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En esta época de derrumbes, bloqueos de vías y grandes inundaciones, los ciudadanos optamos por pretender que somos simples espectadores de las catástrofes naturales que nos acechan y preferimos hablar de extremos políticos. Pero, como lo explica Ernesto Guhl en su libro Antropoceno: la huella humana (2022), esos derrumbes sí tienen mucho que ver con nosotros y hay acciones globales y locales que, combinadas, los generan. En la intención de producir bienes de manera ilimitada, hemos destruido los ecosistemas naturales y nos estamos acercando a los límites de resiliencia del planeta. Estamos cambiando el clima; de hecho, las lluvias torrenciales son expresión de la crisis climática.
Como lo señala Guhl, hemos iniciado un viaje sin retorno hacia un mundo transformado, producto de una relación equivocada con la naturaleza —simplista, utilitaria e irrespetuosa—, cuyo objetivo principal ha sido vivir de ella y ahora tenemos que pasar a vivir con ella. Esto exige profundos cambios en el modelo económico de producción, acumulación y concentración de riqueza.
Para superar la crisis, Guhl centra su análisis en los territorios y nos dice que “es indispensable salir de los dorados salones de la burocracia internacional que define la política ambiental global desde la distancia, y ejercerla desde los territorios, que son el lugar de encuentro del ser humano con su entorno, en donde se desarrollan las actividades y se producen sus efectos socioambientales”.
El análisis y las propuestas desde el territorio son el eje del aporte de Guhl, quien en su libro nos señala el camino para potenciar los bienes comunes desde la gobernanza territorial, integral y participativa, que partiendo de lo local nos permita avanzar hacia la sostenibilidad planetaria. Propone invertir el esquema de la gestión ambiental para iniciarlo desde lo local, construyendo participativamente territorios sostenibles de pequeña escala que, basados en el aprovechamiento compartido de bienes y servicios ambientales comunes, vayan ampliando su cobertura a lo regional, lo nacional y lo planetario.
Guhl plantea desarrollar la propuesta con acciones simultáneas en tres ejes estratégicos: la conservación integral, el ordenamiento territorial y la gobernanza para la sostenibilidad desde la perspectiva de un cambio en nuestra relación con la naturaleza. De manera muy pedagógica y detallada, del capítulo 6 al 11, el profesor Guhl aterriza su aproximación teórica al complejo contexto cultural y natural colombiano, y señala cómo, partiendo de lo que hoy tenemos en ecosistemas, legislación y principios de ordenamiento territorial, es posible corregir el rumbo de deterioro y destrucción que estamos recorriendo y avanzar hacia un buen Antropoceno (nueva era geológica en nuestro planeta, cuando el impacto de la actividad humana está engendrando un nuevo orden natural). El espacio que propone para articular en Colombia los tres ejes estratégicos es la microcuenca o subcuenca, para luego articularlos a la cuenca y de allí a las grandes cuencas, que en nuestro caso deberían ser las de Amazonas y Orinoco. Señala la necesidad de avanzar de manera seria e integral con el proceso de paz, dado que ecosistemas estratégicos hoy son escenario principal del conflicto armado.
Guhl señala la esperanza respecto a la posibilidad de gestionar, entre todos, territorios sostenibles. La aplicación de lo propuesto en Antropoceno: la huella humana sería una gran contribución a la construcción de una Colombia sostenible, gran reto para el gobierno entrante.