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De las tablas a las aulas

Julián de Zubiría Samper
23 de marzo de 2021 - 03:00 a. m.

La creación colectiva es un aporte al patrimonio social y cultural de la humanidad. Fue pensada y llevada a cabo por los maestros Santiago García y Enrique Buenaventura en los años sesenta y setenta del siglo pasado. La Candelaria y el Teatro Experimental de Cali (TEC), le dieron vida y, desde allí, tomó vuelo y vida propia. Hoy la practican cientos de grupos de teatro en América Latina. Reivindica el papel de la investigación y la improvisación en el arte, el rol activo del actor, e invita a unas relaciones menos jerárquicas con el director. Sigue siendo esencial el papel de un director que oriente, interprete, evalúe y elabore un modelo mental de la interrelación entre las actuaciones, pero el libreto se construye colectivamente. Antonio Machado diría: “Se hace camino al andar”. Serrat puso música a sus poemas.

En días pasados, IDARTES y el Teatro La Candelaria convocaron a un grupo de educadores y artistas para reflexionar en torno a una original pregunta: ¿es posible llevar la creación colectiva a las escuelas? Fueron cuatro intensos días de reflexión en mesas y plenarias. En cierto sentido, también fue un proceso de creación colectiva. Sin duda, era un diálogo pendiente, en tanto nos unen propósitos, fines y sentidos comunes. Los artistas reinterpretan la realidad y los educadores deberíamos dotar a los menores de las herramientas para poder hacerlo. En el fondo ambos tendríamos que estar ante un proceso de creación. Nos haría bien trabajar en equipo: los docentes aprenderíamos sobre creación y sensibilidad, y los artistas sobre desarrollo integral y los obstáculos que hay que enfrentar para lograrlo.

Llevar la creación colectiva a las aulas nos permitiría, como afirma Harris, convertir las escuelas en ventanas para abrir el mundo de los jóvenes y no en espejos para reproducirlo. Así mismo, nos ayudaría a relanzar el Movimiento Pedagógico que ha estado tan debilitado desde 1998. La Ley General de 1994 ha sido el más importante acuerdo por la educación en la historia del país. Es fiel reflejo de los principios de la Constitución de 1991 y fue lograda gracias al constructivo diálogo entre el MEN, FECODE y el Congreso. La paradoja es que los gobiernos posteriores y el propio FECODE, dejaron de impulsarla. El MEN inició una contrarreforma educativa y FECODE se concentró en la reivindicación gremial de los maestros. Ambos, descuidaron lo pedagógico y la Ley 115 de 1994 no logró la transformación que buscaba en los colegios del país, para alegría de los guardianes de la tradición.

Quisiera destacar algunos aportes posibles si la creación colectiva pasara de las tablas a las aulas. Como puede entenderse, no son ideas que he pensado solo. Es curioso, pero las innovaciones pedagógicas, también son procesos de creación colectiva.

Primero. Ayudaría a transformar las relaciones verticales y jerárquicas, en otras más horizontales y democráticas. Las primeras están asociadas, por lo general, a modelos autoritarios. Si lo logramos, ayudaríamos a consolidar las comunidades educativas. Este proceso en nuestro país iba por muy buen camino en los años noventa, pero fue frenado en seco por la contrarreforma educativa llevada a cabo durante los gobiernos de Andrés Pastrana y Álvaro Uribe: en lugar de seguir construyendo Proyectos Educativos Institucionales (PEI), comunidades educativas y currículos alternativos, asfixiaron a los colegios con requisitos administrativos y pusieron a los maestros a llenar cientos de planillas impertinentes. Es como si hubieran intentado arrebatarles el profesionalismo y convertirlos en operarios. Deberíamos volver a los principios de la Ley General de Educación: construir sueños colectivos y favorecer la participación, la autonomía y la democracia en los colegios. ¡Necesitamos empoderar a los maestros para cambiar la escuela!

Segundo. Una gran debilidad de los colegios que hemos construido, es que en ellos los docentes trabajan de manera aislada e individual. Cada profesor se encierra con sus alumnos en su propia aula. Es como si los artistas trabajaran sin ver al otro, aislados en cápsulas. Lo grave es que, sin reuniones y trabajo en equipo, será imposible transformar las escuelas actuales. La creación se hace con otros docentes y estudiantes. De allí, que la creación colectiva nos invita a retomar el trabajo en equipo.

Tercero. Los maestros hemos acaparado la palabra. La creación colectiva nos ayudaría a escuchar la voz de los niños, las niñas y los jóvenes en el aula. Eso nos permitiría pasar de los monólogos actuales a los diálogos y a considerar a los estudiantes como partícipes del proceso dialógico al cual hacía alusión Freire para alcanzar la autonomía. A propósito, ¿se ha preguntado alguna vez, por qué en las universidades los salones de clase, por lo general, tienen forma de auditorio? Tal vez, para escuchar mejor el monólogo del profesor.

Cuarto. Desde hace mucho tiempo las escuelas están concentradas en tareas descontextualizadas, impertinentes y de poco impacto en el desarrollo de los niños. La creación colectiva nos ayudaría a recobrar la senda perdida. Si la implementáramos, convertiríamos las Instituciones Educativas en espacios que favorecen el juego, la creación, el pensamiento crítico, la libertad y la creatividad.

