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¿Deben los colegios prohibir los celulares?

Julián de Zubiría Samper
14 de mayo de 2024 - 05:01 a. m.

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La UNESCO ha recomendado a los colegios del mundo prohibir el uso de celulares, pero la prohibición no basta si no educamos a los jóvenes para que hagan un uso responsable, autónomo, reflexivo, crítico y ético de los dispositivos electrónicos.

La semana anterior, 27 colegios vinculados a la Unión de Colegios Internacionales (UNCOLI) tomaron la decisión de suspender el uso de celulares en las instalaciones y en las rutas escolares. Lo hacen para promover la socialización y evitar la adicción a las redes. Esta fue una medida recomendada en 2023 por la UNESCO y ya ha sido adoptada en países como España, Francia, Finlandia, Suecia, Grecia y Australia. En el Instituto Alberto Merani tomamos una decisión semejante desde enero de 2024, pero con una diferencia fundamental: venimos trabajando pedagógicamente para garantizar un uso reflexivo y crítico de las redes en tres áreas curriculares: Competencias Comunicativas, Ciencias Sociales y Comprensiones Humanas. En Comunicativas formamos a los jóvenes para detectar noticias falsas y fortalecemos la lectura contextual y crítica en los grados 6º a 9º; en Sociales se analizan los riesgos de la pérdida de privacidad y de acceso a la verdad; y en Comprensiones se estudian los impactos de las redes en el debilitamiento de los vínculos humanos y los riesgos éticos de la manipulación.

Ante un dilema complejo, debemos evitar las respuestas simplistas y partir de las investigaciones científicas y las experiencias similares. Las redes pueden tener impactos muy positivos o muy negativos sobre el desarrollo integral de los estudiantes y ambos aspectos deben tenerse en cuenta.

Los aspectos más positivos de las redes tienen que ver con el acceso que nos permiten al conocimiento y la cultura. Una sola pregunta bastaría para demostrarlo: ¿Qué hubiera pasado con la humanidad si no hubiera existido la virtualidad durante la pandemia? Aun así, sabemos que, tal como ha demostrado PISA, se comprende más fácil y claramente un texto impreso que uno virtual.

También es claro lo que representan para la cultura el acceso a museos, arte y canciones, así como el invaluable papel que pueden cumplir en la comunicación y recreación humana. Sin embargo, los problemas que han generado en adolescentes son especialmente preocupantes y los estudios científicos son cada vez más concluyentes.

Primero. Las redes son adictivas

Las redes sociales fueron diseñadas para crear adicción en quienes las utilizan. Por eso incluyeron las notificaciones, los likes y la navegación permanente. Con las notificaciones lograron que no fuéramos nosotros quienes decidimos cuándo mirar el celular. Con los likes y los corazones se aseguraron de que siempre recibiéramos el reconocimiento que buscamos y con la navegación permanente nos inducen a escuchar una nueva canción al culminar la que estábamos oyendo y a ver un nuevo capítulo de la serie al acabar el anterior. Son las redes quienes nos manejan, no nosotros a ellas. Esa es la esencia de cualquier adicción y las plataformas lo logran a cabalidad, tal como demostró el documental El dilema de las redes sociales (2020). Yuval Harari lo dice de manera brillante: Si un algoritmo te monitoriza todo el tiempo, te conoce mejor que tú.

Segundo. Deterioran el autoconcepto y promueven las crisis emocionales

En una columna anterior expliqué por qué una plataforma como Instagram deteriora el autoconcepto de las preadolescentes. Esto ha sido estudiado a profundidad, incluso por META, la casa matriz de Instagram. Deterioran su autoconcepto al ver a las demás jóvenes más bellas, esbeltas, con caderas más anchas y senos más grandes. Eso es así gracias a los filtros que utilizan al subir sus fotos. Una de cada tres preadolescentes ha deteriorado su autoconcepto desde que está utilizando Instagram y el 40 % de las usuarias informaron sentirse “poco atractivas”, según concluyó el estudio solicitado por Zuckerberg, pero cuyos resultados quiso ocultar bajo tierra.

El otro efecto perverso de la red es que deteriora la calidad de los vínculos que establecen los jóvenes. Como sus interacciones están mediadas por pantallas, se pierde calidad, afectividad, contacto y privacidad.

En diversas columnas he mostrado la magnitud de este problema. En Estados Unidos, en 2022, el 57 % de las preadolescentes manifestaron presentar depresión profunda y en 2023, en Bogotá, 10.000 jóvenes manifestaron ideación suicida de manera reiterada en los colegios. Estamos ante una nueva pandemia y las redes son uno de los factores esenciales para explicarla. Obviamente, no se pueden dejar a un lado otros factores para explicar este fenómeno, como sería el caso del debilitamiento en la estructura y la comunicación familiar y la muy equivocada tesis cultural que lleva a los jóvenes a pensar que la felicidad proviene del consumo, no de la calidad de los vínculos que establecemos y de los proyectos que construimos.

