Girón y Zapatoca son municipios hermanados en muchos aspectos, entre ellos por la estancia en sus tierras del aventurero y comerciante alemán Geo von Lengerke (1827-1882), quien construyó un camino de piedra entre ambos pueblos, regó su descendencia por toda la comarca y murió en Zapatoca. Su “semilla” (en nada parecida a la de la quina que exportaba a Europa y sacaba por el río Magdalena) dejó huella en mucho santandereano pelirrojo o con semblante europeo, pero nos estamos saliendo del tema.
El tema en cuestión habla del contraste tan marcado que hoy se percibe entre dos pueblos separados por una carretera de apenas 68 kilómetros, con tanto en común desde hace casi 300 años, como los cultivos de tabaco o el apellido Pinilla. Pero la distancia entre los dos es cada día más grande, no por pleitos entre gironeses y zapatocas, sino porque al frente de sus respectivas alcaldías están dos administraciones con perfiles por completo diferentes.
En el caso de Zapatoca podría pensarse que sus callecitas impecables y su belleza arquitectónica tan bien preservada obedecen a la mano femenina de su alcaldesa, Diana Gisela Prada. Es innegable su impronta en tal sentido, pero el mérito también es colectivo: si hay un pueblo donde todos sus habitantes se conocen entre sí y brilla con luz propia la colaboración y la camaradería (al punto de identificar a las familias por apodos burlescos como los “Chochagrande” o los “Tirapedos”), ese pueblo es Zapatoca.
Hablando de colectivos, cuenta además con una fundación no de garaje sino presente y actuante, ProZapatoca, dedicada a gestionar recursos que invierte durante el día en conservar el mobiliario urbano como una tacita de plata, y por las noches en dictar cursos para aprender a bailar salsa… completamente gratis.
Caso diferente ocurre con Girón, un municipio manejado por poderosos clanes y regentado por una especie de cacique mayor conocido como el Loco Quintero, Luis Alberto Quintero González, quien cuando no es alcalde –y lo ha sido cinco veces– influye para que el que gane haya contado con su apoyo político o financiero.
Al margen de los tejemanejes políticos, la preocupación de muchos gironeses apunta al nulo interés que el actual alcalde, John Abiud Ramírez, muestra por su zona colonial conocida como el casco antiguo, sometida al abandono y al más olímpico desaseo, objeto de chambonadas urbanísticas que dejan ver la total ignorancia de esta administración por el tema de conservación arquitectónica, como pintar inmensas y abundantes señales de “Prohibido parquear” sobre calles coloniales empedradas, o “restaurar” esas mismas calles con cemento de construcción y convertirlas en colchas de retazos, o contratar para la alameda de Las Nieves unas luminarias carísimas ($12 millones cada una) y supermodernas, que rompen de modo abrupto con el entorno colonial.
El alcalde de Girón se parece al de Bogotá en que privilegia el cemento sobre cualquier otra consideración. Trató de meterse a remodelar el hospital, construcción colonial, y el Ministerio de Cultura alcanzó a impedirlo, pero sí demolió las tres cuartas partes de la biblioteca virtual Isaías Duarte Cancino para construir una glorieta justo donde comienza el casco antiguo, al que atravesará en uno de sus costados para conectarlo con la vía al aeropuerto de Palonegro. ¿Un parque que les dé la bienvenida a los turistas a la zona histórica? No, él no sabe de eso ni le interesa, porque el turismo no da votos. Va la glorieta, porque va.
John Abiud Ramírez tiene para mostrar tres cosas: obras al por mayor, una planta de personal equiparable a la de la Gobernación (más de 20 secretarías municipales con sedes regadas por el pueblo para poder albergar a más de 1.000 contratistas de prestación de servicios y 45 cargos con honorarios superiores a $6 millones mensuales) y un aumento escandaloso de los impuestos –Predial y de Industria y Comercio– para financiar todo lo anterior.
