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En días pasados tuve acceso de primera mano a un oficio de la Secretaría de la Sala Especial de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia, relacionado con el proceso que contra la exsenadora Piedad Córdoba adelanta la magistrada Cristina Lombana, “la calladita”, según Daniel Coronell.
El oficio cuenta que el señor Andrés Alberto Vásquez Moreno ha sido citado tres veces consecutivas para que “remitiera a esta corporación la información a la que quedó comprometido en diligencia de declaración del 11 y 12 de octubre”. (Ver oficio).
Más adelante el documento agrega que “al recibir confirmación del recibido del oficio, se procedió a entablar comunicación a través de WhatsApp y realizó las siguientes manifestaciones: «es que ese no es mi trabajo»; «yo tengo un millón de cosas para hacer y cuando tengo tiempo trato de buscar»; «qué tal esta»; «respete»; «haga lo que le dé la gana»”.
Alberto Vásquez, de profesión politólogo, fue tal vez la persona más cercana a Piedad Córdoba en su Unidad de Trabajo Legislativo (UTL) mientras fue senadora, pero “partieron cobijas” después de que este entabló demanda contra su jefe, alegando que no había recibido la parte del dinero que exigía por la indemnización que le dieron con motivo del fallo de la Procuraduría de Alejandro Ordóñez que la inhabilitó y destituyó por 18 años.
El asesor político “mojó prensa” por primera vez cuando en octubre de 2011, según informó El Heraldo, “uniformados de la Policía Metropolitana de Cartagena capturaron a las 3 de la madrugada a Alberto Vásquez Moreno mientras celebraba su unión civil con Felipe Cárdenas. Entre los invitados a la celebración se encontraba la excongresista antioqueña Piedad Córdoba”. (Ver noticia). Vásquez había sido hallado culpable de los delitos de injuria y calumnia contra el exparlamentario José Name Terán, quien había fallecido el mes anterior.
Alberto Vásquez se convirtió en el testigo o declarante estrella contra la excongresista en el libro que escribió el periodista Gerardo Reyes sobre Alex Saab, donde es citado en numerosas ocasiones. Según Córdoba, “ese muchacho para mí era como un hijo. ¿Y de dónde arranca el problema con ese muchacho? Porque cuando a mí me indemnizan por el despido me dan como 2.000 millones de pesos. Y el tipo juró a taco que yo le tenía que dar plata a él y plata a otros dos muchachos que porque a ellos yo también los tenía que indemnizar y yo me paré en la raya y le dije que no. De ahí empezó la joda con ese muchacho” (Pág. 75).
Preguntado Vásquez por el autor del libro sobre el motivo de la ruptura con Piedad, afirmó que no soportó más “su enfermiza relación con las Farc, su inexplicable apoyo a una dictadura como la venezolana y la insaciable hambre de dinero”.
Una de las aparentes delaciones que en esas páginas hizo Vásquez contra su exjefa apuntaba a afirmar que efectivamente era la “Teodora” a quien las Farc se referían en sus correos, y que ella misma le había ordenado crear la cuenta teodoraah07@yahoo.es. Pero cuando la Corte cotejó con Yahoo, esa cuenta no apareció, sino una muy parecida: teodora07@yahoo.es.
Vásquez exhibió como prueba de su denuncia un mensaje de WhatsApp que le envió en 2019 al hijo de Piedad, Juan Luis Castro, donde decía: “Piedad claramente sabe que ella sí es Teodora de Bolívar, que ella envió esos correos electrónicos conmigo”. Un año antes de ese mensaje, en octubre de 2018, la periodista María Isabel Rueda comentó en La W que Córdoba había dicho que Vásquez “la estaría extorsionando” con la revelación de sus vínculos con el gobierno de Venezuela. Y agrega Reyes que “Rueda citó todo el tiempo a Córdoba, pero no consultó con Vásquez” (Pág. 74).
Lo llamativo en lo referente a la investigación que adelanta la magistrada Lombana contra la exsenadora es que esta viajó hasta Miami a obtener una declaración del supuesto testigo, incluso se sabe que lo invitó a almorzar, pese a que habría podido adelantar esa misma tarea por Zoom o Skype, como la tecnología permite ahora hacer cuando la persona citada se halla en otro país. En otras palabras, le habría podido ahorrar a la Corte ese gasto.
De otro lado, después de esa primera declaración, a Alberto Vásquez se le presentaba la oportunidad de precisar o profundizar “por lo alto” sus denuncias, pero no solo se negó a asistir a las tres citaciones, sino que respondió en forma despectiva y grosera a los requerimientos, como se vio arriba.
Esto en apariencia juega a favor de Piedad Córdoba, a quien llamé para preguntarle sobre el documento en mención y respondió lo siguiente: “esa magistrada Lombana, que me persigue por todo, se fue a Miami a escucharle sus mentiras, manipulándolo para que inventara cosas. Pero cuando le pidieron las pruebas y lo requirieron varias veces, la mandó al carajo. Le dijo que él no trabajaba para ella, que hiciera lo que le diera la gana. Quedó demostrado entonces que no tiene ninguna prueba contra mí ni va a poder seguir tratando de hacer plata con mis correos. Se le cayó el montaje”.
En todo caso, estamos frente a una historia cuyo final todavía se desconoce.
Post Scriptum: Por andar de indignos, arrodillados como siervos ante los dioses que inventamos, perdimos la oportunidad de convertirnos en verdaderos dioses. Fuimos arrollados por la aplanadora de un credo religioso oficial que castró nuestras mentes desde la pila bautismal. Ahora bien, los privilegiados por el acceso a una educación liberal y progresista fuimos conscientes del engaño. Llegamos un poquitín tarde al banquete racional del agnosticismo, para colmo aislados de los “creyentes” que nos miran como bichos raros, pero la lucidez que nos brinda un sano escepticismo frente a las alienantes religiones nos convirtió en semidioses, dueños de nuestros propios actos y pensamientos.