¿Cómo avanzar en educación si cada profesor rema para un lado diferente?
Durante la Secretaría de Educación de Abel Rodríguez Céspedes se implementó y validó en los colegios públicos de Bogotá una experiencia para fortalecer el trabajo en equipo entre docentes. La invitación es a que esa experiencia se potencie, contextualice y generalice en todos los colegios del país.
Uno de los orígenes de la baja calidad de la educación en Colombia tiene que ver con la inhabilidad para trabajar en equipo. El gran matemático Yu Takehuchi lo decía de manera brillante: “Un colombiano es más inteligente que un japonés, pero dos japoneses son más inteligentes que dos colombianos”.
En la escuela el profesor entra al salón y lo primero que hace es cerrar la puerta. Es una manera de apropiarse del espacio y de recordar que él determinará los contenidos y las reglas del aula. Sin darnos mucha cuenta, acá se gesta uno de los problemas centrales de la calidad. ¿Cómo puede un niño consolidar sus competencias básicas si lo que hace el profesor de matemáticas es totalmente diferente de lo que hace el de sociales para el mismo grado? ¿Cómo puede un niño consolidar su pensamiento si los docentes no definen proyectos conjuntos que lo fortalezcan? ¿Cómo consolidar la lectura si equivocadamente se cree que esa es una responsabilidad exclusiva de los maestros de lenguaje? ¿Cómo avanzar en educación si cada profesor rema para un lado diferente?
Afortunadamente en educación existen experiencias puestas a prueba y validadas. Durante la alcaldía de Lucho Garzón en Bogotá fue nombrado Secretario de Educación, Abel Rodríguez, expresidente de FECODE. Abel implementó un programa que de manera integral abordó este problema. Se trata del programa de los ciclos del desarrollo. Es la experiencia más clara, sistemática y general realizada para fortalecer el trabajo en equipo en los colegios públicos del país. El programa llevó a los docentes de diversos grados a reunirse para establecer las condiciones del trabajo curricular, didáctico y evaluativo. En el caso de las experiencias innovadoras, como la adelantada en el Claustro Moderno o el Instituto Alberto Merani, cada ciclo cubre tres grados y, por tanto, se habla de cuatro ciclos, iniciando en el grado cero y culminando en el grado once.
El programa llevado a los colegios de Bogotá brindó un excelente lineamiento y ofreció orientaciones hasta 2011, pero no se siguió fortaleciendo a partir de ese año. Permanece, pero sin seguimiento, sin caracterización de la dimensión dominante y la actividad rectora para cada ciclo y sin acompañamiento por parte de la Secretaría de Educación Distrital (SED).
El propósito fue “superar la atomización y fragmentación de los contenidos de la enseñanza”. De allí que el primer énfasis que se le asignó fue el de impulsar la reorganización curricular. En lugar de miles de contenidos dispersos, informativos y fragmentarios, la idea era articular el trabajo de los docentes en campos del pensamiento. Diversas universidades, centros de investigación e innovaciones acompañamos este proceso. Fuimos a los colegios porque Abel creía mucho más en la formación in situ. Tanto los campos de pensamiento como los ciclos han sido incorporados en la actual reforma educativa implementada en México desde 2023, que los llevó a eliminar las asignaturas dispersas y precisar las fases del desarrollo.
En segundo lugar, los ciclos fueron pensados para replantear el sistema de evaluación escolar. En los modelos tradicionales la evaluación se usa para consolidar el poder del maestro e indagar si ha sido eficaz la transmisión de las informaciones. De allí que este enfoque imponga arbitrariedad y confunda evaluación con calificación e informaciones con conceptos. Lo que quiso hacer Abel fue impulsar un trabajo colectivo que permitiera evaluar las diversas dimensiones de los estudiantes. El esfuerzo duró poco y hoy las evaluaciones siguen siendo individuales y concentradas en la información.
En tercer lugar, los ciclos favorecen los proyectos conjuntos entre profesores de áreas diferentes. Los docentes de sociales, por ejemplo, se reúnen para trabajar conjuntamente una obra de teatro que aborde una temática social y los profesores de arte median, con los mismos estudiantes, la música, plástica, literatura, los escenarios y las artes dramáticas. La escuela se convierte en un proceso de creación, trabajo y evaluación colectiva.
Nada de lo anterior es común en la educación colombiana. Ni siquiera en Bogotá donde se gestó la propuesta de trabajar por ciclos. Hoy sigue primando un trabajo informativo y fragmentario. Este enfoque corresponde a una visión lineal, individualista y acumulativa del desarrollo que se expresa en la numeración continua desde el grado cero hasta el once. De allí que fue equivocado por parte de la SED denominar los ciclos como primero, segundo, tercero, cuarto y quinto. Quienes hemos sido padres o maestros sabemos que el desarrollo no es lineal ni gradual. Es más complejo, integral y dialéctico: tiene retrocesos, disincronías entre una dimensión y otra y presenta saltos cualitativos. Por eso es mejor hablar de ciclos del desarrollo.