Muestra del nulo interés de la Alcaldía por el casco antiguo de Girón es la plazoleta de Las Nieves con su emblemática capilla del mismo nombre, joya colonial del s. XVII a la que es imposible tomarle fotos porque su perímetro permanece invadido por vehículos, como cualquier parqueadero público. Un día le hablaron al alcalde Ramírez sobre la necesidad de peatonalizar el casco antiguo, y respondió que no estaba dispuesto a asumir ese costo político.
La otra cara de la moneda reside en que hay entidades del orden privado que luchan por preservar el patrimonio histórico y cultural, o sea que hacen lo que debería ser una obligación de la Alcaldía. Entre esas está la Cámara de Comercio de Bucaramanga seccional Girón, que todos los años organiza el concurso de Fachadas, Puertas y Ventanas, el cual para Girón va en su edición 14ª y para Zapatoca en la 7ª, y sirve tanto para dar realce al “orgulloso legado histórico y cultural” como para promover la cohesión social y el sentido de pertenencia entre los habitantes de ambos municipios.
Pero aquí no se trata de hacer aparecer a unos como los buenos y a otros como los malos. Se trata de respetarle al alcalde de Girón sus obras, incluso de reconocer que traerán progreso, pero resulta obligante enviarle un mensaje de URGENCIA para hacerle ver que el casco antiguo de Girón está tirado al olvido y sometido a un proceso de franco deterioro. Y eso exige pronta solución, y en tal medida se requiere que tome conciencia y “enderece el rumbo”.
DE REMATE: Valga la pena aclarar que el apodo “Chochagrande” aludía a una familia de zapatocas muy devota de la Virgen, cuyos miembros rezaban el rosario en una camándula elaborada con pepas grandes de altramuz conocidas como chochas. Ya lo de “Tirapedos”… bueno, eso no requiere explicación adicional.
En Twitter: @Jorgomezpinilla
http://jorgegomezpinilla.
Girón y Zapatoca son municipios hermanados en muchos aspectos, entre ellos por la estancia en sus tierras del aventurero y comerciante alemán Geo von Lengerke (1827-1882), quien construyó un camino de piedra entre ambos pueblos, regó su descendencia por toda la comarca y murió en Zapatoca. Su “semilla” (en nada parecida a la de la quina que exportaba a Europa y sacaba por el río Magdalena) dejó huella en mucho santandereano pelirrojo o con semblante europeo, pero nos estamos saliendo del tema.
El tema en cuestión habla del contraste tan marcado que hoy se percibe entre dos pueblos separados por una carretera de apenas 68 kilómetros, con tanto en común desde hace casi 300 años, como los cultivos de tabaco o el apellido Pinilla. Pero la distancia entre los dos es cada día más grande, no por pleitos entre gironeses y zapatocas, sino porque al frente de sus respectivas alcaldías están dos administraciones con perfiles por completo diferentes.
En el caso de Zapatoca podría pensarse que sus callecitas impecables y su belleza arquitectónica tan bien preservada obedecen a la mano femenina de su alcaldesa, Diana Gisela Prada. Es innegable su impronta en tal sentido, pero el mérito también es colectivo: si hay un pueblo donde todos sus habitantes se conocen entre sí y brilla con luz propia la colaboración y la camaradería (al punto de identificar a las familias por apodos burlescos como los “Chochagrande” o los “Tirapedos”), ese pueblo es Zapatoca.
Hablando de colectivos, cuenta además con una fundación no de garaje sino presente y actuante, ProZapatoca, dedicada a gestionar recursos que invierte durante el día en conservar el mobiliario urbano como una tacita de plata, y por las noches en dictar cursos para aprender a bailar salsa… completamente gratis.
Caso diferente ocurre con Girón, un municipio manejado por poderosos clanes y regentado por una especie de cacique mayor conocido como el Loco Quintero, Luis Alberto Quintero González, quien cuando no es alcalde –y lo ha sido cinco veces– influye para que el que gane haya contado con su apoyo político o financiero.
