Hace unos días, movilizándome en automóvil por una de las grandes avenidas de una ciudad del país, quien me acompañaba me hizo una pregunta sencilla pero diciente: ¿por qué será que la mayoría de avenidas de las ciudades de Colombia se arreglan por pequeños pedazos asfaltados, logrando que estén todo el tiempo llenas de turupes? ¡Y es cierto! Haga el ejercicio de recorrer las grandes avenidas de Bogotá y comprobará que la mayoría de ellas (si no todas) tienen pequeños parches de asfalto de tonalidades distintas, que garantizan un trabajo que funciona, pero que si hablamos de vías modernas no puede calificarse como nada distinto a un trabajo a medias.
La conclusión a la que llego es que esta es la “lógica del parche”, que funciona en buena parte de nuestra realidad y política nacional. Con parches arreglamos la economía, la política, la salud, la cultura, la educación, entre otros temas. El resultado no puede ser nada distinto a la mediocridad y el cortoplacismo.
En economía, en medio de la desaceleración del crecimiento del PIB, nos hemos inventado los parches llamados PIPE 1 (Plan de Impulso a la Productividad y el Empleo), PIPE 2 y ahora Colombia Repunta. Pero todos ellos no dejan de ser eso: remedos de acciones que no abordan de fondo la necesidad de crecer a largo plazo, sino que solucionan el problema puntual de un año o un par de años. De pronto por esta misma lógica no hemos sido capaces de tener una reforma tributaria estructural y casi con seguridad en el 2019 necesitaremos otra reforma.
En educación, la lógica del parche dio para un buen programa de subsidio a la demanda, pero nos quedamos cortos en una respuesta integral a las necesidades de las universidades públicas o a una gran apuesta de aumento de cobertura para los cientos de miles de jóvenes que aún no tienen acceso al sistema educativo. Algo similar podría predicarse de la estrategias en ciencia y tecnología.
En política, piense en el nuevo parche llamado “reforma electoral”. Un ajuste propuesto que tiene buenas intenciones en lo institucional, pero que no ataca de raíz realmente la madre de todas las corrupciones, que es la financiación de las campañas políticas. Se queda en lo adjetivo y no en lo sustantivo, cual es un ataque frontal a la corrupción y los incentivos perversos que la alimentan.
Y aclaro que esta lógica no es la de un gobierno en particular; es una manera de pensar que lleva varias generaciones de gobiernos nacionales, departamentales y locales, que prefieren el resultado a muy corto plazo, sin dar respuestas a las necesidades de futuro de la sociedad colombiana.
Y cuando por fin vemos que algo funciona distinto, como sucede en casos puntuales, aparecen los piratas con parche en el ojo que a través de la corrupción corroen todo lo que empieza a funcionar.
Por eso, cuando esta semana sale la noticia de que en el último informe del IMD de Suiza el país pierde tres posiciones y llega al puesto 54 en el indicador de competitividad, y que hemos ido deteriorando la posición desde hace más de 17 años (de hecho, en el año 2000 Colombia ocupaba el puesto 44), concluye uno que la lógica del parche tiene resultados nefastos a largo plazo.
Ahora entendemos, por el informe del IMD, que el resultado de dicha lógica incluye serias ineficiencias y deterioro de nuestras instituciones, el estado lamentable de nuestra infraestructura a pesar de todos los esfuerzos y la falta de transparencia, que incluye corrupción por desviación de fondos públicos y comportamiento antiético en el sector empresarial.
De parche en parche todo funcionará a medias, con turupes, con soluciones puntuales que aclaran el panorama máximo por un año pero que malgastan el tiempo y los esfuerzos de política pública en soluciones que no llegan a la médula del problema.
