A estas alturas, ya cumplidos los primeros dos años de gobierno, el país ha aprendido a distinguir entre el Petro de la máscara y el Petro de la realidad.
El primero es conciliador, tolerante y abierto al diálogo; propone acuerdos con rivales y promete trabajar unidos en aras de lograr alianzas y consensos. El segundo es el que al día siguiente de esas declaraciones insulta a sus rivales, lanza discursos incendiarios en plazas públicas, llama corrupto y nazi al que piensa distinto y no vacila en atacar a la prensa, al Congreso, a los empresarios, a los transportadores o a cualquier otro grupo que esa semana sea el blanco de su...

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