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Es un contrasentido. La Feria del Libro de Bogotá es la más grande de Colombia y es la única que cobra la entrada.
No es así en el resto del país. En las demás ferias regionales del libro, que son 17 e incluyen ciudades como Cali, Medellín, Pereira y Bucaramanga, el ingreso es gratuito, y son ríos de personas que entran a sus carpas y pabellones a curiosear los libros, tocarlos y hojearlos; que escuchan a los autores y asisten a las presentaciones de sus conferencias y novedades. Y todo eso lo hacen sin pagar.
Sucede igual en muchos otros países. Sin ir más lejos, las ferias del libro de Madrid y Barcelona son famosas por su asistencia alegre y multitudinaria, que participa sin costo alguno.
Nada de esto le resta méritos a la FILBO. Esta es una feria extraordinaria, con miles de eventos bien organizados y con una excelente logística de servicios. Muchos colegios públicos llevan a sus estudiantes gratis a la feria y en los fines de semana los recintos están a reventar. ¿Podría mejorar? Claro. Hoy en día hay música que suena por todos lados y los autores, a menudo, tienen que hablar por encima de las canciones que retumban en el espacio vecino.
Cierto: el costo de ingreso no es excesivo. Son $11.000. Pero para mucha gente ese valor equivale a un almuerzo. Y una familia tiene que incluir otros gastos adicionales como el costo del transporte, comida, parqueadero, y todo eso eleva el precio al punto de volverlo inasequible para miles de personas.
Colombia tiene un promedio de lectura muy bajo, con menos de dos libros por habitante por año, y está por debajo de otros países como Argentina, Chile y México. Por eso, cualquier cosa que se pueda hacer para facilitar el acceso a la lectura sería saludable. Y algo que se puede hacer es eliminar el costo de la entrada a la FILBO. Y si no es posible, se podrían estudiar otras opciones. Que hubiera al menos unos cuantos días de la feria de acceso gratuito, por ejemplo. O reducir el costo de la entrada. O que el precio de ingreso se abone a la compra de un libro. El hecho es el siguiente: nadie que se gana el sueldo mínimo en Bogotá se puede dar el lujo de ir a la feria. Y en cambio esa misma persona, en Cali, Medellín o Pereira, no sólo puede ir a la feria sino que puede llevar a su familia entera. Porque el ingreso es gratuito. Y estando ahí quién sabe qué tesoro del conocimiento podrán descubrir. Porque esa es la magia y la importancia de los libros.
Ahora, conozco los contraargumentos. Que empeoraría la seguridad. Que sería caótico. Que Corferias es una entidad privada y cobra por el acceso a todas sus ferias. Que no hay recursos para que el ingreso sea gratis. Y sí, habría que aumentar la seguridad en los recintos. Y habría que organizar a las multitudes. Y habría que conseguir recursos, mediante el Distrito o patrocinadores, para financiar los eventos. Pero ninguno de estos problemas es insalvable. Si se puede hacer en otras ciudades de Colombia y del mundo, se puede hacer en Bogotá.
Los libros son costosos en este país. Y hay mucho que hacer en cuanto a educación y fomento de la lectura. Pero la cultura no debe ser un lujo ni una actividad limitada a la élite. Y si se puede hacer algo por democratizar el acceso a los libros, bienvenido. La idea es quitar obstáculos a la lectura. No poner más.