Tercero. El deterioro de la atención

Según ha demostrado el neurobiólogo Stanislas Dehaene (2019), la atención es una de las cuatro claves del aprendizaje, ya que amplifica los objetos e ideas en los que debemos concentrarnos. Su función es alertar al cerebro y ponerle un poderoso reflector. Todos los profesores lo vemos a diario: una simple notificación en el celular distrae al estudiante por un tiempo estimado de 20 minutos. La clave consiste en saber a qué prestar atención y a qué no. Por tanto, la atención nos ayuda a suprimir miles de estímulos e informaciones poco relevantes. En esto los jóvenes actuales están muy inmaduros por exceso de pantallas y por padres que dedican muy poco tiempo a comunicarse con sus hijos. Como es fácil de entender, la baja atención disminuye los ritmos del aprendizaje.

Con frecuencia hoy los acudientes dicen que sus hijos fueron diagnosticados con déficit de atención, pero se equivocan: el problema es la débil comunicación con sus padres y el exceso de pantallas.

Cuarto. Debilitan el lóbulo prefrontal y la tolerancia a la frustración

Los estudios científicos son concluyentes: los jóvenes que han sido criados con muy fácil acceso a redes y celulares ven debilitada su voluntad y tolerancia a la frustración. Eso sucede porque las redes les permiten el acceso a múltiples personas y objetos con poco esfuerzo. Fueron creadas para brindar satisfacción inmediata. Así lo hacen con la pornografía, los productos, las rutas, tareas, informaciones o personas. Con casi todo. Es por eso que los jóvenes se acostumbran a no aplazar y a no tener que esforzarse para conseguir lo que necesitan. Marian Rojas Estapé lo expresa de manera clara y gráfica cuando afirma que los bebés se mueven por “luz, sonido y movimiento” porque sus lóbulos prefrontales están poco desarrollados. El gran problema es que los celulares funcionan de manera similar al activar luces, sonido y movimiento. En consecuencia, su uso frecuente y temprano frena el desarrollo del lóbulo prefrontal, que es el que regula la voluntad, la toma de decisiones, la planificación y los proyectos.

Conclusión

Aciertan los colegios al restringir los celulares. Es una decisión que favorecerá la práctica deportiva, la comunicación entre pares y la construcción de vínculos más fuertes y afectivos entre los compañeros. Aun así, se equivocan al enfatizar exclusivamente en la prohibición. Mal haríamos los educadores en dejar a un lado nuestra tarea fundamental: la formación de mejores ciudadanos. La prohibición debe estar acompañada de una formación que favorezca la autonomía de los estudiantes y la consolidación de las competencias para pensar y leer de manera contextual y crítica. Si estas condiciones no se cumplen, los jóvenes llegarán a sus casas y allí serán presa fácil de las noticias falsas, la manipulación, la polarización, la suplantación, el ciberbullying y los engaños. Estos temas deben ser abordados curricularmente en las escuelas contemporáneas.

En síntesis, creo que debemos prohibir el uso de celulares y redes en primaria, pero entre los grados 6º y 8º es necesario reglamentarlo en los colegios y utilizar sistemas de control parental en los hogares. Así mismo, las redes y los celulares se deben utilizar bajo mediación y orientación docente en los tres últimos años del colegio. Como puede verse, la prohibición y reglamentación no bastan si no educamos a los jóvenes para que hagan un uso responsable, autónomo, reflexivo, crítico y ético de los dispositivos electrónicos.

* Director del Instituto Alberto Merani (@juliandezubiria)

 

nancy(iz8la)23 de mayo de 2024 - 04:17 p. m.
Como docente gocé de la atención y escucha, aún no común el uso de celular; pero sería insensato negar que ese útil aparato es el dolor de cabeza en familias, calles, en oficinas... Tuve una experiencia no grata en un espacio para promover mis libros, las 6 docentes de primaria, no dejaron de usarlo, aunque a ratos paré la exposición. La adicción es inmensa, entonces, el "destete" debe ser lento. Muy bien el uso en descanso y norma en casa, en la mesa, al atender a alguien. Olvidamos vernos.
Álvaro(bf4hu)22 de mayo de 2024 - 09:34 p. m.
Acuerdo total con el columnista. Esta debía ser una política pública del ministerio de educación en el sector público que puede ser el mayor afectado con el uso de celulares en colegios y escuelas, deteriorando aún más la calidad educativa, por falta de un uso más racional de esta tecnología.
Gerardo(35467)22 de mayo de 2024 - 03:01 p. m.
Excelente columna, informada, documentada y pedagógica. Totalmente de acuerdo con el contenido y conclusión: fundamentalmente se debe trabajar en la educación responsable de los hijos pero de manera articulada entre familia y colegio
Felix(brwup)22 de mayo de 2024 - 10:45 a. m.
La cultura de la prohibición no conduce a nada y solo conduce a que lo prohibido se convierta en expectativa. Se debe trabajar en la cultura de la educación soportada en explicar lo nocivo que es lo que se quiere prohibir.
Brayan(bnge4)22 de mayo de 2024 - 02:28 a. m.
Más que una prohibición total de los dispositivos, se debería más bien, encaminar a los niños y jovenes a que le den un uso responsable y metódico a tomar consciencia, de nada sirve que en el colegio se les prohíba si llegan a sus casa y los padres no les controlan el tiempo que pasan en ellos o si los mismos padres se la pasan en éstos en las aulas se puede hacer una prohibición durante las clases, algo así como poner en una caja al inicio de cada clase y se le devuelve al finalizar cada clase.
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