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Los neoliberales se empeñan en negar lo que hasta las agencias de seguridad aceptan: el calentamiento global será grave causa de perturbaciones sociales y políticas.
La Estrategia Nacional de Inteligencia 2014 de EE.UU., publicada este mes, señala que la escasez de agua y alimentos en los próximos años es una seria amenaza a la seguridad global. Para la Agencia de Seguridad Nacional de ese país, esto es tan grave como la proliferación de armas de destrucción masiva, el terrorismo y los ciberataques a la infraestructura crítica del gobierno. Por lo tanto, la falta de agua y alimento se consideran de atención prioritaria.
El aumento de la población mundial, sumado a los efectos de la polución de los manantiales, ríos y lagos (pensemos en la actividad minera), así como a los efectos de las sequías, pueden hacer que la escasez dé lugar a una competencia bastante implacable por recursos básicos para la preservación de la vida. En palabras del mencionado informe, “Muchos gobiernos tendrán que afrontar desafíos relacionados con la satisfacción de las necesidades básicas de su población relacionados con el cambio demográfico, las restricciones de recursos, los efectos del cambio climático y los riesgos de estallidos de enfermedades infecciosas.”
Casi simultáneamente, el Consejo Noruego para los Refugiados y el Centro para el Monitoreo del Desplazamiento Interno hallaron que los desastres naturales el año pasado causaron el desplazamiento de 22 millones de personas, tres veces más que el número de desplazados por conflictos armados. Según el mismo informe, esta cifra hay que leerla tomando en cuenta que los conflictos armados fueron particularmente violentos el año pasado. En otros años, la relación entre el número de personas desplazadas por la violencia y el número de desplazados por desastres naturales ha sido de 1 a 10. Estos desastres son cada vez más intensos, son megadesastres, por causa del calentamiento global.
Sin embargo, al leer lo que escriben los apóstoles del neoliberalismo, parecería que la cosa no fuese tan grave. El tono general de un artículo reciente de Alberto Carrasquilla es que el mundo haría mal en precipitarse a imponer soluciones drásticas al calentamiento global pues eso afectaría el crecimiento económico. Carrasquilla cita varios estudios, uno de ellos de Ross McKitric, economista que hace parte de los escépticos, aquellos que están en contravía de lo publicado en el 97% de las revistas científicas que le atribuyen a la especie humana la responsabilidad del calentamiento global.
Carrasquilla también se refiere al cambio de la expresión “calentamiento global” por la de “cambio climático”. Este cambio fue, en realidad, parte de una estrategia política diseñada por Frank Luntz, asesor del gobierno de George W. Bush, para oponerse a las medidas de control e intervención del estado en la economía para reducir las emisiones de dióxido de carbono.
Hace dos semanas también fue el lanzamiento This Changes Everything (Esto cambia todo) de Naomi Klein. Esta autora arguye que la única forma de enfrentar el calentamiento global es una radical transformación de nuestro modelo político y económico, algo a lo que naturalmente se oponen los neoliberales. ¿Por qué será?