Gustavo Petro está desesperado por llegar a la Presidencia. Se le nota en los discursos, en las “P” gigantes, en las “alocuciones a la Nación”, y, sobre todo, en las alianzas cada vez más incoherentes. Sin embargo, con el anuncio de que el cristiano radical Alfredo Saade será precandidato presidencial del Pacto Histórico, cruzó una línea que tiene a muchas de sus seguidoras sintiéndose traicionadas: mostró que la crueldad no importa si lo ayuda a ungirse.
Saade es un líder político nefasto. Representa las peores características del cristianismo oscurantista: profesan amor, pero niegan la humanidad y los derechos básicos de grupos enteros de la población. Escribió que “el matrimonio entre homosexuales es pura paja” (wow, qué brillantez). También dijo, con vehemencia, “NO matrimonio igualitario NO legalizacion marihuana NO aborto SÍ familia SÍ a la vida” (¿entonces no hay familias homoparentales? ¿Entonces las mujeres que interrumpan sus embarazos deben ir a la cárcel? ¿Las vidas de ellas no importan?)
Cuando Ana Cristina Restrepo se atrevió a cuestionarlo, la llamó uribista. ¡A Ana Cristina Restrepo! Pero, bueno, esa táctica de “todos los que me critican son radicales de la orilla opuesta” es típica en el petrismo y el quinterismo y el uribismo y el duquismo (¡ja!) y el bolsonarismo, etcétera.
Usted puede darle mil vueltas retóricas, pero la realidad es mucho más cruda. El cristianismo oscurantista se opuso y se sigue oponiendo al matrimonio igualitario porque siente que las relaciones de personas del mismo sexo son aberrantes. Ya no lo dicen en voz alta, sino con eufemismos y con pragmatismo político, pero lo profesan. Y así con todos los derechos de las personas LGBT: les incomodan, les estorban, les parecen rimbombantes y malos ejemplos para la pobre juventud.
El problema es que esos discursos están conectados de manera directa con la violencia. Ser gay, lesbiana, bisexual o trans en Colombia es sufrir durante años y años persecuciones, prejuicios, ataques, exclusiones y mucho sufrimiento. Las familias, esas a las que Saade les dice SÍ, niegan a sus hijos, buscan terapias de conversión que son torturas, piden consuelo en pastores que les dicen que algo hay que hacer para enderezar a los muchachos.
Como escribió un editorial de El Espectador a propósito del joven de 17 años al que le cortaron un brazo después de haber sido matoneado por ser gay: “Un estudio de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) sobre la experiencia de las personas LGBT en Colombia encontró que una de cada cuatro ha pensado en quitarse la vida, que el 72 % reporta haber sentido angustia psicológica, que el 60 % ha experimentado violencia verbal y que tres de cada cuatro fueron matoneadas antes de cumplir 18 años”.
A esos son a los que Saade y compañía les dicen NO.
Lo chistoso es que Petro y sus aliados, siempre prestos a dictar clase desde su superioridad moral, dicen que las críticas son injustas; que están construyendo un frente amplio; que en Colombia hay libertad de cultos. ¡Como si ese fuese el problema!
Claro que en Colombia hay libertad de cultos y usted puede creer lo que se le venga en gana. Pero una cosa es respetar la religión, otra es hacer pactos políticos oportunistas sacrificando los valores. Petro pasó de votar por Alejandro Ordóñez como procurador a poner a un análogo de Ordóñez en el tarjetón de su Pacto Histórico, solo que un tris más social bacán.
El cálculo político es mezquino. Petro sabe que emberracó a las feministas y a las activistas LGBT que comparten el camino con él, pero les pregunta: ¿a dónde se van a ir? ¿A votar por Cabal? ¿A entregarse al centro confundido? El raciocinio es que igual va a capturar esos votos y le robará parte del cristianismo a la ultraderecha. Lo dicho, es un estratega.
Pero restarle relevancia a la dignidad de las personas LGBT, los derechos de las mujeres y las poblaciones vulneradas es una táctica politiquera de antaño. “No jodan”, dicen las hordas de petristas, “todo es por salvar el país”. ¿Qué importa si pactamos con alguien que cree que ustedes son menos seres humanos? ¿De verdad van a molestarse por hacer alianza con alguien que ve con buenos ojos que 70 mujeres mueran cada año por abortos clandestinos?
Vale, ustedes sabrán más que el resto. Pero Gustavo Petro eligió la crueldad para llegar al poder. Vamos viendo los colores verdaderos de su “revolución política”.
