Nunca como este 2021 para comparar el estado del arte del fútbol mundial. En el mismo año, en el mismo mes, casi a la misma hora, hemos podido comparar lo mejor del fútbol europeo con lo mejor del suramericano. Y salimos mal parados.
Las diferencias abarcan todas las dimensiones posibles. Podemos comenzar por las sensaciones que genera la competencia a uno y otro lado del Atlántico. Mientras en Europa, con público incluido, la Euro ha sido una fiesta que ha viajado a lo largo del continente, en Suramérica la Copa es un paria despreciado en Colombia, Argentina y prácticamente también en Brasil. Allá el fútbol sigue siendo diversión, entrenamiento y pasión. Acá es motivo de ridículas disputas en las que algunos académicos y analistas políticos, que poco han leído de la historia del deporte, creen que con la Copa América un gobernante tiene la capacidad de manipular a la opinión pública.
La infraestructura, naturalmente, es otra diferencia sustancial. En el Viejo Continente se juega en un césped similar al paño de una mesa de billar. No solo en Wembley, sino también en Hungría, el pasto da la sensación de ser campos para profesionales. Más allá de alguna queja sobre algún caso puntual, como era el estado del césped en La Cartuja, la realidad es que el balón ha rodado con suavidad en Europa.
En Brasil, país que aún quiero creer futbolero, el pasto es lo más parecido a un patatal que llaman los españoles. El balón rueda con saltos fruto de un césped impar, desordenado y mal mantenido. Es cierto que la Copa América llegó de urgencia a Brasil, pero no se entiende que allá estén acostumbrados a jugar fútbol en tales tierreros.
Las diferencias se agrandan más, si ello es posible, al comparar el trato que da la Uefa al uso de los datos con respecto a lo que hace Conmebol. Mi idea original era cuantificar las diferencias en el fútbol a lado y lado del charco utilizando datos de la circulación del balón. Imposible.
En la Uefa encuentro datos de posesión, de precisión en el pase, de disparos, de balones recuperados, de asistencia, de velocidad, distancias recorridas, etc. En esencia, encuentro lo mínimo que se espera de un torneo profesional en el siglo XXI. La página de la Conmebol reporta los goles, asistencias y remates. De Europa puedo conocer el dato de cualquier jugador del torneo. En Suramérica solo pude conocer el comportamiento de los primeros 20 en esas tres categorías. El reporte de la Conmebol parece el de un torneo aficionado al compararse con lo que hace la Uefa.
De futbolistas podemos hablar en otra ocasión. Lo cierto es que nuestras estrellas son Messi y Neymar. El uno tiene 34 años, el otro 29. Selecciones como Bolivia o Venezuela llevan inmersas décadas en la mediocridad. El fútbol nuestro necesita un plan de ámbito regional que nos permita volver a generar calidad. Ya no es suficiente con buscarlo entre la miseria de nuestros potreros.
@JorgeATovar
Nunca como este 2021 para comparar el estado del arte del fútbol mundial. En el mismo año, en el mismo mes, casi a la misma hora, hemos podido comparar lo mejor del fútbol europeo con lo mejor del suramericano. Y salimos mal parados.
Las diferencias abarcan todas las dimensiones posibles. Podemos comenzar por las sensaciones que genera la competencia a uno y otro lado del Atlántico. Mientras en Europa, con público incluido, la Euro ha sido una fiesta que ha viajado a lo largo del continente, en Suramérica la Copa es un paria despreciado en Colombia, Argentina y prácticamente también en Brasil. Allá el fútbol sigue siendo diversión, entrenamiento y pasión. Acá es motivo de ridículas disputas en las que algunos académicos y analistas políticos, que poco han leído de la historia del deporte, creen que con la Copa América un gobernante tiene la capacidad de manipular a la opinión pública.
La infraestructura, naturalmente, es otra diferencia sustancial. En el Viejo Continente se juega en un césped similar al paño de una mesa de billar. No solo en Wembley, sino también en Hungría, el pasto da la sensación de ser campos para profesionales. Más allá de alguna queja sobre algún caso puntual, como era el estado del césped en La Cartuja, la realidad es que el balón ha rodado con suavidad en Europa.
En Brasil, país que aún quiero creer futbolero, el pasto es lo más parecido a un patatal que llaman los españoles. El balón rueda con saltos fruto de un césped impar, desordenado y mal mantenido. Es cierto que la Copa América llegó de urgencia a Brasil, pero no se entiende que allá estén acostumbrados a jugar fútbol en tales tierreros.
Las diferencias se agrandan más, si ello es posible, al comparar el trato que da la Uefa al uso de los datos con respecto a lo que hace Conmebol. Mi idea original era cuantificar las diferencias en el fútbol a lado y lado del charco utilizando datos de la circulación del balón. Imposible.
En la Uefa encuentro datos de posesión, de precisión en el pase, de disparos, de balones recuperados, de asistencia, de velocidad, distancias recorridas, etc. En esencia, encuentro lo mínimo que se espera de un torneo profesional en el siglo XXI. La página de la Conmebol reporta los goles, asistencias y remates. De Europa puedo conocer el dato de cualquier jugador del torneo. En Suramérica solo pude conocer el comportamiento de los primeros 20 en esas tres categorías. El reporte de la Conmebol parece el de un torneo aficionado al compararse con lo que hace la Uefa.
De futbolistas podemos hablar en otra ocasión. Lo cierto es que nuestras estrellas son Messi y Neymar. El uno tiene 34 años, el otro 29. Selecciones como Bolivia o Venezuela llevan inmersas décadas en la mediocridad. El fútbol nuestro necesita un plan de ámbito regional que nos permita volver a generar calidad. Ya no es suficiente con buscarlo entre la miseria de nuestros potreros.
@JorgeATovar