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El pasado 26 de abril, la embajada de Holanda y el Instituto de Educación para el Agua de la Unesco adelantaron un conversatorio sobre gobernabilidad en el manejo del agua en Colombia.
Participaron representantes de entidades gubernamentales, sector académico y organizaciones de la sociedad civil. En mi caso asistí como representante de los ambientalistas al Consejo Nacional de Planeación. Dadas las frecuentes emergencias que vivimos por inundaciones y sequías, el conversatorio pretendía identificar alternativas para mejorar el manejo integral del recurso hídrico en Colombia.
Siendo Colombia un país con suficiente legislación referida al manejo del agua, su administración y gestión es muy deficiente. Se preguntó al panel si serían la inequidad en la capacidad de gestión institucional y la concentración de recursos financieros y humanos en el centro del país las causas de la deficiente gestión.
A mi entender no son la falta de legislación, ni la inequidad en las capacidades institucionales, ni la carencia de recursos financieros, las causas del deficiente manejo del recurso hídrico en Colombia. Bogotá y su área metropolitana, que en teoría recoge las mejores condiciones para un buen manejo, es un excelente ejemplo de ineficiencia y mal manejo. No hay un solo kilómetro de las riberas del río Bogotá desde su nacimiento hasta abandonar la sabana de Bogotá que este protegido, el manejo de la cuenca es un desastre.
No hay esperanza de que las instituciones funcionen si no hay presión social que les exija. Esto explica que la CAR de Cundinamarca, que cuenta con recursos financieros y podría tener excelente capacidad técnica, demuestre su incapacidad con el precario manejo de una de las cuencas más importantes del país, la del río Bogotá.
De otra parte, y a pesar de los estragos de las olas invernales, el Gobierno Nacional ha anunciado para el año entrante un recorte presupuestal de 24% en los recursos asignados al Sistema Nacional Ambiental.
La ineficiencia institucional para el manejo del agua y los recortes presupuestales a las entidades responsables de su manejo radican en que el agua no da votos. No los da, porque la ciudadanía aún no es consciente de que del agua depende el bienestar de la población y el desarrollo económico. Debemos generar una cultura electoral y política en torno al agua y que el manejo del agua genere votos.
Si hay conciencia ciudadana se exige a las entidades públicas el cumplimiento de sus funciones —buenos ejemplos son Santurbán y Paipa— y debe generar una sanción social a los políticos que en su accionar no otorguen la importancia que el agua tiene para el bienestar de la población.
Mi recomendación a la Embajada de Holanda, si asigna recursos de cooperación para el manejo del recurso hídrico, es que invierta los recursos en marketing —en divulgación— para hacer consciente a la población colombiana de la importancia del buen manejo de nuestras cuencas. Esto genera conciencia y cultura ciudadana en torno al agua.
Para iniciar, se deben invertir recursos para llevar a los estudiantes de colegio a conocer nuestros paramos, aquellas fábricas naturales de agua de las cuales todos dependemos. Me pregunto cuántos niños de Bogotá conocen el Parque Nacional Natural Chingaza, lugar de donde viene el agua que bebemos todos los días los bogotanos. Necesitamos educación política y ambiental.