En 2020 el entonces presidente Trump trató de prohibir TikTok ante el riesgo de que el Gobierno chino accedería a los datos de los usuarios de esa plataforma en EE. UU., que son más de 170 millones. Desde entonces ByteDance —gigante chino propietario de TikTok— viene negociando con las autoridades un acuerdo que garantice la privacidad y resuelva las preocupaciones en temas de seguridad nacional, pero las negociaciones han fracasado y el asunto se ha puesto más difícil desde la llegada de Biden a la Presidencia, en medio de la creciente tensión comercial y política con China. En mayo fue aprobada una ley que prohibiría TikTok en EE. UU. a partir del próximo 19 de enero, a menos que ByteDance ceda el control a un tercero que no sea de origen chino.
ByteDance demandó esa ley ante una Corte federal en Washington, alegando la violación de la Primera Enmienda, que garantiza la libertad de expresión. Algunos defensores de los derechos civiles consideran que TikTok no es una amenaza seria para la seguridad de EE. UU. Otros sostienen que, en lugar de esa ley —que podría no pasar el examen de constitucionalidad—, se podrían desarrollar herramientas tecnológicas o adoptar mejores políticas de privacidad para garantizar los derechos de los ciudadanos. La cruzada contra TikTok hace evocar aquella legislación del macartismo que, a mediados del siglo pasado, impidió que ingresaran a ese país escritores como Neruda y García Márquez, por temor a que la sociedad “se contagiara de ideas comunistas”.
En todo caso, valga recordar que TikTok está bloqueado en India desde 2020 y que en países como Reino Unido se prohíbe que los funcionarios del Gobierno y del Parlamento utilicen esa plataforma en sus teléfonos de dotación.
En Colombia, hace pocos días, el Ministerio TIC y su homólogo chino celebraron un acuerdo para impulsar al sector. Por lo pronto, no parece existir ninguna preocupación geopolítica, pero valdría la pena evaluar seriamente y sin apasionamientos el papel de nuestro país en la nueva Ruta de la Seda, una estrategia global de la China que ya está alterando el equilibrio de poder con EE. UU.
En 2020 el entonces presidente Trump trató de prohibir TikTok ante el riesgo de que el Gobierno chino accedería a los datos de los usuarios de esa plataforma en EE. UU., que son más de 170 millones. Desde entonces ByteDance —gigante chino propietario de TikTok— viene negociando con las autoridades un acuerdo que garantice la privacidad y resuelva las preocupaciones en temas de seguridad nacional, pero las negociaciones han fracasado y el asunto se ha puesto más difícil desde la llegada de Biden a la Presidencia, en medio de la creciente tensión comercial y política con China. En mayo fue aprobada una ley que prohibiría TikTok en EE. UU. a partir del próximo 19 de enero, a menos que ByteDance ceda el control a un tercero que no sea de origen chino.
ByteDance demandó esa ley ante una Corte federal en Washington, alegando la violación de la Primera Enmienda, que garantiza la libertad de expresión. Algunos defensores de los derechos civiles consideran que TikTok no es una amenaza seria para la seguridad de EE. UU. Otros sostienen que, en lugar de esa ley —que podría no pasar el examen de constitucionalidad—, se podrían desarrollar herramientas tecnológicas o adoptar mejores políticas de privacidad para garantizar los derechos de los ciudadanos. La cruzada contra TikTok hace evocar aquella legislación del macartismo que, a mediados del siglo pasado, impidió que ingresaran a ese país escritores como Neruda y García Márquez, por temor a que la sociedad “se contagiara de ideas comunistas”.
En todo caso, valga recordar que TikTok está bloqueado en India desde 2020 y que en países como Reino Unido se prohíbe que los funcionarios del Gobierno y del Parlamento utilicen esa plataforma en sus teléfonos de dotación.
En Colombia, hace pocos días, el Ministerio TIC y su homólogo chino celebraron un acuerdo para impulsar al sector. Por lo pronto, no parece existir ninguna preocupación geopolítica, pero valdría la pena evaluar seriamente y sin apasionamientos el papel de nuestro país en la nueva Ruta de la Seda, una estrategia global de la China que ya está alterando el equilibrio de poder con EE. UU.