Al margen de los tejemanejes políticos, la preocupación de muchos gironeses apunta al nulo interés que el actual alcalde, John Abiud Ramírez, muestra por su zona colonial conocida como el casco antiguo, sometida al abandono y al más olímpico desaseo, objeto de chambonadas urbanísticas que dejan ver la total ignorancia de esta administración por el tema de conservación arquitectónica, como pintar inmensas y abundantes señales de “Prohibido parquear” sobre calles coloniales empedradas, o “restaurar” esas mismas calles con cemento de construcción y convertirlas en colchas de retazos, o contratar para la alameda de Las Nieves unas luminarias carísimas ($12 millones cada una) y supermodernas, que rompen de modo abrupto con el entorno colonial.
El alcalde de Girón se parece al de Bogotá en que privilegia el cemento sobre cualquier otra consideración. Trató de meterse a remodelar el hospital, construcción colonial, y el Ministerio de Cultura alcanzó a impedirlo, pero sí demolió las tres cuartas partes de la biblioteca virtual Isaías Duarte Cancino para construir una glorieta justo donde comienza el casco antiguo, al que atravesará en uno de sus costados para conectarlo con la vía al aeropuerto de Palonegro. ¿Un parque que les dé la bienvenida a los turistas a la zona histórica? No, él no sabe de eso ni le interesa, porque el turismo no da votos. Va la glorieta, porque va.
John Abiud Ramírez tiene para mostrar tres cosas: obras al por mayor, una planta de personal equiparable a la de la Gobernación (más de 20 secretarías municipales con sedes regadas por el pueblo para poder albergar a más de 1.000 contratistas de prestación de servicios y 45 cargos con honorarios superiores a $6 millones mensuales) y un aumento escandaloso de los impuestos –Predial y de Industria y Comercio– para financiar todo lo anterior.
Muestra del nulo interés de la Alcaldía por el casco antiguo de Girón es la plazoleta de Las Nieves con su emblemática capilla del mismo nombre, joya colonial del s. XVII a la que es imposible tomarle fotos porque su perímetro permanece invadido por vehículos, como cualquier parqueadero público. Un día le hablaron al alcalde Ramírez sobre la necesidad de peatonalizar el casco antiguo, y respondió que no estaba dispuesto a asumir ese costo político.
La otra cara de la moneda reside en que hay entidades del orden privado que luchan por preservar el patrimonio histórico y cultural, o sea que hacen lo que debería ser una obligación de la Alcaldía. Entre esas está la Cámara de Comercio de Bucaramanga seccional Girón, que todos los años organiza el concurso de Fachadas, Puertas y Ventanas, el cual para Girón va en su edición 14ª y para Zapatoca en la 7ª, y sirve tanto para dar realce al “orgulloso legado histórico y cultural” como para promover la cohesión social y el sentido de pertenencia entre los habitantes de ambos municipios.
Pero aquí no se trata de hacer aparecer a unos como los buenos y a otros como los malos. Se trata de respetarle al alcalde de Girón sus obras, incluso de reconocer que traerán progreso, pero resulta obligante enviarle un mensaje de URGENCIA para hacerle ver que el casco antiguo de Girón está tirado al olvido y sometido a un proceso de franco deterioro. Y eso exige pronta solución, y en tal medida se requiere que tome conciencia y “enderece el rumbo”.
DE REMATE: Valga la pena aclarar que el apodo “Chochagrande” aludía a una familia de zapatocas muy devota de la Virgen, cuyos miembros rezaban el rosario en una camándula elaborada con pepas grandes de altramuz conocidas como chochas. Ya lo de “Tirapedos”… bueno, eso no requiere explicación adicional.
En Twitter: @Jorgomezpinilla
http://jorgegomezpinilla.