Nada supera en la vida el poder de lo colaborativo.
Nada supera en la vida el poder de lo colaborativo.
Siempre escuché que caminando solo se llega más rápido, pero caminando en equipo se llega más lejos.
Y hablando de distancia, una de las más largas y apasionantes licitaciones globales de publicidad en las que haya participado fue para una marca mundial de automóviles eléctricos, de origen alemán, pero basada en Barcelona. Tal vez una de las marcas de vehículos más emergentes, sexys y de mayor crecimiento en el planeta.
Comenzamos la licitación y a los dos meses de haber presentado credenciales nos dijeron que habíamos avanzado a la siguiente ronda con otras tres compañías.
Ya éramos cuatro finalistas que nos íbamos a enfrentar con estrategia, creatividad y transformación digital.
Para empezar, ubicamos nuestra base operativa en la ciudad catalana donde teníamos oficina y así creamos un poderoso ecosistema de talentos entre España como país líder, Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Alemania.
Trabajamos durísimo durante dos meses para luego llegar a las oficinas del cliente y hacer una gran presentación.
Al concluir nos dijeron que de las cuatro, habían tomado la decisión de recortar a 3.
Una empresa de Nueva York, una de Inglaterra y nosotros, una agencia americana, pero con espíritu latino y con piso a tierra en la oficina de Barcelona.
Ya para ese momento llevábamos 6 meses de licitación y mi vida se había convertido en un continuo viaje de ida y vuelta entre Estados Unidos y Barcelona.
Como equipo nos preparamos con todo, tuvimos sesiones de pensamiento, producción y desarrollo y finalmente llegamos al gran día con una campaña blindada en ideas y conocimiento del consumidor para la última presentación.
Nuevamente, fue en sus oficinas, las cuales se encontraban en una de las calles más emblemáticas de la ciudad, el Paseo de Gracia.
Pero esta vez nos habíamos preparado aún mejor.
Entendíamos que para ganar, necesitábamos de un doble impacto. El creativo y el emocional.
En cuanto al creativo hicimos un trabajo conceptual y estratégico magistral. Pero sabíamos que nuestros competidores también podrían llegar con algo muy bueno.
Teníamos una carta bajo la manga. Éramos los únicos con oficina en Barcelona, cerca a las de nuestro cliente, y eso lo convertiríamos en una ventaja emocional, en una oportunidad inigualable. Mientras los competidores debían viajar desde otros países, nosotros estábamos allá, jugábamos de local.
La presentación fue contundente, fluida, llena de buena química.
Terminamos y el cliente aplaudió.
En ese momento comenzó a escucharse un sonido y algarabía afuera en la calle. Les pedimos que se asomaran a la ventana y así lo hicieron y empezaron a ver con la boca abierta y una sorpresa desmedida, que se realizaba una marcha, como una manifestación pública, pero compuesta por todas las personas de nuestra oficina que con letreros y saludos demostraban la pasión y el compromiso que tendríamos por la marca y su éxito.
Más de 100 personas marcharon efusivamente.
Los clientes altamente emocionados bajaron y salieron al exterior para saludar a todos los manifestantes y sacar fotos del inesperado evento.
En ese instante ganamos la licitación.
El balance creativo y emocional se había inclinado hacia nuestro lado.
El poder del cardumen triunfó. Fue sin duda una victoria de poder colaborativo.
Gracias a todas las personas que participaron y trabajaron en ella.
Una campaña inolvidable, una sorpresa inolvidable, una victoria inolvidable.
Que viva la creatividad.
Nada supera en la vida el poder de lo colaborativo.
Nada supera en la vida el poder de lo colaborativo.
Siempre escuché que caminando solo se llega más rápido, pero caminando en equipo se llega más lejos.
Y hablando de distancia, una de las más largas y apasionantes licitaciones globales de publicidad en las que haya participado fue para una marca mundial de automóviles eléctricos, de origen alemán, pero basada en Barcelona. Tal vez una de las marcas de vehículos más emergentes, sexys y de mayor crecimiento en el planeta.
Comenzamos la licitación y a los dos meses de haber presentado credenciales nos dijeron que habíamos avanzado a la siguiente ronda con otras tres compañías.
Ya éramos cuatro finalistas que nos íbamos a enfrentar con estrategia, creatividad y transformación digital.
Para empezar, ubicamos nuestra base operativa en la ciudad catalana donde teníamos oficina y así creamos un poderoso ecosistema de talentos entre España como país líder, Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Alemania.
Trabajamos durísimo durante dos meses para luego llegar a las oficinas del cliente y hacer una gran presentación.
Al concluir nos dijeron que de las cuatro, habían tomado la decisión de recortar a 3.
Una empresa de Nueva York, una de Inglaterra y nosotros, una agencia americana, pero con espíritu latino y con piso a tierra en la oficina de Barcelona.
Ya para ese momento llevábamos 6 meses de licitación y mi vida se había convertido en un continuo viaje de ida y vuelta entre Estados Unidos y Barcelona.
Como equipo nos preparamos con todo, tuvimos sesiones de pensamiento, producción y desarrollo y finalmente llegamos al gran día con una campaña blindada en ideas y conocimiento del consumidor para la última presentación.
Nuevamente, fue en sus oficinas, las cuales se encontraban en una de las calles más emblemáticas de la ciudad, el Paseo de Gracia.
Pero esta vez nos habíamos preparado aún mejor.
Entendíamos que para ganar, necesitábamos de un doble impacto. El creativo y el emocional.
En cuanto al creativo hicimos un trabajo conceptual y estratégico magistral. Pero sabíamos que nuestros competidores también podrían llegar con algo muy bueno.
Teníamos una carta bajo la manga. Éramos los únicos con oficina en Barcelona, cerca a las de nuestro cliente, y eso lo convertiríamos en una ventaja emocional, en una oportunidad inigualable. Mientras los competidores debían viajar desde otros países, nosotros estábamos allá, jugábamos de local.
La presentación fue contundente, fluida, llena de buena química.
Terminamos y el cliente aplaudió.
En ese momento comenzó a escucharse un sonido y algarabía afuera en la calle. Les pedimos que se asomaran a la ventana y así lo hicieron y empezaron a ver con la boca abierta y una sorpresa desmedida, que se realizaba una marcha, como una manifestación pública, pero compuesta por todas las personas de nuestra oficina que con letreros y saludos demostraban la pasión y el compromiso que tendríamos por la marca y su éxito.
Más de 100 personas marcharon efusivamente.
Los clientes altamente emocionados bajaron y salieron al exterior para saludar a todos los manifestantes y sacar fotos del inesperado evento.
En ese instante ganamos la licitación.
El balance creativo y emocional se había inclinado hacia nuestro lado.
El poder del cardumen triunfó. Fue sin duda una victoria de poder colaborativo.
Gracias a todas las personas que participaron y trabajaron en ella.
Una campaña inolvidable, una sorpresa inolvidable, una victoria inolvidable.
Que viva la creatividad.