En cada ciclo prima una de las dimensiones humanas y una actividad rectora. De esta manera, en un periodo predomina la dimensión cognitiva, en tanto en otro lo hace la comunicativa o la socioafectiva. Si predomina la actividad comunicativa, por ejemplo, lo que se deriva es que las clases durante ese periodo estén concentradas en debates, mesas redondas, trabajo en pequeños grupos y diálogo. Si predomina la actividad exploratoria, necesitamos que durante ese ciclo se hagan excursiones, salidas de campo, se explore con el lenguaje, los sistemas sociales, los sistemas de numeración y se cuide la construcción de preguntas.
Los ciclos deben articular el trabajo en competencias básicas. De esta manera, pensamiento, comprensiones humanas y comunicativas adquieren el carácter de áreas transversales que orientan la acción conjunta de todos los docentes en un momento del desarrollo de los estudiantes.
En consecuencia, el trabajo de los docentes, organizado por ciclos, demandará acuerdos sobre las características que deben tener la mediación y la evaluación. En equipo se define el nivel que se aspira consolidar en lectura, procesos de pensamiento y escritura. En equipo se evalúa la consolidación de las actitudes.
Es cierto que miles de escuelas han estado en condiciones muy precarias para impulsar el desarrollo de los niños y también lo es que este gobierno ha avanzado en la construcción de escuelas en los más diversos lugares del territorio nacional. Debemos aplaudir este esfuerzo, en tanto los gobiernos anteriores les habían incumplido a los niños y jóvenes del país.
Aun así, ya vamos a culminar los dos primeros años del gobierno de Gustavo Petro y todavía no existe ninguna idea o propuesta importante para mejorar la calidad de la educación. El gobierno habla de garantizar el derecho, pero ese no se garantiza si no creamos las condiciones para que sea de calidad. Se equivocan quienes creen que mejorando la infraestructura mejorará necesariamente la calidad. Eso es como creer que en las casas más grandes es mejor la comunicación, la mediación y el cuidado afectivo de los hijos. No necesariamente, porque esto depende del afecto, la calidad de la comunicación y los vínculos que se establecen entre padres, hermanos e hijos. La infraestructura incide, pero la calidad no está determinada por los ladrillos. La invitación es para que el Ministerio de Educación Nacional oriente un proceso de reorganización pedagógica por ciclos del desarrollo.
Como dice el proverbio africano: “Si quieres ir rápido, ve solo. Si quieres llegar lejos, ve acompañado”. En Colombia, todavía no hemos querido llegar lejos. Desafortunadamente, en educación hay muchos solistas, pero muy pocas orquestas.
* Director del Instituto Alberto Merani (@juliandezubiria)
Durante la Secretaría de Educación de Abel Rodríguez Céspedes se implementó y validó en los colegios públicos de Bogotá una experiencia para fortalecer el trabajo en equipo entre docentes. La invitación es a que esa experiencia se potencie, contextualice y generalice en todos los colegios del país.
Uno de los orígenes de la baja calidad de la educación en Colombia tiene que ver con la inhabilidad para trabajar en equipo. El gran matemático Yu Takehuchi lo decía de manera brillante: “Un colombiano es más inteligente que un japonés, pero dos japoneses son más inteligentes que dos colombianos”.
En la escuela el profesor entra al salón y lo primero que hace es cerrar la puerta. Es una manera de apropiarse del espacio y de recordar que él determinará los contenidos y las reglas del aula. Sin darnos mucha cuenta, acá se gesta uno de los problemas centrales de la calidad. ¿Cómo puede un niño consolidar sus competencias básicas si lo que hace el profesor de matemáticas es totalmente diferente de lo que hace el de sociales para el mismo grado? ¿Cómo puede un niño consolidar su pensamiento si los docentes no definen proyectos conjuntos que lo fortalezcan? ¿Cómo consolidar la lectura si equivocadamente se cree que esa es una responsabilidad exclusiva de los maestros de lenguaje? ¿Cómo avanzar en educación si cada profesor rema para un lado diferente?
Afortunadamente en educación existen experiencias puestas a prueba y validadas. Durante la alcaldía de Lucho Garzón en Bogotá fue nombrado Secretario de Educación, Abel Rodríguez, expresidente de FECODE. Abel implementó un programa que de manera integral abordó este problema. Se trata del programa de los ciclos del desarrollo. Es la experiencia más clara, sistemática y general realizada para fortalecer el trabajo en equipo en los colegios públicos del país. El programa llevó a los docentes de diversos grados a reunirse para establecer las condiciones del trabajo curricular, didáctico y evaluativo. En el caso de las experiencias innovadoras, como la adelantada en el Claustro Moderno o el Instituto Alberto Merani, cada ciclo cubre tres grados y, por tanto, se habla de cuatro ciclos, iniciando en el grado cero y culminando en el grado once.
El programa llevado a los colegios de Bogotá brindó un excelente lineamiento y ofreció orientaciones hasta 2011, pero no se siguió fortaleciendo a partir de ese año. Permanece, pero sin seguimiento, sin caracterización de la dimensión dominante y la actividad rectora para cada ciclo y sin acompañamiento por parte de la Secretaría de Educación Distrital (SED).
