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La gran literatura es subversiva

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Juan Carlos Botero
28 de febrero de 2025 - 05:05 a. m.
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La gran literatura lleva a cuestionar. A indagar el orden social, la vida colectiva, el papel del individuo, de Dios y la religión, de los gobiernos; las raíces de la infelicidad y las causas de la desgracia, del infortunio y el desamor. Por esa razón, la novela ha sido perseguida, acosada y censurada por todos los Estados totalitarios, aquellos que no permiten que sus ciudadanos critiquen, protesten o se rebelen. Los que no desean que su población cuestione nada. Porque tan pronto la gente es libre de cuestionar, tarde o temprano terminará cuestionando a la autoridad y los centros del poder. Y eso es intolerable en un régimen que aspira a controlar la vida de sus súbditos.

Por eso la novela solo fluye en sociedades libres y abiertas, y se oculta y comparte de manera clandestina en Estados totalitarios. Porque los autócratas saben algo que a menudo se olvida en sociedades democráticas: que la novela es un género subversivo. Y por lo tanto peligroso. Porque inspira inconformidad, y marcha en contra de la complacencia y la resignación. Y ese espíritu insatisfecho es la semilla detrás del progreso de la humanidad. Cada invento, cada avance de la civilización, cada esfuerzo que busca mejorar algún aspecto de la existencia, nace de una chispa de inconformidad. De insurrección. De sospechar que las cosas pueden ser distintas, que la vida puede ser más justa y equitativa, que la felicidad y el bienestar pueden ser mayores, y que hay hechos y sucesos que son intolerables y que no se deben olvidar. Que se deben rechazar. Y rechazar con todas las fuerzas.

Esa es la tarea del escritor. Trabajar. Y trabajar. Escribir a diario, rompiendo mucho y publicando poco, como alguien una vez aconsejó. Pero entonces surge la pregunta: ¿cómo saber cuando una frase o una novela está bien contada, o, por el contrario, aún se puede pulir, apretar, mejorar y perfeccionar? Aplicando una regla que Truman Capote resumió así: cuando la frase o la obra silencia tu imaginación. Cuando terminas de leer Cien años de soledad o acabas de escuchar la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven, tu mente no se rebela, no protesta, no se pone en pie para decir: “Yo habría terminado esta novela o esta sinfonía de otra manera”. Al contrario, queda la impresión de algo inevitable, la sensación de que tenía que ser así, que se tenía que concluir de esa manera. Y más aún: que solo se podía concluir así. El texto o la música silencia tu imaginación. No permite la protesta, ni la crítica o la objeción. Al revés: nos invade una sensación de gratitud, de aceptación y de absoluta plenitud, donde nuestra imaginación queda colmada, silenciada ante la maestría que acabamos de presenciar.

Lograr eso es muy difícil, por supuesto. Y la mayor parte de las veces fracasarás en el intento. No importa. Lo que vale es la actitud. Buscar la excelencia, aspirar a lo sublime. Y si te empeñas en ello, y si trabajas con rigor y honestidad, y si los dioses te sonríen, quizás lo logres alguna vez. Y entonces tendrás que intentarlo de nuevo. Dejando las vísceras en el papel, venerando el arte de tus maestros y honrando tu propia tradición. Entonces evocarás la frase de Gustav Mahler: “La tradición no es la adoración de las cenizas, sino la transmisión del fuego”. Y esa será tu tarea esencial. Transmitir el fuego.

@JuanCarBotero

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fredys lopez ortega(9j2g1)01 de marzo de 2025 - 01:24 a. m.
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jairo sanchez(20827)01 de marzo de 2025 - 12:28 a. m.
Tal vez por eso es que en La Florida y otros estados de la Unión están prohibiendo ciertos autores y libros, demostrando que el autoritarismo no es una tendencia creciente en EEUU con la llegada de D. Trump, viene de antes, con otros personajes quizá no tan brutales como el actual presidente pero si iguales de cavernarios y antidemocráticos.
William Velasco velez(16260)28 de febrero de 2025 - 10:42 p. m.
Sencillamente maravillosa columna
alexandrs Navarrete(m841l)28 de febrero de 2025 - 09:01 p. m.
👏🏽.
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