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Cuatro estrategias para enfrentar el bullying en los colegios

Julián de Zubiría Samper
12 de abril de 2022 - 05:01 a. m.
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La pandemia y el contexto nacional han afectado el desarrollo integral de los jóvenes y las consecuencias se viven ahora en el retorno a las aulas, donde se manifiestan la dificultad para resolver conflictos. Estrategias basadas en la participación, la reflexión y la democracia, nos ayudarán a enfrentar los crecientes casos de matoneo.

El retorno a la presencialidad ha resultado más complejo de lo que suponían el Ministerio de Educación Nacional (MEN), las secretarías de educación y las comunidades educativas. Esto se debe no solo al riesgo de contagio inherente a la convivencia en medio de una pandemia, sino muy especialmente a las graves dificultades socioemocionales con las que llegaron niños, niñas y jóvenes, así como al ambiente de violencia, desplazamiento, pobreza, inseguridad y desesperanza que se sigue viviendo en el país.

Durante los dos años anteriores los jóvenes carecieron del apoyo de sus compañeros y de las orientaciones de sus profesores. Muchos de ellos fueron criados en el agreste mundo de la “calle”, en medio de pandillas, robos, vicios, violencia y pobreza. Feuerstein describiría este proceso como un caso de privación cultural. ¡Cuánta falta les hizo la escuela a los niños, a sus madres y a la sociedad en general! Solo unos pocos pudieron continuar su educación porque la mayoría no tenía conectividad y la plata destinada a ese fin fue saqueada, violando de manera sistemática y violenta el derecho a la educación de los niños y los jóvenes, tal como le advirtió la Corte Constitucional al gobierno nacional.

Las estadísticas ratifican que las riñas, las crisis emocionales, el acoso y el matoneo han aumentado de manera preocupante en los colegios durante los dos últimos meses. El caso más triste y complejo es el notable incremento en la ideación suicida al que me referí en la columna anterior. Es por eso que dedicaré estas palabras a caracterizar el bullying y a proponer estrategias pedagógicas para enfrentarlo.

El bullying se presenta en las instituciones educativas cuando hay un proceso de intimidación sistemático e intencional para atemorizar o infringir daño sobre un estudiante por parte de otro alumno o un grupo de estudiantes. En este sentido es diferente de la riña, porque esta es una explosión de ira en un momento dado, en tanto el matoneo tiene la intención deliberada de provocar dolor o daño a un estudiante.

Los conflictos son connaturales a la vida humana. Surgen cuando se contraponen y tensionan las ideas, opiniones e intereses. Aprender a resolverlos de manera pacífica es una competencia esencial en la vida y debe ser mediada en la escuela. Muy poco ayudó en este aspecto que el propio partido de gobierno haya declarado como uno de sus objetivos principales “hacer trizas la paz”. Eso en la práctica se tornó en una invitación para que toda la población del país resolviera los conflictos con venganza, odio, exclusión y machete.

Como decía Estanislao Zuleta, una sociedad mejor es “la que es capaz de tener mejores conflictos. De reconocerlos y de contenerlos”. De allí que desde el punto de vista psicopedagógico es más preocupante el bullying que la riña, pues con este la tensión suele permanecer, se deteriora el autoconcepto del niño matoneado y tiende a perjudicarse de manera estructural y permanente el clima de convivencia, tal como lo ilustra la teoría de las ventanas rotas.

La experiencia e investigación sobre el tema nos permiten proponer cuatro estrategias validadas para enfrentar el bullying en los colegios.

Primera. Es necesario reivindicar un trabajo más integral en la escuela. La educación no puede referirse exclusivamente a la esfera intelectual. Eso implicaría realizar algunos cambios curriculares para que en todas las áreas y ciclos se aborden las competencias socioafectivas de la empatía, la flexibilidad y la resiliencia.

