonathan Vásquez y su peligrosa alianza con el clan Gnecco, pero igual se lo renovaría a un joven como Nicolás Contreras, quien parece un buen prospecto.
La principal conclusión que se saca de todo esto apunta a la inutilidad -por no decir el craso error- de la elección popular de alcaldes promulgada durante el gobierno de Belisario Betancur, bien intencionada porque pretendía “devolverle el poder al pueblo”, pero terminó por propiciar la conformación de poderosos clanes cuya “lucha” nunca ha sido la reivindicación de las causas populares sino el apoderamiento del erario, con un objetivo claro: enquistarse a perpetuidad.
Como decía un amigo mío, la elección popular de alcaldes les dio un poder inmenso a personas que ni siquiera saben redactar una carta.
En Twitter: Jorgomezpinilla