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Creo tener el derecho de utilizar mi columna en El Espectador para hablar del libro que comienza a circular este lunes 9 de marzo titulado Los secretos del asesinato de Álvaro Gómez Hurtado, bajo el sello Ícono Editorial, con prólogo de Ariel Ávila y reseña del cronista Alberto Salcedo Ramos.
El gran avance de Valdivieso fue haber logrado la captura de Héctor Paul Flórez, uno de los tres sicarios que dispararon y el único al que la justicia le probó que había sido aquel cuyas balas acabaron con la vida del dirigente conservador —y por tal motivo lo condenó a 40 años de cárcel—. La gran decepción fue que Valdivieso no tuvo el coraje de proteger a su investigador estrella, el que más clara tenía la trama, el que estaba tirando del hilo que habría de conducir hasta los culpables. Acosado por fuerzas oscuras temerosas del camino que llevaban sus pesquisas, este fiscal estrella se vio obligado a huir a Francia para salvar su vida.
El gran avance de Gómez Méndez fue haber ordenado con sólidas pruebas la captura del coronel Bernardo Ruiz Silva, subalterno del general Ricardo Emilio Cifuentes, de quien se habla copiosamente en mi libro y cuyo vehículo de escoltas con placas LIW 033 fue avistado en la escena del crimen por el conductor de un bus escolar que por ahí pasaba. En este caso, fue grande la decepción que se llevó el investigador Pablo Elías González cuando una jueza dejó libre al principal implicado: “Las pruebas eran muy fuertes —dijo—. A los miembros del equipo investigador nos extrañó mucho cuando lo absolvieron, fue algo muy frustrante”.
El libro remata con la entrevista que le hice en Washington al exembajador de Estados Unidos en Colombia Myles Frechette, sin duda el hombre mejor informado que hubo sobre el Proceso 8.000 y sobre el entonces presidente, Ernesto Samper, del que fue un crítico feroz, quizás hasta la intromisión. En mi libro Frechette dice que el crimen fue obra de un grupo de golpistas de derecha aliados con militares y señala con nombre propio a una entidad que agrupa a reservistas.
Desde que se anunció la salida del libro he sido víctima de una feroz arremetida por parte de quienes han pretendido ahogar la investigación y aspiran a enfocarla hacia mafiosos ya fallecidos, lo cual solo pretende dejar el crimen en la impunidad, para favorecer así a los verdaderos culpables.
El mismo abogado de la familia, Enrique Gómez Martínez, al ser entrevistado por Caracol Radio puso el tema sobre la cresta de la ola cuando le dijo a Gustavo Gómez Córdoba que “Jorge Gómez Pinilla, quien en alguna época tuvo acceso a revista Semana, va a sacar un libro la semana entrante. Esto es simplemente una campaña de expectativa para que el sicario de Samper y Serpa pueda publicar su libro con mayor notoriedad”. (Escuchar entrevista).
Ante tan grave acusación (“sicario”) acudí al derecho de réplica y al día siguiente, en entrevista con Gustavo Gómez y Darcy Quinn, manifesté mi extrañeza no solo por el delirante señalamiento sino porque, en insólita decisión que debe tener a Álvaro Gómez revolcándose en su tumba, hoy es su propio sobrino el que defiende al sicario (ahí sí “sicario”) que le quitó la vida al tío. Esto escandalizó incluso a la Corte Suprema, y en mi libro expongo los motivos —ante todo monetarios— que explican semejante voltereta. Sumado a lo anterior, vamos a ver cómo explican ante el Consejo Superior de la Judicatura el conflicto de intereses implícito en defender al asesino que la misma familia, a través de la parte civil, pidió —y consiguió— que condenaran. (Escuchar réplica del suscrito).
Es claro que Gómez Martínez y sus aliados gozan de abundantes conexiones con políticos y con medios para hacer ruido, calumniar, insultar y tender cortinas de humo. Pero no tienen testimonios de testigos vivos (alias Rasguño se basa en lo que dice que le dijeron tres personas muertas), ni pruebas, ni la menor coherencia en el relato de los hechos. Mi libro carece de palancas y columnistas de apoyo, pero en cambio ofrece algo imbatible: la verdad.
Y no se trata de convertirme en spoiler de lo que allí dije, pero no puedo cerrar esta columna sin hacer un último avance, como parte integral de la “campaña de expectativa” que el propio Enrique Gómez se encargó de inaugurar. Hay un capítulo dedicado a “Los hombres que sabían demasiado”, donde me refiero a dos ilustres personajes que fueron asesinados por el mismo motivo que Gómez Hurtado, porque necesitaban impedir que hablaran: el general Fernando Landazábal y el entonces decano de Economía de la Universidad Nacional, Jesús Antonio Chucho Bejarano. A este último los militares golpistas que querían tumbar a Samper le habían ofrecido el Ministerio de Defensa.
Hay un tercer hombre que también sabía demasiado, el comandante de las Auc, Carlos Castaño. Aunque a este lo mataron para silenciar otras verdades, lo que alcanzó a saber sobre el crimen de Álvaro Gómez Hurtado lo dejó consignado en Mi confesión: “La verdad ya la conocen los afectados (o sea los familiares). Por una extraña razón, entre ellos y los victimarios parece que se hubiese pactado un armisticio sordo y rencoroso”. (Pág. 234).
DE REMATE. A los periodistas que por estos días entrevistan con tanta frecuencia a Enrique Gómez o a su primo Mauricio se les sugiere preguntar si es cierto o no que el abogado José Ignacio Londoño Zabala (acusado de haber sido quien llevó el mensaje a Rasguño para que la mafia matara a Álvaro Gómez Hurtado) entabló denuncia penal por calumnia e injuria contra Enrique Gómez padre e hijo, luego de que este último dijera en W Radio que “Nacho Londoño no puede seguir asesinando impunemente”. Es sabido que Londoño no quiso conciliar, o sea que se daba por inminente que los demandados se verían obligados a retractarse, pero estuvieron tan de buenas que el hombre fue asesinado en la noche del lunes 20 de julio de 2015…
En Twitter e Instagram: @Jorgomezpinilla
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