Alfredo Di Stéfano, el ídolo, el campeón de múltiples copas y ligas con el equipo merengue, la famosa “Saeta rubia”.
Hace unos años, el reloj marcaba las 8 de la noche y yo me encontraba al frente de la entrada del grandioso estadio Santiago Bernabéu en la ciudad de Madrid, por la avenida de la Castellana. La emoción me invadía por todos lados, pues iba a ver un juego del Real Madrid por la copa Champions, acompañado de mi cuñado.
Para mí, ese momento equivalía como a un niño entrando a Disney y encontrándose cara a cara con Mickey Mouse. Cada paso que daba, significaba un segundo menos para poder ingresar. Al caminar hacia la puerta noté un tumulto en el camino. Muchas personas rodeaban a un señor de corbata, le pedían autógrafos y le hacían preguntas.
Me acerqué por curiosidad y percaté que se trataba del presidente honorario del club, un hombre de aproximadamente 80 años con sonrisa de bonachón y magneto energético hacia la gente: Alfredo Di Stéfano, el ídolo, el campeón de múltiples copas y ligas con el equipo merengue, la famosa “Saeta rubia”, considerado uno de los mejores jugadores de toda la historia, quien además fuera la gran insignia de Millonarios de Bogotá en la gloriosa época del Dorado en los años 50, cuando “Millos” contaba con una de las mejores nóminas, acompañado por Pedernera, Rossi, Cozzi y que enfrentaría al Real Madrid en 1952, venciéndolo por 4 a 2, resultado que sellaría el traspaso de Di Stéfano a España.
Pasaron por mi mente todas las historias de niñez que narraba mi padre cuando lo veía jugar en el Nemesio Camacho el Campin , tildándolo no de jugador sino de leyenda.
Me fui metiendo entre la aglomeración madrileña hasta quedar muy próximo, pero sin saber cómo abordarlo y qué decirle para llamar su atención en medio de tantas personalidades. De repente vi un espacio vacío, una oportunidad de oro y me lancé con el mantra del todo por el todo y le dije: señor Alfredo Di Stéfano, soy de Millonarios y en Colombia lo aman con fervor.
Apenas escuchó la palabra Millonarios volteó su cabeza hacia mí, me miró a los ojos y dijo: “Mi ‘Millos’ querido, siempre lo llevo en mi corazón”. Todo el grupo de personas hizo una pausa, me observaron por unos segundos y luego prosiguieron su dinámica de conversación. Nunca olvidaré ese momento. Había llamado la atención de este monstruo de la historia del fútbol, pero sobre todo había tocado su corazón, su corazón azul. Él seguía siendo de “Millos” y su afecto y agradecimiento por esta institución eran infinitos. Después de esta cápsula mágica del tiempo seguimos caminando y finalmente entramos al estadio.
Mi cuñado me dijo al oído: “Qué historia tan espectacular, sobre todo viniendo de un hincha santafereño como usted”. Un pequeño, pero inolvidable recuerdo que quería compartir en nombre y en honor de la ‘Saeta Rubia’, 10 años después de su muerte.
Grande Alfredo Di Stéfano. Gracias por la alquimia futbolística que nos regaló a todos en este mundo, sin importar a cuál equipo pertenecemos.
Alfredo Di Stéfano, el ídolo, el campeón de múltiples copas y ligas con el equipo merengue, la famosa “Saeta rubia”.
Hace unos años, el reloj marcaba las 8 de la noche y yo me encontraba al frente de la entrada del grandioso estadio Santiago Bernabéu en la ciudad de Madrid, por la avenida de la Castellana. La emoción me invadía por todos lados, pues iba a ver un juego del Real Madrid por la copa Champions, acompañado de mi cuñado.
Para mí, ese momento equivalía como a un niño entrando a Disney y encontrándose cara a cara con Mickey Mouse. Cada paso que daba, significaba un segundo menos para poder ingresar. Al caminar hacia la puerta noté un tumulto en el camino. Muchas personas rodeaban a un señor de corbata, le pedían autógrafos y le hacían preguntas.
Me acerqué por curiosidad y percaté que se trataba del presidente honorario del club, un hombre de aproximadamente 80 años con sonrisa de bonachón y magneto energético hacia la gente: Alfredo Di Stéfano, el ídolo, el campeón de múltiples copas y ligas con el equipo merengue, la famosa “Saeta rubia”, considerado uno de los mejores jugadores de toda la historia, quien además fuera la gran insignia de Millonarios de Bogotá en la gloriosa época del Dorado en los años 50, cuando “Millos” contaba con una de las mejores nóminas, acompañado por Pedernera, Rossi, Cozzi y que enfrentaría al Real Madrid en 1952, venciéndolo por 4 a 2, resultado que sellaría el traspaso de Di Stéfano a España.
Pasaron por mi mente todas las historias de niñez que narraba mi padre cuando lo veía jugar en el Nemesio Camacho el Campin , tildándolo no de jugador sino de leyenda.
Me fui metiendo entre la aglomeración madrileña hasta quedar muy próximo, pero sin saber cómo abordarlo y qué decirle para llamar su atención en medio de tantas personalidades. De repente vi un espacio vacío, una oportunidad de oro y me lancé con el mantra del todo por el todo y le dije: señor Alfredo Di Stéfano, soy de Millonarios y en Colombia lo aman con fervor.
Apenas escuchó la palabra Millonarios volteó su cabeza hacia mí, me miró a los ojos y dijo: “Mi ‘Millos’ querido, siempre lo llevo en mi corazón”. Todo el grupo de personas hizo una pausa, me observaron por unos segundos y luego prosiguieron su dinámica de conversación. Nunca olvidaré ese momento. Había llamado la atención de este monstruo de la historia del fútbol, pero sobre todo había tocado su corazón, su corazón azul. Él seguía siendo de “Millos” y su afecto y agradecimiento por esta institución eran infinitos. Después de esta cápsula mágica del tiempo seguimos caminando y finalmente entramos al estadio.
Mi cuñado me dijo al oído: “Qué historia tan espectacular, sobre todo viniendo de un hincha santafereño como usted”. Un pequeño, pero inolvidable recuerdo que quería compartir en nombre y en honor de la ‘Saeta Rubia’, 10 años después de su muerte.
Grande Alfredo Di Stéfano. Gracias por la alquimia futbolística que nos regaló a todos en este mundo, sin importar a cuál equipo pertenecemos.