La última columna de Enrique Santos Calderón me dejó súpito, atónito, estupefacto, en un estado de ánimo contrario a su título: Que no panda el cúnico.
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La última columna de Enrique Santos Calderón me dejó súpito, atónito, estupefacto, en un estado de ánimo contrario a su título: Que no panda el cúnico.
Tiene un propósito loable, pues apunta a advertir como injustificado el temor que hay, sobre todo entre el altísimo círculo social donde él se mueve, a un eventual gobierno de Gustavo Petro: “No somos una nación sin tradición republicana e instituciones democráticas que se volvería inviable si un candidato de izquierda llegara al poder”. Y recuerda lo que pasó en Francia con la elección en 1981 del socialista François Mitterrand, cuando “hubo fuga masiva de capitales y venta de propiedades de los más pudientes, mientras Le Figaro anunciaba el derrumbe de Francia”. Pero “subió Mitterrand y no hubo tal”.
En concordancia, Santos envía un mensaje tranquilizador a la clase dirigente a la que él pertenece: “A mis conocidos del Jockey Club, del Country o del Gun les pediría un poco más de seriedad, de reflexión y de cabeza fría. Mas seguridad en sí mismos y de confianza en el país, por favor, señores”. Y agrega lo que podría entenderse como un regaño: “La democracia colombiana (…) no se puede arrugar ante la perspectiva de un gobierno de izquierda. Entonces porque el candidato del Pacto Histórico encabeza encuestas, ¿se acabó esta vaina? ¿A sacar la platica y el que puede pa Miami? Es el típico derrotismo autodestructivo que cava su propia fosa”.
Hasta ahí, todo bien. El columnista de Los Danieles ve como inminente para Colombia un gobierno de izquierda. Pero se llega a la última frase y es cuando queda uno patitieso: “Sigo pensando que si Petro no gana en la primera vuelta del 29 de mayo, la segunda sería a otro precio, posiblemente muy alto para él. El voto mío en la primera será por Sergio Fajardo. Y en cualquier caso que no panda el cúnico, como habría dicho el gran Chapulín Colorado”. (Ver columna).
Esto tiene dos lecturas, de pronto hasta tres. Primero, da como factible que Petro conquiste la presidencia en primera vuelta, contrario a las encuestas que muestran a Federico Gutiérrez pasando a segunda. Dos, coincide con el suscrito en que una segunda vuelta entre ellos dos plantea un escenario complicado. Mi punto de vista es que la derecha en su condición de segundo gran elector quedaría políticamente empoderada (entre el 29 de mayo y el 19 de junio) para hacer y deshacer, con tal de impedir el triunfo de Petro. O, llegado Petro al poder, para “hacer invivible la República”. Pero viene lo tercero, que ya suena a inaudito: Enrique Santos anuncia su voto en la primera por Fajardo.
¿Cómo así? ¿Qué quiso entonces decir cuando afirmó que si Petro pasa a segunda vuelta el precio sería muy alto? ¿Para Colombia o para Petro? ¿O para ambos? ¿Por qué no prefiere votar por Petro desde el primer envión, para impedir lo que avizora como algo dañino para la democracia? ¿O acaso cree posible ver a Fajardo compitiendo contra Petro en segunda vuelta? ¿En serio, juzga viable tan utópica quimera? ¿No suena más bien irresponsable el anuncio de su voto, a sabiendas de que solo contribuye a restarle probabilidades a Petro de ganar en primera vuelta? En conclusión, ¿no estará más bien ayudando a que “panda el cúnico”?
Aquí entre nos, pareciera que ESC no es consciente del peligro de fortalecer o darle segundas oportunidades a la bestia encarnada en Álvaro Uribe Vélez y sus conmilitones. Siento un profundo respeto y admiración por él desde que fue mi jefe en Alternativa, y sé que cuento con su aprecio, pero queda la impresión de que allí se descachó. Y por segunda vez.
Su primera descachada se ubica en 2005, cuando un editorial de El Tiempo, del que era codirector con su primo Rafael, anunció su apoyo a un segundo periodo presidencial para Álvaro Uribe, antes de que la Corte Constitucional se hubiera pronunciado. Confundido a más no poder, corrí a pedirle una entrevista para un medio local, al exjefe que había conocido como curtido luchador de una izquierda incluso radical.
Y lo encontré bastante aburguesado, sobre todo cuando respondió a la pregunta de por qué se habían adelantado a la decisión de la Corte: “¿esto no podría interpretarse como una presión indebida?”. Y así respondió: “Ese argumento nos parece pueril, pues presume que unos ilustres y sabios magistrados van a cambiar su opinión por lo que diga o no diga El Tiempo. Era importante que se supiera nuestra opinión antes, no después de que se pronunciara la Corte”.
Más asombrado aún quedé al preguntarle por qué creía que debía haber un segundo período para Uribe: “porque es difícil de reemplazar. Candidatos como Carlos Gaviria o Antonio Navarro en la izquierda, pasando por un Antanas Mockus o un Peñalosa o un Vargas Lleras, frente a un Uribe Vélez, no sé”. Aunque también agregó: “Ahora, que al tercer año del segundo gobierno de Uribe estemos todos mamados de Uribe, es muy factible”. Y se cumplió.
Quizá lo que no quiso entender Enrique, ni antes ni ahora, es que votar por Fajardo en la primera solo sirve para ayudarle al candidato de la caverna, Federico Andrés Gutiérrez Zuluaga, a enfrentar a Gustavo Petro en segunda vuelta. Lo deja empoderado, como dejó empoderado su hermano Juan Manuel a la bestia paramilitar con el triunfo del No frente al absurdo plebiscito de 2016, que nunca debió haber convocado.
En el caso que hoy nos ocupa, con alias ‘Fico’ en segunda vuelta y tan cerquita de repetir periodo para su patrón, “que Dios nos coja confesados”.
Post Scriptum: No abrigo ninguna esperanza de que quien fuera mi maestro en las lides del periodismo quiera contestar, pero, citando al ahora influencer Egan Bernal, “se tenía que decir y se dijo”.