El propósito fue “superar la atomización y fragmentación de los contenidos de la enseñanza”. De allí que el primer énfasis que se le asignó fue el de impulsar la reorganización curricular. En lugar de miles de contenidos dispersos, informativos y fragmentarios, la idea era articular el trabajo de los docentes en campos del pensamiento. Diversas universidades, centros de investigación e innovaciones acompañamos este proceso. Fuimos a los colegios porque Abel creía mucho más en la formación in situ. Tanto los campos de pensamiento como los ciclos han sido incorporados en la actual reforma educativa implementada en México desde 2023, que los llevó a eliminar las asignaturas dispersas y precisar las fases del desarrollo.
En segundo lugar, los ciclos fueron pensados para replantear el sistema de evaluación escolar. En los modelos tradicionales la evaluación se usa para consolidar el poder del maestro e indagar si ha sido eficaz la transmisión de las informaciones. De allí que este enfoque imponga arbitrariedad y confunda evaluación con calificación e informaciones con conceptos. Lo que quiso hacer Abel fue impulsar un trabajo colectivo que permitiera evaluar las diversas dimensiones de los estudiantes. El esfuerzo duró poco y hoy las evaluaciones siguen siendo individuales y concentradas en la información.
En tercer lugar, los ciclos favorecen los proyectos conjuntos entre profesores de áreas diferentes. Los docentes de sociales, por ejemplo, se reúnen para trabajar conjuntamente una obra de teatro que aborde una temática social y los profesores de arte median, con los mismos estudiantes, la música, plástica, literatura, los escenarios y las artes dramáticas. La escuela se convierte en un proceso de creación, trabajo y evaluación colectiva.
Nada de lo anterior es común en la educación colombiana. Ni siquiera en Bogotá donde se gestó la propuesta de trabajar por ciclos. Hoy sigue primando un trabajo informativo y fragmentario. Este enfoque corresponde a una visión lineal, individualista y acumulativa del desarrollo que se expresa en la numeración continua desde el grado cero hasta el once. De allí que fue equivocado por parte de la SED denominar los ciclos como primero, segundo, tercero, cuarto y quinto. Quienes hemos sido padres o maestros sabemos que el desarrollo no es lineal ni gradual. Es más complejo, integral y dialéctico: tiene retrocesos, disincronías entre una dimensión y otra y presenta saltos cualitativos. Por eso es mejor hablar de ciclos del desarrollo.
En cada ciclo prima una de las dimensiones humanas y una actividad rectora. De esta manera, en un periodo predomina la dimensión cognitiva, en tanto en otro lo hace la comunicativa o la socioafectiva. Si predomina la actividad comunicativa, por ejemplo, lo que se deriva es que las clases durante ese periodo estén concentradas en debates, mesas redondas, trabajo en pequeños grupos y diálogo. Si predomina la actividad exploratoria, necesitamos que durante ese ciclo se hagan excursiones, salidas de campo, se explore con el lenguaje, los sistemas sociales, los sistemas de numeración y se cuide la construcción de preguntas.
Los ciclos deben articular el trabajo en competencias básicas. De esta manera, pensamiento, comprensiones humanas y comunicativas adquieren el carácter de áreas transversales que orientan la acción conjunta de todos los docentes en un momento del desarrollo de los estudiantes.
En consecuencia, el trabajo de los docentes, organizado por ciclos, demandará acuerdos sobre las características que deben tener la mediación y la evaluación. En equipo se define el nivel que se aspira consolidar en lectura, procesos de pensamiento y escritura. En equipo se evalúa la consolidación de las actitudes.
Es cierto que miles de escuelas han estado en condiciones muy precarias para impulsar el desarrollo de los niños y también lo es que este gobierno ha avanzado en la construcción de escuelas en los más diversos lugares del territorio nacional. Debemos aplaudir este esfuerzo, en tanto los gobiernos anteriores les habían incumplido a los niños y jóvenes del país.
Aun así, ya vamos a culminar los dos primeros años del gobierno de Gustavo Petro y todavía no existe ninguna idea o propuesta importante para mejorar la calidad de la educación. El gobierno habla de garantizar el derecho, pero ese no se garantiza si no creamos las condiciones para que sea de calidad. Se equivocan quienes creen que mejorando la infraestructura mejorará necesariamente la calidad. Eso es como creer que en las casas más grandes es mejor la comunicación, la mediación y el cuidado afectivo de los hijos. No necesariamente, porque esto depende del afecto, la calidad de la comunicación y los vínculos que se establecen entre padres, hermanos e hijos. La infraestructura incide, pero la calidad no está determinada por los ladrillos. La invitación es para que el Ministerio de Educación Nacional oriente un proceso de reorganización pedagógica por ciclos del desarrollo.
Como dice el proverbio africano: “Si quieres ir rápido, ve solo. Si quieres llegar lejos, ve acompañado”. En Colombia, todavía no hemos querido llegar lejos. Desafortunadamente, en educación hay muchos solistas, pero muy pocas orquestas.
* Director del Instituto Alberto Merani (@juliandezubiria)