Quinto. Frente a una escuela bastante rutinaria y mecánica, los procesos de creación colectiva favorecerían la diversidad, las preguntas y la flexibilidad. Nos ayudarían a reivindicar y valorar el papel pedagógico del error, la duda y la reflexión. Bajtin habló de la construcción de una polifonía de voces; algo parecido a una mesa redonda y distante de un púlpito. Ninguna dictadura es aceptable: ni en la vida política, en las familias o en las aulas.

Sexto. Los colegios que conocemos siguen centrados en las respuestas a preguntas que no se sabe quién, ni cuándo, ni dónde formuló. La creación colectiva nos ayudaría a convertirlos en lugares para la investigación y experimentación de las preguntas de los niños y los profesores, surgidas en sus propios contextos. Colegios que exploren, jueguen, investiguen, creen y experimenten; aspectos muy poco tenidos en cuenta en la educación de hoy.

Séptimo. Las escuelas que conocemos tienen un profundo sesgo académico; es por eso que el MEN habla de “años académicos” y “áreas del conocimiento”. Por el contrario, a ellas deberíamos ir a desarrollarnos de manera integral. Al escuchar al otro, lo reconocemos y lo valoramos como igual. En ese sentido, la creación colectiva favorecería la formación ética y política. Así mismo, llevar la creación colectiva a las aulas nos ayudaría a reconocer mayor importancia al cuerpo y la sensibilidad, algo poco trabajado en los colegios, pero muy importante en el arte, el teatro y en la vida. Esta formación más integral favorece la participación, las actitudes democráticas y la transformación cultural. Formar ciudadanos integrales, participativos y autónomos, es más importante que aprender ecuaciones, nombres y leyes. Don Agustín Nieto lo sabía y por eso decía: “Formar, antes que instruir”. Aunque parece un principio sencillo de entender, no lo ha sido. Sigue siendo muy reducido el tiempo dedicado a formar ciudadanos tolerantes, solidarios, empáticos, autónomos y que puedan trabajar en equipo. Una expresión de que eso no se cumple, la vemos todos los días en las calles, los barrios, los hogares y en las elecciones políticas.

Al crear comunidades y promover la participación de estudiantes y profesores, se favorecería la reconstrucción del tejido social, que ha sido destruido por el largo conflicto que hemos padecido. Toda guerra debilita la confianza en los otros. Eso es lo que tristemente nos ha sucedido a los colombianos. Los estudios mundiales nos dicen que, en promedio, en Colombia los jóvenes tan solo confían en el 4% de las personas que conocen. Y como no podemos confiar en los otros, no podemos trabajar en equipo y tener un proyecto conjunto de nación. La escuela es uno de los espacios en los que tenemos que comenzar a cambiar estas actitudes. La familia sería otro.

No es casual que los artistas hayan actuado, cantado y bailado cientos de veces en defensa de la vida. Nos gustaría unir nuestra voz a sus cantos. Suelen ser más bellos los dúos, las bandas y las orquestas. En mayor medida, si se trata de defender la vida, la naturaleza, la democracia y la paz.

En síntesis, la creación colectiva nos ayudaría a convertir las escuelas en espacios para la creación y la libertad. Nos invitaría a un renacer del Movimiento Pedagógico, en este caso, de un Movimiento pedagógico, social y cultural.

La primera tarea que asumimos los asistentes al evento fue seleccionar 40 colegios en Bogotá en los que trabajemos de la mano artistas y educadores. ¿Conoce usted algún candidato?

P.D: Santiago García era “Un hombre del renacimiento”. El país está en deuda con sus innumerables aportes a la búsqueda de nuestra propia identidad y a la construcción de utopías posibles. Hoy se cumple un año de su partida. Desde aquí, miles de quienes lo vimos actuar, crear, dirigir y construir, le decimos a coro: ¡Gracias! En su memoria y, con la autorización de La Candelaria, quiero compartir el bello documental que le dedicó Patricia Ariza:

* Director del Instituto Alberto Merani (@juliandezubiria).

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Alberto(3788)24 de marzo de 2021 - 12:41 a. m.
Muy, muy interesante, PD muy acertada.
Alvaro(50403)23 de marzo de 2021 - 03:58 p. m.
Excelente columna,hay que modificar todo el sistema incluído el universitario ,pues existen doctores que no tienen comprensión lectora de hay la Colombia que tenemos.
Orlandal(56030)23 de marzo de 2021 - 01:32 p. m.
Ni cuando don Agustín Nieto Caballero fue ministro de educación pudo con el sistema, que siempre ha buscado castrar la creatividad de los niños para convertirlos en mano de obra barata y calificada. Un pueblo "intonso y asnal" es lo que se requiere para que las élites no suelten la teta que es de todos.
Contumaz Apostata de la Dextrocardia(likt7)23 de marzo de 2021 - 01:13 p. m.
Constructivista y disruptivo bajo los estándares actuales, pero pregunto: que garantías hay de que algo tan homogéneo sea viable cuando hay tantos modelos pedagógicos y tantas formas de transmitir como la autonomía docente permite...?
  • Alvaro(50403)23 de marzo de 2021 - 04:00 p. m.
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