Quizás llegó el momento de cambiar esta lógica y empezar a reinventarnos una nación que, a la manera de otra, como China (y como ejemplo su nuevo plan One Belt One Road), debiese estar pensando a largo plazo en función del Estado y no en función de uno o dos años de gobierno.
jrestrep@gmail.com; @jrestrp
Hace unos días, movilizándome en automóvil por una de las grandes avenidas de una ciudad del país, quien me acompañaba me hizo una pregunta sencilla pero diciente: ¿por qué será que la mayoría de avenidas de las ciudades de Colombia se arreglan por pequeños pedazos asfaltados, logrando que estén todo el tiempo llenas de turupes? ¡Y es cierto! Haga el ejercicio de recorrer las grandes avenidas de Bogotá y comprobará que la mayoría de ellas (si no todas) tienen pequeños parches de asfalto de tonalidades distintas, que garantizan un trabajo que funciona, pero que si hablamos de vías modernas no puede calificarse como nada distinto a un trabajo a medias.
La conclusión a la que llego es que esta es la “lógica del parche”, que funciona en buena parte de nuestra realidad y política nacional. Con parches arreglamos la economía, la política, la salud, la cultura, la educación, entre otros temas. El resultado no puede ser nada distinto a la mediocridad y el cortoplacismo.
En economía, en medio de la desaceleración del crecimiento del PIB, nos hemos inventado los parches llamados PIPE 1 (Plan de Impulso a la Productividad y el Empleo), PIPE 2 y ahora Colombia Repunta. Pero todos ellos no dejan de ser eso: remedos de acciones que no abordan de fondo la necesidad de crecer a largo plazo, sino que solucionan el problema puntual de un año o un par de años. De pronto por esta misma lógica no hemos sido capaces de tener una reforma tributaria estructural y casi con seguridad en el 2019 necesitaremos otra reforma.
En educación, la lógica del parche dio para un buen programa de subsidio a la demanda, pero nos quedamos cortos en una respuesta integral a las necesidades de las universidades públicas o a una gran apuesta de aumento de cobertura para los cientos de miles de jóvenes que aún no tienen acceso al sistema educativo. Algo similar podría predicarse de la estrategias en ciencia y tecnología.
En política, piense en el nuevo parche llamado “reforma electoral”. Un ajuste propuesto que tiene buenas intenciones en lo institucional, pero que no ataca de raíz realmente la madre de todas las corrupciones, que es la financiación de las campañas políticas. Se queda en lo adjetivo y no en lo sustantivo, cual es un ataque frontal a la corrupción y los incentivos perversos que la alimentan.
Y aclaro que esta lógica no es la de un gobierno en particular; es una manera de pensar que lleva varias generaciones de gobiernos nacionales, departamentales y locales, que prefieren el resultado a muy corto plazo, sin dar respuestas a las necesidades de futuro de la sociedad colombiana.
Y cuando por fin vemos que algo funciona distinto, como sucede en casos puntuales, aparecen los piratas con parche en el ojo que a través de la corrupción corroen todo lo que empieza a funcionar.
Por eso, cuando esta semana sale la noticia de que en el último informe del IMD de Suiza el país pierde tres posiciones y llega al puesto 54 en el indicador de competitividad, y que hemos ido deteriorando la posición desde hace más de 17 años (de hecho, en el año 2000 Colombia ocupaba el puesto 44), concluye uno que la lógica del parche tiene resultados nefastos a largo plazo.
Ahora entendemos, por el informe del IMD, que el resultado de dicha lógica incluye serias ineficiencias y deterioro de nuestras instituciones, el estado lamentable de nuestra infraestructura a pesar de todos los esfuerzos y la falta de transparencia, que incluye corrupción por desviación de fondos públicos y comportamiento antiético en el sector empresarial.
De parche en parche todo funcionará a medias, con turupes, con soluciones puntuales que aclaran el panorama máximo por un año pero que malgastan el tiempo y los esfuerzos de política pública en soluciones que no llegan a la médula del problema.
Quizás llegó el momento de cambiar esta lógica y empezar a reinventarnos una nación que, a la manera de otra, como China (y como ejemplo su nuevo plan One Belt One Road), debiese estar pensando a largo plazo en función del Estado y no en función de uno o dos años de gobierno.
jrestrep@gmail.com; @jrestrp