Ante la agudización de la crisis climática, el decrecimiento económico en países de alto ingreso per cápita es una propuesta sensata. Lo poco probable, que fue considerado como insensato, es que Colombia les pueda exigir a los países ricos que ajusten sus modelos económicos y comiencen a decrecer. Eso podría suceder en Alicia en el país de las maravillas, pero la propuesta resulta inapropiada en el mundo real que Colombia enfrenta hoy. En la academia se discute sobre decrecimiento, crecimiento cero, límites del crecimiento y su relación con la condición finita de la oferta de recursos naturales. También, hoy se cuestiona la relación unívoca entre consumo y bienestar, pues muchos determinantes del bienestar superan la relación con el consumo de bienes y servicios. El decrecimiento propuesto por la ministra Irene Vélez, como tema académico universitario y señal política, bien vale la pena revisarlo y discutirlo. Cosa distinta es lo inapropiado del escenario en el que lo planteó. La propuesta en el corto plazo no tendrá éxito, no es viable y perjudica a los más pobres. De otra parte, se están quedando solos los economistas ortodoxos que señalan como prioridad el crecimiento económico, que solo mediante mayor consumo tendremos mayor bienestar y que el motor es la acumulación. La naturaleza los está aislando.
Para enfrentar la crisis climática hay pasos previos al decrecimiento económico. Para ser efectivos deberíamos concentrarnos en aquellos que Colombia puede y debe dar para disminuir el impacto negativo de la crisis climática, ante la cual los pobres son los más vulnerables. Lo primero es divulgar y aceptar la idea según la cual, si la prioridad es el bienestar social, más importante que el crecimiento del producto interno bruto (PIB) es mejorar las actuales condiciones de distribución y acceso a él. Sin desconocer que en Colombia aún debemos incrementar nuestro PIB, un mayor bienestar está determinado por una mejor distribución. Los efectos negativos de la crisis climática dificultan que todos tengamos lo básico y por ello la equidad para enfrentar la crisis debe ser una prioridad.
Una pregunta difícil es cómo mejorar la equidad sin desactivar al sector privado. Sin duda esto requiere compromiso y sacrificio de todas las partes. En el corto plazo algunas medidas fiscales contribuyen a una mejor distribución, pero en el mediano y largo plazo no se va a consolidar un proceso redistributivo sin una revolución en la educación.
Una prioridad debe ser la reconversión tecnológica para que la producción de bienes y servicios se genere con sistemas amigables y sostenibles, con innovación y competitividad. La reforma tributaria es una herramienta muy útil para inducir la reconversión productiva. Quien no logre este ajuste tecnológico tendrá que desaparecer como productor. Esta es la nueva condición que impone la naturaleza.
Todos somos agentes de cambio, no solo el sector productivo, y por ello el Gobierno con la reforma tributaria debe generar transformaciones no solo en los sistemas productivos, sino también en los hábitos de los consumidores. Ejemplo: no más gaseosas y cervezas en envases desechables, hay que volver al envase de vidrio retornable. Tenemos que preferir o exigir productos que provienen de procesos sostenibles y amigables con el planeta y rechazar los que generan contaminación innecesaria. Todo debe estar acompañado de alianzas entre sociedad civil, Gobierno y sector productivo. Por ahora, mayor equidad con crecimiento en Colombia; en el futuro, decrecimiento en los países ricos.
Ante la agudización de la crisis climática, el decrecimiento económico en países de alto ingreso per cápita es una propuesta sensata. Lo poco probable, que fue considerado como insensato, es que Colombia les pueda exigir a los países ricos que ajusten sus modelos económicos y comiencen a decrecer. Eso podría suceder en Alicia en el país de las maravillas, pero la propuesta resulta inapropiada en el mundo real que Colombia enfrenta hoy. En la academia se discute sobre decrecimiento, crecimiento cero, límites del crecimiento y su relación con la condición finita de la oferta de recursos naturales. También, hoy se cuestiona la relación unívoca entre consumo y bienestar, pues muchos determinantes del bienestar superan la relación con el consumo de bienes y servicios. El decrecimiento propuesto por la ministra Irene Vélez, como tema académico universitario y señal política, bien vale la pena revisarlo y discutirlo. Cosa distinta es lo inapropiado del escenario en el que lo planteó. La propuesta en el corto plazo no tendrá éxito, no es viable y perjudica a los más pobres. De otra parte, se están quedando solos los economistas ortodoxos que señalan como prioridad el crecimiento económico, que solo mediante mayor consumo tendremos mayor bienestar y que el motor es la acumulación. La naturaleza los está aislando.
Para enfrentar la crisis climática hay pasos previos al decrecimiento económico. Para ser efectivos deberíamos concentrarnos en aquellos que Colombia puede y debe dar para disminuir el impacto negativo de la crisis climática, ante la cual los pobres son los más vulnerables. Lo primero es divulgar y aceptar la idea según la cual, si la prioridad es el bienestar social, más importante que el crecimiento del producto interno bruto (PIB) es mejorar las actuales condiciones de distribución y acceso a él. Sin desconocer que en Colombia aún debemos incrementar nuestro PIB, un mayor bienestar está determinado por una mejor distribución. Los efectos negativos de la crisis climática dificultan que todos tengamos lo básico y por ello la equidad para enfrentar la crisis debe ser una prioridad.
Una pregunta difícil es cómo mejorar la equidad sin desactivar al sector privado. Sin duda esto requiere compromiso y sacrificio de todas las partes. En el corto plazo algunas medidas fiscales contribuyen a una mejor distribución, pero en el mediano y largo plazo no se va a consolidar un proceso redistributivo sin una revolución en la educación.
Una prioridad debe ser la reconversión tecnológica para que la producción de bienes y servicios se genere con sistemas amigables y sostenibles, con innovación y competitividad. La reforma tributaria es una herramienta muy útil para inducir la reconversión productiva. Quien no logre este ajuste tecnológico tendrá que desaparecer como productor. Esta es la nueva condición que impone la naturaleza.
Todos somos agentes de cambio, no solo el sector productivo, y por ello el Gobierno con la reforma tributaria debe generar transformaciones no solo en los sistemas productivos, sino también en los hábitos de los consumidores. Ejemplo: no más gaseosas y cervezas en envases desechables, hay que volver al envase de vidrio retornable. Tenemos que preferir o exigir productos que provienen de procesos sostenibles y amigables con el planeta y rechazar los que generan contaminación innecesaria. Todo debe estar acompañado de alianzas entre sociedad civil, Gobierno y sector productivo. Por ahora, mayor equidad con crecimiento en Colombia; en el futuro, decrecimiento en los países ricos.