Hace casi tres décadas, Francisco Maturana dijo aquello de “perder es ganar un poco”. Aún sin redes sociales, las risas y burlas a la “mediocridad” colombiana se extendieron rápidamente por todo el país. La frase todavía levanta sonrisas entre algunos. La experiencia me lleva a escribir esta columna. Maturana tenía razón; con matices, eso sí.
Michael Jordan, el mejor basquetbolista de la historia, afirmó que a lo largo de su vida falló una y otra vez en la cancha y en la vida. Decía el gran Jordan: “Fallé más de 9.000 tiros en mi carrera, perdí 300 juegos. En 26 ocasiones me encargaron de lanzar la canasta decisiva para ganar el partido y fallé”. Estamos hablando del seis veces ganador de la NBA, jugador más valioso de esas seis finales y mil récords más. Afirmó Jordan que por esos fallos “es por lo que tuve éxito”. Nos pone a pensar.
Más cerca en el tiempo, pensemos en Messi y la selección Argentina, que en tres años perdió tres finales. Inaceptable, en un país donde se origina una de las frases más ridículas de la historia del deporte: “Las finales no se juegan, se ganan”. Argentina perdió la final del Mundial de 2014, la Copa América de 2015 y la Copa América de 2016. La frustración fue tal, que Messi llegó a retirarse de la selección. Ya maduro, su vida deportiva tiene un final feliz: campeón del mundo en 2022, y bicampeón de América en 2021 y 2024.
Messi, crack en el campo, no particularmente locuaz, dijo hace poco que “después de ganar se valoran mucho las finales jugadas. Y no es fácil, el recorrido es muy duro”. Cuando algunos dicen, tautológicamente aquello de que “después del primero, los demás son perdedores”, olvidan que el deporte, como la vida, es un proceso, y que ganar es difícil.
Así que Maturana tenía razón, pero con matices. La derrota de Colombia en la final de la Copa América parece apenas una estación en un camino potencialmente glorioso. Esta selección jugó técnica y mentalmente con la victoria como objetivo. Eso, estudiando a los grandes triunfadores, toma tiempo, es difícil de adquirir, pero cuando se tiene, se puede. De ahí los matices. Hay derrotas que simplemente no enseñan, no dejan lecciones ni se pueden considerar parte de un proceso. Por ejemplo, aquel gran 4-4 de Colombia en 1962 y la posterior eliminación del Mundial 62. Las lecciones, definitivamente, no son las del 2024.
Para aquellos que olvidan, a España le tomó 32 años ganar un mundial. Tras no disputar el mundial de 1974, desde 1978 hasta la Eurocopa del 2008 simplemente no podía pasar de cuartos de final. Colombia lleva apenas 35 años entre los grandes del fútbol: desde 1990. En mi opinión, hemos necesitado tres grandes selecciones para por fin ver un equipo que juega técnica y mentalmente para ganar. En palabras de Maturana, en esta ocasión pienso que perdimos, pero ganamos un poquito.
🚴🏻⚽🏀 ¿Lo último en deportes?: Todo lo que debe saber del deporte mundial está en El Espectador
Hace casi tres décadas, Francisco Maturana dijo aquello de “perder es ganar un poco”. Aún sin redes sociales, las risas y burlas a la “mediocridad” colombiana se extendieron rápidamente por todo el país. La frase todavía levanta sonrisas entre algunos. La experiencia me lleva a escribir esta columna. Maturana tenía razón; con matices, eso sí.
Michael Jordan, el mejor basquetbolista de la historia, afirmó que a lo largo de su vida falló una y otra vez en la cancha y en la vida. Decía el gran Jordan: “Fallé más de 9.000 tiros en mi carrera, perdí 300 juegos. En 26 ocasiones me encargaron de lanzar la canasta decisiva para ganar el partido y fallé”. Estamos hablando del seis veces ganador de la NBA, jugador más valioso de esas seis finales y mil récords más. Afirmó Jordan que por esos fallos “es por lo que tuve éxito”. Nos pone a pensar.
Más cerca en el tiempo, pensemos en Messi y la selección Argentina, que en tres años perdió tres finales. Inaceptable, en un país donde se origina una de las frases más ridículas de la historia del deporte: “Las finales no se juegan, se ganan”. Argentina perdió la final del Mundial de 2014, la Copa América de 2015 y la Copa América de 2016. La frustración fue tal, que Messi llegó a retirarse de la selección. Ya maduro, su vida deportiva tiene un final feliz: campeón del mundo en 2022, y bicampeón de América en 2021 y 2024.
Messi, crack en el campo, no particularmente locuaz, dijo hace poco que “después de ganar se valoran mucho las finales jugadas. Y no es fácil, el recorrido es muy duro”. Cuando algunos dicen, tautológicamente aquello de que “después del primero, los demás son perdedores”, olvidan que el deporte, como la vida, es un proceso, y que ganar es difícil.
Así que Maturana tenía razón, pero con matices. La derrota de Colombia en la final de la Copa América parece apenas una estación en un camino potencialmente glorioso. Esta selección jugó técnica y mentalmente con la victoria como objetivo. Eso, estudiando a los grandes triunfadores, toma tiempo, es difícil de adquirir, pero cuando se tiene, se puede. De ahí los matices. Hay derrotas que simplemente no enseñan, no dejan lecciones ni se pueden considerar parte de un proceso. Por ejemplo, aquel gran 4-4 de Colombia en 1962 y la posterior eliminación del Mundial 62. Las lecciones, definitivamente, no son las del 2024.
Para aquellos que olvidan, a España le tomó 32 años ganar un mundial. Tras no disputar el mundial de 1974, desde 1978 hasta la Eurocopa del 2008 simplemente no podía pasar de cuartos de final. Colombia lleva apenas 35 años entre los grandes del fútbol: desde 1990. En mi opinión, hemos necesitado tres grandes selecciones para por fin ver un equipo que juega técnica y mentalmente para ganar. En palabras de Maturana, en esta ocasión pienso que perdimos, pero ganamos un poquito.
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