Los tiempos y los hechos recientes atizan el babeante placer de los políticos para reforzar su retórica y ajustarla a las emociones y al instinto. La Corte Constitucional ha despenalizado el aborto y los políticos retardatarios saben que es un hecho a su favor para agigantar el ruido de los renegados. Los rostros de los partidos que trabajan para deleitar la furia de la desorientación tienen ahora la estrategia perfecta para dirigirse al voto del resentimiento. Saben que los bastiones de ese odio libre, alimentado y dispuesto para anclarse con una decisión colectiva esperarán que sus caudillos les prometan el retorno al pasado que desean con la intensidad más pura. Los caudillos huelen el pánico a su favor y mueven sus velas acordes a esa volatilidad que los puede disparar en las encuestas si dicen una frase precisa o responden con la emoción exacta a la marea del momento.
Así trabajan ahora los partidos que saben que han perdido todo, salvo su instinto para saber mentir y manosear la fragilidad, que se hace más intensa al ritmo de las decisiones judiciales y los fallos que siguen reconociendo minorías y rostros marginados por el discurso plano de un evangelio sin diferencias, sin complejidad, sin dramas humanos. Sobre ese mismo evangelio, y contra el país laico que desconocen en todas sus tarimas, pretenden reformar el futuro con las anclas pasionales que los llevaron al poder con los votos del mismo miedo que aprendieron a reconocer cuando iniciaron sus primeras campañas coyunturales, reconociendo el más mínimo rédito para las arcas que después no iban a querer dejar nunca más. Saben que en esas fallas del paraíso tienen los votos masivos de la reacción, los votos pragmáticos del terror y la defensa contra un enemigo invisible y poderoso. Por eso, los políticos de las banderas perdidas y la tradición sagrada pueden usar la retórica y el embuste con más efectividad que quien promete un trabajo menos solemne. El voto furibundo no tiene evasivas para ir por un fin y un objetivo de interrupción histórica ante lo que consideran un abismo.
También están aquí y ahora, iracundos, los votantes de esa permanente seguridad democrática, para sentirse custodiados ahora que el ELN pudo sostener un paro armado con efectos visibles en carreteras y periferias, donde el miedo es lejano, como un espectro. Desde allí pueden hablarles con todo el misterio a los bastiones tradicionales y sugerirles los nombres indicados para protegerlos de su amenaza directa.
Calculando la zafiedad de sus alcances y el manoseo del desastre, han empezado también a jugar estratégicamente con el drama humanitario en Ucrania, para comparar al enemigo más visible de la coyuntura internacional con su enemigo político del contexto. Una estrategia vulgar que solo acude al reduccionismo para levantar los votos más básicos entre la oscuridad y valerse de todos los frentes de lo posible. Y así se acerca, lentamente, la fecha en que todo estallará de nuevo con los caciques departamentales del cetro relevado y las coimas programadas. Y del elenco presidencial saldrá otro nombre bajo la luz de un paraíso errático y más cerca del limbo.
Los tiempos y los hechos recientes atizan el babeante placer de los políticos para reforzar su retórica y ajustarla a las emociones y al instinto. La Corte Constitucional ha despenalizado el aborto y los políticos retardatarios saben que es un hecho a su favor para agigantar el ruido de los renegados. Los rostros de los partidos que trabajan para deleitar la furia de la desorientación tienen ahora la estrategia perfecta para dirigirse al voto del resentimiento. Saben que los bastiones de ese odio libre, alimentado y dispuesto para anclarse con una decisión colectiva esperarán que sus caudillos les prometan el retorno al pasado que desean con la intensidad más pura. Los caudillos huelen el pánico a su favor y mueven sus velas acordes a esa volatilidad que los puede disparar en las encuestas si dicen una frase precisa o responden con la emoción exacta a la marea del momento.
Así trabajan ahora los partidos que saben que han perdido todo, salvo su instinto para saber mentir y manosear la fragilidad, que se hace más intensa al ritmo de las decisiones judiciales y los fallos que siguen reconociendo minorías y rostros marginados por el discurso plano de un evangelio sin diferencias, sin complejidad, sin dramas humanos. Sobre ese mismo evangelio, y contra el país laico que desconocen en todas sus tarimas, pretenden reformar el futuro con las anclas pasionales que los llevaron al poder con los votos del mismo miedo que aprendieron a reconocer cuando iniciaron sus primeras campañas coyunturales, reconociendo el más mínimo rédito para las arcas que después no iban a querer dejar nunca más. Saben que en esas fallas del paraíso tienen los votos masivos de la reacción, los votos pragmáticos del terror y la defensa contra un enemigo invisible y poderoso. Por eso, los políticos de las banderas perdidas y la tradición sagrada pueden usar la retórica y el embuste con más efectividad que quien promete un trabajo menos solemne. El voto furibundo no tiene evasivas para ir por un fin y un objetivo de interrupción histórica ante lo que consideran un abismo.
También están aquí y ahora, iracundos, los votantes de esa permanente seguridad democrática, para sentirse custodiados ahora que el ELN pudo sostener un paro armado con efectos visibles en carreteras y periferias, donde el miedo es lejano, como un espectro. Desde allí pueden hablarles con todo el misterio a los bastiones tradicionales y sugerirles los nombres indicados para protegerlos de su amenaza directa.
Calculando la zafiedad de sus alcances y el manoseo del desastre, han empezado también a jugar estratégicamente con el drama humanitario en Ucrania, para comparar al enemigo más visible de la coyuntura internacional con su enemigo político del contexto. Una estrategia vulgar que solo acude al reduccionismo para levantar los votos más básicos entre la oscuridad y valerse de todos los frentes de lo posible. Y así se acerca, lentamente, la fecha en que todo estallará de nuevo con los caciques departamentales del cetro relevado y las coimas programadas. Y del elenco presidencial saldrá otro nombre bajo la luz de un paraíso errático y más cerca del limbo.