Gustavo Petro está desesperado por llegar a la Presidencia. Se le nota en los discursos, en las “P” gigantes, en las “alocuciones a la Nación”, y, sobre todo, en las alianzas cada vez más incoherentes. Sin embargo, con el anuncio de que el cristiano radical Alfredo Saade será precandidato presidencial del Pacto Histórico, cruzó una línea que tiene a muchas de sus seguidoras sintiéndose traicionadas: mostró que la crueldad no importa si lo ayuda a ungirse.
Saade es un líder político nefasto. Representa las peores características del cristianismo oscurantista: profesan amor, pero niegan la humanidad y los derechos básicos de grupos enteros de la población. Escribió que “el matrimonio entre homosexuales es pura paja” (wow, qué brillantez). También dijo, con vehemencia, “NO matrimonio igualitario NO legalizacion marihuana NO aborto SÍ familia SÍ a la vida” (¿entonces no hay familias homoparentales? ¿Entonces las mujeres que interrumpan sus embarazos deben ir a la cárcel? ¿Las vidas de ellas no importan?)
Cuando Ana Cristina Restrepo se atrevió a cuestionarlo, la llamó uribista. ¡A Ana Cristina Restrepo! Pero, bueno, esa táctica de “todos los que me critican son radicales de la orilla opuesta” es típica en el petrismo y el quinterismo y el uribismo y el duquismo (¡ja!) y el bolsonarismo, etcétera.
Usted puede darle mil vueltas retóricas, pero la realidad es mucho más cruda. El cristianismo oscurantista se opuso y se sigue oponiendo al matrimonio igualitario porque siente que las relaciones de personas del mismo sexo son aberrantes. Ya no lo dicen en voz alta, sino con eufemismos y con pragmatismo político, pero lo profesan. Y así con todos los derechos de las personas LGBT: les incomodan, les estorban, les parecen rimbombantes y malos ejemplos para la pobre juventud.
El problema es que esos discursos están conectados de manera directa con la violencia. Ser gay, lesbiana, bisexual o trans en Colombia es sufrir durante años y años persecuciones, prejuicios, ataques, exclusiones y mucho sufrimiento. Las familias, esas a las que Saade les dice SÍ, niegan a sus hijos, buscan terapias de conversión que son torturas, piden consuelo en pastores que les dicen que algo hay que hacer para enderezar a los muchachos.
Como escribió un editorial de El Espectador a propósito del joven de 17 años al que le cortaron un brazo después de haber sido matoneado por ser gay: “Un estudio de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) sobre la experiencia de las personas LGBT en Colombia encontró que una de cada cuatro ha pensado en quitarse la vida, que el 72 % reporta haber sentido angustia psicológica, que el 60 % ha experimentado violencia verbal y que tres de cada cuatro fueron matoneadas antes de cumplir 18 años”.
A esos son a los que Saade y compañía les dicen NO.
Lo chistoso es que Petro y sus aliados, siempre prestos a dictar clase desde su superioridad moral, dicen que las críticas son injustas; que están construyendo un frente amplio; que en Colombia hay libertad de cultos. ¡Como si ese fuese el problema!
Claro que en Colombia hay libertad de cultos y usted puede creer lo que se le venga en gana. Pero una cosa es respetar la religión, otra es hacer pactos políticos oportunistas sacrificando los valores. Petro pasó de votar por Alejandro Ordóñez como procurador a poner a un análogo de Ordóñez en el tarjetón de su Pacto Histórico, solo que un tris más social bacán.
El cálculo político es mezquino. Petro sabe que emberracó a las feministas y a las activistas LGBT que comparten el camino con él, pero les pregunta: ¿a dónde se van a ir? ¿A votar por Cabal? ¿A entregarse al centro confundido? El raciocinio es que igual va a capturar esos votos y le robará parte del cristianismo a la ultraderecha. Lo dicho, es un estratega.
Pero restarle relevancia a la dignidad de las personas LGBT, los derechos de las mujeres y las poblaciones vulneradas es una táctica politiquera de antaño. “No jodan”, dicen las hordas de petristas, “todo es por salvar el país”. ¿Qué importa si pactamos con alguien que cree que ustedes son menos seres humanos? ¿De verdad van a molestarse por hacer alianza con alguien que ve con buenos ojos que 70 mujeres mueran cada año por abortos clandestinos?
Vale, ustedes sabrán más que el resto. Pero Gustavo Petro eligió la crueldad para llegar al poder. Vamos viendo los colores verdaderos de su “revolución política”.