En matemáticas, por ejemplo, se debería favorecer la flexibilidad. Paradójicamente, hacemos lo contrario y formamos personas muy rígidas al pedirles a los niños desde el primer grado que encuentren “la repuesta”, como si en verdad fuera una sola, cuando todos sabemos que lo propio de la vida es la complejidad, la incertidumbre y la multitud de caminos y soluciones posibles. En Sociales y Artes deberíamos desarrollar la empatía, el trabajo en equipo y la resiliencia. Al fin y al cabo, como decía Octavio Paz en Piedra de Sol: “No hay yo, siempre somos nosotros”. Los temas sociales y artísticos nos enseñan a ponernos en los zapatos de los otros y a reconocer que las ideas, los valores y las prácticas han cambiado a lo largo de la historia. Precisamente en la diversidad radica la riqueza de la vida. A su vez, Educación Física es ideal para trabajar la resiliencia, pues nos enseña que las personas y las comunidades que aprenden a convertir sus dificultades en oportunidades tienen mayor posibilidad de triunfar en el deporte y en la vida.

No estamos logrando casi nada de lo anterior porque en la mayoría de colegios se sigue creyendo que los estudiantes van a recibir informaciones académicas. El sesgo lo inicia el propio MEN al hablar de “años académicos” y “áreas del conocimiento”.

Segunda. Necesitamos dedicar espacio, tiempo y profesores al cuidado del corazón y de las emociones. Ojalá tuviéramos en todos los colegios un área de Comprensiones Humanas para aprender a conocernos y a comprender a los otros. Ojalá creáramos asignaturas como autobiografía, comprensión de los otros y proyecto de vida. Ojalá la autonomía y la solidaridad fueran evaluadas y mediadas, y su aprobación fuera tan importante para la promoción de grado y ciclo como lo son las evaluaciones académicas.

Pero si esto aún no ocurre, se puede utilizar una estrategia más sencilla: nombrar un hermano mayor para acompañar a los niños pequeños durante su primer año en la institución. Es una práctica que utilizan algunos colegios religiosos. Esta medida se puede complementar con la entrega de la institución dos o tres veces por año a los estudiantes mayores para que ellos orienten durante un día todas las actividades educativas. Esos sencillos mecanismos cambian las relaciones al interior de las instituciones porque ayudan a construir comunidad, confianza y a tejer lazos entre las personas. En estos ejercicios pedagógicos, el estudiante mayor que actuó como profesor o tutor de un menor saldrá en su defensa si ve que su seguridad o tranquilidad están siendo amenazadas.

En otro artículo me referí a una jornada del afecto para cuidar los vínculos emocionales y afectivos entre los estudiantes. Las relaciones humanas son como las flores y, por ello, hay que saberlas regar para que florezcan de manera más bella.

Tercera. Involucrar a toda la comunidad educativa en la prevención y en la definición de las acciones a realizar en caso de matoneo. Los niños están en proceso de formación. No se les puede tratar como delincuentes y recurrir a los abogados para que “resuelvan” lo que ellos mismos no saben hacer: cualificar las interacciones entre las personas y cuidar el clima de convivencia y la salud mental. Si hay bullying en un grupo, todos somos responsables. Están los padres, por no enseñarles a los hijos a resolver los conflictos. ¡Cuántos padres no les dicen “pega antes de que te peguen” o “no te la dejes montar de tus compañeros ni de tus profesores, porque el mundo es de los vivos”! Ellos trasladan la violencia social a las escuelas. Pero también es cierto que los profesores tenemos responsabilidad por no detener el matoneo cuando inicia en forma de burla y abucheo, y los directivos por no atender las alertas de los niños que pueden culminar en casos de intimidación y exclusión. Sin embargo, hay otros responsables que pasan de agache: la sociedad y el Estado, que han permitido la violencia en todas sus formas desde hace décadas en el país.

