La cuestión más crítica para el futuro de la libertad de expresión es el grado de control que el Estado pueda imponer en el mundo digital. Naturalmente, este es un asunto que no se plantea en países como China, Rusia, Turquía y la India. La grave es que la censura como solución se expanda a otras naciones, al mismo ritmo que lo hace el extremismo alrededor del mundo.
La toma del capitolio en EE. UU. en enero de 2021, aparte de la tragedia que significó para la democracia de ese país, prendió la alarma acerca del alcance inmediato de las redes sociales para incitar a violencia, lo que ocasionó que Twitter cancelara la cuenta del entonces presidente Donald Trump. Como reacción, el Congreso estatal de la Florida controlado por los republicanos expidió una ley para prohibir que las grandes plataformas digitales tomaran decisiones en tal sentido. Dicha ley fue suspendida por una autoridad judicial bajo la consideración de que se violaba la Primera Enmienda (libertad de expresión).
Paralelamente, la legislatura de Texas expidió una ley que prohibía que las redes sociales eliminaran o censuraran contenidos emitidos por sus usuarios, salvo temáticas específicas. Esta norma también fue suspendida judicialmente por la misma razón. En ambos casos Meta (Facebook) y YouTube (Google) a través de sus gremios se opusieron a esas leyes estatales.
Por tratarse de un tema de trascendencia constitucional, las dos resoluciones judiciales llegaron a conocimiento de la Corte Suprema de EE. UU. quien finalmente se pronunció la semana pasada. Después de un profundo análisis, la decisión unánime fue neutra. El asunto debe volver al conocimiento de las autoridades judiciales con el fin de que reconsideren sus decisiones teniendo en cuenta la preeminencia de la libertad de expresión y la discrecionalidad editorial de la que goza la prensa tradicional.
La problemática está muy lejos de ser resuelta. El software que utilizan las plataformas digitales constituye de por sí un filtro a los contenidos a los cuales pueden acceder los usuarios y una talanquera a su difusión, todo lo cual será mucho más complejo con las herramientas de la inteligencia artificial y la infinitud de la información.
La cuestión más crítica para el futuro de la libertad de expresión es el grado de control que el Estado pueda imponer en el mundo digital. Naturalmente, este es un asunto que no se plantea en países como China, Rusia, Turquía y la India. La grave es que la censura como solución se expanda a otras naciones, al mismo ritmo que lo hace el extremismo alrededor del mundo.
La toma del capitolio en EE. UU. en enero de 2021, aparte de la tragedia que significó para la democracia de ese país, prendió la alarma acerca del alcance inmediato de las redes sociales para incitar a violencia, lo que ocasionó que Twitter cancelara la cuenta del entonces presidente Donald Trump. Como reacción, el Congreso estatal de la Florida controlado por los republicanos expidió una ley para prohibir que las grandes plataformas digitales tomaran decisiones en tal sentido. Dicha ley fue suspendida por una autoridad judicial bajo la consideración de que se violaba la Primera Enmienda (libertad de expresión).
Paralelamente, la legislatura de Texas expidió una ley que prohibía que las redes sociales eliminaran o censuraran contenidos emitidos por sus usuarios, salvo temáticas específicas. Esta norma también fue suspendida judicialmente por la misma razón. En ambos casos Meta (Facebook) y YouTube (Google) a través de sus gremios se opusieron a esas leyes estatales.
Por tratarse de un tema de trascendencia constitucional, las dos resoluciones judiciales llegaron a conocimiento de la Corte Suprema de EE. UU. quien finalmente se pronunció la semana pasada. Después de un profundo análisis, la decisión unánime fue neutra. El asunto debe volver al conocimiento de las autoridades judiciales con el fin de que reconsideren sus decisiones teniendo en cuenta la preeminencia de la libertad de expresión y la discrecionalidad editorial de la que goza la prensa tradicional.
La problemática está muy lejos de ser resuelta. El software que utilizan las plataformas digitales constituye de por sí un filtro a los contenidos a los cuales pueden acceder los usuarios y una talanquera a su difusión, todo lo cual será mucho más complejo con las herramientas de la inteligencia artificial y la infinitud de la información.