¿Qué significan 197.973 hectáreas deforestadas?
El pronóstico falló y la meta se superó. Según el modelo basado en el promedio histórico, la deforestación para 2018 se pronosticó en alrededor de 260.000 y fueron 197.159 hectáreas. El resultado es mejor que la meta propuesta en el Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022 (PND).
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El pronóstico falló y la meta se superó. Según el modelo basado en el promedio histórico, la deforestación para 2018 se pronosticó en alrededor de 260.000 y fueron 197.159 hectáreas. El resultado es mejor que la meta propuesta en el Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022 (PND).
Veamos su significado e impacto: la cifra del 2018 es un 10 % menor que la del 2017 —cuando se deforestaron 219.973 hectáreas—, pero tiene el deshonroso segundo lugar como la mayor área deforestada en los últimos 12 años y similar al promedio deforestado entre 2002 y 2006. Lo deforestado en 2018 es un área muy grande que afecta el patrimonio natural y los beneficios que este genera.
El PND estimó que la deforestación para el 2018 podría rondar las 250.000 ha y propuso esa inaceptable meta que dice: “Crecimiento de la deforestación a nivel nacional respecto al año anterior: en 2017 fue 23 % y se propone sea 0 % para 2022”. (Vea: “Deforestación y plan nacional de subdesarrollo”. El Espectador, febrero 27, 2018). Esa meta, criticada por muchos ciudadanos, significaría cerca de un millón de hectáreas deforestadas en el período Duque, y obedeció a que la deforestación se disparó después de la firma del Acuerdo de Paz. Ahora que, al parecer, los factores que la dispararon empiezan a controlarse, debemos ajustar la meta y trabajar sobre los valores promedio del 2006 al 2016, que fueron cercanos a 130.000 anuales. Esto quiere decir que es razonable esperar que entre 2018 y 2019 la tasa baje en 20 %; es decir, que cerremos este año con 160.000 hectáreas y al final del período Duque sean menos de 100.000 por año.
Si esta, que es una meta realista, se logra, en el siguiente período presidencial debemos llegar a deforestación cero. Luego, empezar la urgente tarea —que ya iniciaron muchos países— de recuperar los bosques, aumentando anualmente el área en bosque. Según Naciones Unidas, la década 2021-2030 es la década de la restauración del bosque. En Colombia esto es urgente. Según la aptitud o potencial de nuestros suelos y los requerimientos de conservación y gestión de agua y biodiversidad, la restauración es indispensable para apoyar el crecimiento económico y el desarrollo social de Colombia.
Hay prioridades y diferencias. Del informe de Ideam, deducimos que en el 2018 se perdió en zonas de reserva forestal un 0,51 % del bosque y dentro de los Parques Nacionales Naturales (PNN) se perdió cerca del 0,11 %. Esto significa que los bosques dentro de los PNN están más protegidos que por fuera de ellos, pero hay deforestación dentro de ellos. El análisis de esta preocupante dinámica será motivo de otra columna.
El propósito de llevar la deforestación del país a cero es posible y loable, pues permite que la nación apropie y disfrute múltiples beneficios que ofrece la naturaleza: los llamados servicios ecosistémicos. Pero el control de la deforestación no es solo cuestión de Ejército y Policía, exige mejorar la productividad en el campo, disminuir el área en ganadería y redistribuir la propiedad del suelo. Colombia es el país con el vergonzoso primer lugar en la concentración en la propiedad rural de América Latina. Parar la deforestación exige modificar nuestra matriz de desarrollo rural.