En este contexto, los mayores responsables terminan siendo los políticos que han cultivado el odio y que aprendieron, desde hace mucho tiempo, que podían convertir mágicamente el miedo en votos. Ellos han generado un clima de intolerancia y de irrespeto a la diferencia. En el fondo, quienes ejercen el bullying en los colegios son los mejores discípulos de una clase política acostumbrada a matonear a sus opositores. Es por eso que, mientras persistan las masacres, el asesinato de líderes sociales y las muertes violentas, seguirá habiendo intolerancia en las escuelas, porque la violencia de la sociedad se seguirá trasladando a ellas.

Sin duda, los colegios son los espacios más pacíficos a los que asisten los niños en Colombia. Pero en una sociedad violenta e intolerante, como la nuestra, necesariamente emergen familias y niños intolerantes que se encuentran en las escuelas. Necesitamos, por tanto, promover un cambio cultural. Es la única solución a mediano y largo plazo. Lo interesante es que la educación puede ayudar a impulsarla, siempre y cuando elijamos gobernantes que le asignen mayor peso a la cultura y le den más importancia a la ciencia y la educación que a la politiquería y la corrupción.

Cuarta. Necesitamos abrir espacios de confianza y participación. Eso solo es posible cultivando un clima más democrático en las aulas y los colegios. La mayoría de conflictos podrían resolverlos los mismos estudiantes, contando con el apoyo y la orientación de algunos docentes. Es por eso que en cada curso debe existir un grupo de comisionados éticos para cuidar la convivencia y, en caso de que el conflicto escale, pasar a mesas de resolución de conflictos a cargo de los estudiantes con acompañamiento de algunos docentes. Los estudios al respecto son contundentes: el 86% de los casos de bullying se eliminan cuando el grupo interviene. Los abogados contratados por las familias para entutelar a los colegios escalan el problema y generan la idea equivocada de que estamos ante un conflicto entre dos estudiantes: un niño matoneado y otro que matonea. La estrategia pedagógica consiste en hacer lo contrario: empoderar al grupo para que detenga el conflicto que afecta la convivencia de todos.

La democracia, la reflexión, el diálogo y la participación siempre han sido el mejor remedio contra la violencia. Por eso en Colombia necesitamos urgentemente un gobierno comprometido con la paz, la educación y la democracia. Si votamos y los elegimos, sin duda disminuiría el bullying en los colegios y estaríamos orientándonos hacia la transformación cultural que necesitamos con premura.

* Director del Instituto Alberto Merani (@juliandezubiria)

 

Melibea(45338)13 de abril de 2022 - 04:06 p. m.
Que hermoso llamado a la necesidad de cambiar esos modelos educativos que decadentes que han afectado la formación ética y intelectual de los que dirigen el el país.Sin ir muy lejos el rector de la Sergio Arboleda es un ejemplo de esta inoperancia
John(26256)13 de abril de 2022 - 01:14 p. m.
Muy buenas reflexiones educativas. Podría dejar de lado los sesgos políticos que sutilmente se atraviesan en la reflexión pedagógica.
Carlos L(35243)13 de abril de 2022 - 03:34 a. m.
Enseñar flexibilidad... Porque en matemáticas no hay una sola respuesta... Mmmm, vamos bien
Lalo(70277)13 de abril de 2022 - 01:44 a. m.
Admirado profesor: incuestionables sus planteamientos, que abordan un problema sin reduccionismos ni simplificaciones. Pero cabría preguntarle si la resolución pacífica de los conflictos ha operado significativamente a lo largo de la historia humana. Por ejemplo, ¿la revolución mexicana se presentó por falta de un enfoque de las partes en conflicto de resolver este por vías pacíficas?
Martina(79121)12 de abril de 2022 - 06:06 p. m.
Excelente columna, expone ese fenómeno bárbaro. Pero, hay varios aspectos a tener en cuenta : bullying no sólo lo hacen jóvenes de la 'calle', no conoce de estratos. Ocurre en colegios de barrio como los de élite. Segundo. Aunque no lo crea, en varios 'colegios' son los docentes los que hacen bullying a los alumnos, personas que ejercen de profesores sin la formación ni vocación requeridas.
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