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La libertad sublime

Juan Carlos Bayona Vargas
13 de abril de 2024 - 09:05 a. m.

No hay compromiso más importante de la educación que con la libertad. Libertad para decir, para amar, para perdonar, para equivocarse, libertad para enmendar, para moverse, para quedarse, para pensar, para repensar, libertad para callar, para elegir. No creo que haya nada en el mundo que le arrebate o le impida al ser humano sentir que ha nacido para la libertad. Es su más preciada esencia. Ella nos configura como especie y como individuos. Por supuesto que hablo del ideal de libertad, de la perfecta libertad irrealizable, porque es gracias a ella que podemos construir la siempre imperfecta libertad humana. Una escuela, bien mirado, es un refugio de los ideales humanos, de nuestras aspiraciones y de nuestro diario comercio con las pequeñas y las grandes tribulaciones y debilidades de la vida. Y de nosotros.

Desde cuando un niño pisa la escuela se le debe aparecer a su encuentro la señora libertad. En mayúsculas. Todavía sin los ojos vendados. Que no lo reciban los reglamentos, ni las talanqueras, o las cercas o los impedimentos y mucho menos los conductos regulares. De todo ello ya se irá dando cuenta por sí mismo por una razón ineludible: porque se verá rodeado de otros seres humanos que le irán enseñando, poco a poco, que su libertad también tiene que ver con la libertad de los otros, y que nunca será enteramente libre pero que siempre querrá serlo. Que lo reciban entonces los juguetes y las posibilidades, las caminatas y las paletas de colores, la plastilina y los libros, la alegría y el cuidado, la paciencia y los juegos, el afecto de sus maestros y maestras. No hace falta enrostrarle a la entrada de la escuela, a manera de carta de presentación, que tendrá que prepararse duro para este mundo despiadado y competitivo. Y pasa. En aras de una exigencia muy poco ergonómica se han lastimado ideales. Y más que ello, las señas de identidad de la infancia y de la adolescencia que yo creo que hay que respetar como algo sagrado y que después ya no vuelven.

En plena ocupación alemana de Francia, Sartre defendió que nunca como en ese entonces la libertad estaba más viva, más presente, y era más necesaria, porque justamente era cuando más amenazada estaba, más oprimida. No es lo mismo, lo sé. Ni comparo una cosa con la otra. Solo quiero decir que cuando la libertad nos es esquiva o está agazapada, u oculta entre tantos y tantos deberes escolares, es cuando se le siente, altísima, temblando, a la espera de que sigamos acariciándola.

Juan Carlos Bayona Vargas

Por Juan Carlos Bayona Vargas

Educador. Rector del Colegio Bilingüe Internacional Gimnasio Campestre Reino Británico.

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jairo(20827)14 de abril de 2024 - 12:26 a. m.
La idea y conciencia de libertad comienza en la familia (hogar) y no en la escuela donde se quizás se complementa y amplía.
Felipe(94028)13 de abril de 2024 - 10:23 p. m.
Para la libertad, sangro, lucho, pervivo. Para la libertad, mis ojos y mis manos. Como un árbol carnal, generoso y cautivo. Doy a los cirujanos. Para la libertad siento más corazones. Que arenas en mi pecho, dan espumas mis venas. Y entro en los hospitales, y entro en los algodones. Como en las azucenas... (Miguel Hernández, poeta español muerto en una cárcel de la dictadura franquista).
Pedro Juan Aristizábal Hoyos(86870)13 de abril de 2024 - 04:00 p. m.
El hombre toma conciencia de su libertad en la angustia decía en fenomenólogo Sartre
Edgar(40706)13 de abril de 2024 - 03:01 p. m.
Lo comparto totalmente.
Hernando(58851)13 de abril de 2024 - 02:39 p. m.
Pareciera que al señor columnista le duele reconocer que no hay libertad absoluta; si no me equivoco, un filósofo griego aseguró que el hombre apareció como ser social y es mejor así, llevarse uno a las buenas con todo mundo o con los que así lo quieran, además, porque a menudo necesitamos de una ayudita!!!
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