La historia de internet ha tenido hitos trascendentales, como el navegador de Netscape (1995), el buscador de Google (1998) y el teléfono iPhone (2007). En noviembre del año pasado surgió otro: ChatGPT, el cual puede cambiar la forma de interacción con la web, cuyo lanzamiento generó un terremoto en el ya sísmico Silicon Valley.
ChatGPT es un sofisticado programa informático basado en inteligencia artificial que se puso gratuitamente a disposición del público y puede ser utilizado sin mayor dificultad. A diferencia de los robots de conversación (chatbots) que utilizan los internautas, esta herramienta permite interactuar como si se estuviera al frente de un experto en infinidad de temas. Los requerimientos no son atendidos con un chorro interminable de links o respuestas como las de Siri y Alexa. ChatGPT tiene la capacidad de generar textos complejos y colaborar en el diseño de programas de computación.
El lanzamiento de ChatGPT por parte del laboratorio de inteligencia artificial OpenAI tomó por sorpresa a Google. Ciertamente es una amenaza a su buscador, que durante casi 20 años ha sido la puerta de entrada a internet, casi sin ninguna competencia. Y no es que Google no tenga ya ese grado de desarrollo tecnológico en materia de inteligencia artificial. Sin embargo, según algunos expertos, es un asunto de oportunidad y mercado. Si Google ofreciera al público una herramienta similar a ChatGPT, corre el riesgo de canibalizar el negocio de su motor de búsqueda, que le genera billones de dólares.
El viernes pasado se informó que Sundar Pichai, CEO de Google, pidió la ayuda de Larry Page y Sergey Brin, fundadores de la compañía, para definir la estrategia del negocio frente a la inteligencia artificial. Su reacción será decisiva en el mercado mundial.
La masificación de herramientas como ChatGPT tendrá profundas implicaciones sociales, políticas y económicas. En la historia de la humanidad, la irrupción de nuevas tecnologías siempre ha traído zozobra. Esta vez están en juego no solo la productividad y el conocimiento, sino la forma misma de pensar. Como en el mito de Prometeo y el fuego, es imposible avizorar las consecuencias.
@jcgomez_j
La historia de internet ha tenido hitos trascendentales, como el navegador de Netscape (1995), el buscador de Google (1998) y el teléfono iPhone (2007). En noviembre del año pasado surgió otro: ChatGPT, el cual puede cambiar la forma de interacción con la web, cuyo lanzamiento generó un terremoto en el ya sísmico Silicon Valley.
ChatGPT es un sofisticado programa informático basado en inteligencia artificial que se puso gratuitamente a disposición del público y puede ser utilizado sin mayor dificultad. A diferencia de los robots de conversación (chatbots) que utilizan los internautas, esta herramienta permite interactuar como si se estuviera al frente de un experto en infinidad de temas. Los requerimientos no son atendidos con un chorro interminable de links o respuestas como las de Siri y Alexa. ChatGPT tiene la capacidad de generar textos complejos y colaborar en el diseño de programas de computación.
El lanzamiento de ChatGPT por parte del laboratorio de inteligencia artificial OpenAI tomó por sorpresa a Google. Ciertamente es una amenaza a su buscador, que durante casi 20 años ha sido la puerta de entrada a internet, casi sin ninguna competencia. Y no es que Google no tenga ya ese grado de desarrollo tecnológico en materia de inteligencia artificial. Sin embargo, según algunos expertos, es un asunto de oportunidad y mercado. Si Google ofreciera al público una herramienta similar a ChatGPT, corre el riesgo de canibalizar el negocio de su motor de búsqueda, que le genera billones de dólares.
El viernes pasado se informó que Sundar Pichai, CEO de Google, pidió la ayuda de Larry Page y Sergey Brin, fundadores de la compañía, para definir la estrategia del negocio frente a la inteligencia artificial. Su reacción será decisiva en el mercado mundial.
La masificación de herramientas como ChatGPT tendrá profundas implicaciones sociales, políticas y económicas. En la historia de la humanidad, la irrupción de nuevas tecnologías siempre ha traído zozobra. Esta vez están en juego no solo la productividad y el conocimiento, sino la forma misma de pensar. Como en el mito de Prometeo y el fuego, es imposible avizorar las consecuencias.
@jcgomez_j