De viejos oficios o de cómo lo salvó el sereno
Contrario al uso coloquial que del sereno hace el español de Colombia en la tan recurrida expresión ‘Lo mató el sereno’, en el español peninsular el vocablo no aludía a ese viento suave y a aquella humedad de la alta noche y de la madrugada que, casi imperceptible, golpea a dipsómanos y a beodos de toda laya (léase aficionados y consuetudinarios) siempre que salen de la fiesta por voluntad propia o ajena, que en esto el sereno se muestra lo más democrático posible.
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Contrario al uso coloquial que del sereno hace el español de Colombia en la tan recurrida expresión ‘Lo mató el sereno’, en el español peninsular el vocablo no aludía a ese viento suave y a aquella humedad de la alta noche y de la madrugada que, casi imperceptible, golpea a dipsómanos y a beodos de toda laya (léase aficionados y consuetudinarios) siempre que salen de la fiesta por voluntad propia o ajena, que en esto el sereno se muestra lo más democrático posible.
No, el sereno no aludía a ese viento al que, al día siguiente, se le culpa del recrudecimiento de la embriaguez de la víspera y del guayabo del día siguiente. Aludía en cambio a un viejo oficio que en esas ciudades de siglos pasados, hechas a escala humana, es decir, que podían recorrerse a pie y en la que todos sabían dónde vivía cada quien y casi todos eran vecinos. Aludía, decía, a un viejo oficio que consistía en acompañar a bebedores y a borrachos de todo género hasta llevarlos con bien a su casa, no en golpearlos, como el sereno de acá, con su ímpetu tranquilo e imperceptible, si se me permite el oxímoron, para agravar la borrachera y la resaca.
Así se puede leer, por ejemplo, en Luces de bohemia de Valle-Inclán: «El capitán Pitito. —¡Serenooo!... ¡Serenoooo!... El sereno. — ¡Vaaa!... El capitán Pitito. —¡Encárguese usted de este curda! […] ¡Me responde usted de ese hombre, sereno!». Salía, pues, el sereno a hacer su ronda e iba llevando con bien a todo ciudadano que, por la embriaguez o por el cansancio que acusaba en la noche, no pudiera encontrar su morada.
Y digo yo que es una lástima que algunos trabajos vayan muriendo sin remedio. Cabe imaginar que un cuerpo policial hoy se mostrará menos indulgente con los borrachos que encuentre a su paso que aquel sereno dispuesto por ayuntamientos y por gobiernos en villas y ciudades para llevar con bien a su hogar a los descarriados y a los olvidadizos. Quizás las nuevas tecnologías, que volvieron a achicar los espacios y las distancias, traigan de vuelta esos menesteres que servían para cuidar, y no, como muchos de los que vinieron después, sólo para vigilar y para castigar.
A nuestros lectores les deseamos felices fiestas y les deseamos también que el sereno, el de allá del español peninsular, los guarde siempre y los lleve con bien a donde quiera que vayan.