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En los últimos cinco años, 145.000 estudiantes de Bogotá han abandonado sus colegios. Todo indica que una gran parte de ellos está estudiando de manera informal en escuela en casa y en programas de educación virtual. ¿Esta tendencia favorecerá el desarrollo integral de las nuevas generaciones?
Hace dos meses escribí una columna en la que resaltaba la aguda crisis que han vivido los colegios privados en los últimos años por la falta de estudiantes. En redes, muchas personas comentaron que estos estudiantes se estaban trasladando a los colegios públicos por los altos costos de la educación privada. Esa explicación era claramente equivocada porque al mismo tiempo estaba disminuyendo el número de estudiantes en los colegios públicos.
Según el análisis del Laboratorio de Economía de la Educación de la Javeriana, 3.000 sedes educativas estaban inactivas en 2023 en Colombia. De ellas, 2.000 son oficiales y 1.000 son privadas. Esto indica que se trata de un fenómeno nacional. Aun así, por espacio centraremos el análisis en Bogotá.
Desde la pandemia, en Bogotá está disminuyendo el número de estudiantes en los colegios privados y públicos. Estos últimos caerían a mayor ritmo si no fuera por la población venezolana que hemos acogido. En la capital, la población de estudiantes pasó de 1.330.000 en 2019 a 1.185.000 en 2023, es decir que disminuyó 145.000 en tan solo cuatro años. Cien mil salieron de los colegios privados y cuarenta y cinco mil se retiraron de los oficiales.
Lo primero que hay que decir es que en Bogotá ha disminuido la tasa de natalidad hasta tal punto que la tasa de fecundidad actual es de 0,9, mientras que la tasa colombiana es de 1,8 hijos por mujer. A partir de 2020, este decrecimiento comenzó a generar una disminución en la población escolar, algo que se estima comenzará a pasar en todo el país a partir de 2051.
A pesar de lo anterior, la población en edad escolar se contrajo solo en 25.000 estudiantes. Esto quiere decir que el cambio demográfico solo explica una pequeña parte de la caída de la población estudiantil de la capital. ¿Cómo explicar el resto? La disminución de la población estudiantil solo podría deberse a errores en el registro de las estadísticas, a la deserción de un gran número de estudiantes o al traslado a otras regiones. Esta última no parece ser una buena explicación si tenemos en cuenta el cierre de 3.000 sedes escolares al que nos referimos previamente. Para disminuir el efecto de posibles errores estadísticos, no incluyo la información de 2024 porque son datos que todavía deben ajustarse.
Todo indica que el punto de inflexión lo marcó la pandemia. A partir de entonces, un grupo importante de estudiantes abandonó la escuela y, al parecer, pasó a estudios más informales. Me concentraré en revisar esta hipótesis: los estudiantes que se retiran de colegios bogotanos muy seguramente están pasando a estudiar en casa o en educación virtual, nacional e internacionalmente. Esto estaría ocurriendo en educación inicial y básica y se presentaría a la par con el aumento del trabajo virtual de algunos padres y la aparición de los nómadas digitales. Un proceso similar se observa en Estados Unidos: en 2024, 3,7 millones de niños están siendo educados en casa. Eran 2,3 millones en 2016. La educación en el hogar pasó de ser una modalidad marginal a convertirse en la forma de educación de más rápido crecimiento. En el caso español, se verifica que la educación virtual creció un 3.000% durante la última década. Un crecimiento totalmente excepcional. Para el caso colombiano, las estadísticas son casi imposibles de rastrear. Lo que hemos podido verificar es que cientos de colegios privados con frecuencia reciben publicidad para llegar a acuerdos de trabajo con colegios virtuales en Miami y otras ciudades de Estados Unidos.
Aunque no existen soportes adecuados para validar la hipótesis, podemos señalar argumentos indirectos como los mencionados. Pero, en cualquier caso, desde una perspectiva formativa la pregunta fundamental que tenemos que hacernos es sobre las ventajas y desventajas de la educación virtual y el homeschooling. Se trata de una cuestión relativamente fácil de responder después de lo que vivieron niños, niñas, jóvenes y padres durante la pandemia.
Primero. Al pasar a la educación en línea durante la pandemia, el mundo vivió una notoria caída en la consolidación de las competencias en lectura, matemáticas y ciencias. La caída fue mayor en los países, regiones, ciudades e instituciones que permanecieron más tiempo en la virtualidad. Eso se ratifica ampliamente al comparar los resultados PISA de 2018 con los de 2022. Prácticamente en todas las regiones del mundo cayeron los resultados. Diversos estudios realizados al respecto en miles de escuelas en Estados Unidos llegan a la misma conclusión. La explicación es obvia: un niño aprende muy poco mediante clases virtuales. La presencialidad es irremplazable en la educación básica. ¿Acaso hoy alguien lo duda?
Segundo. El efecto más dañino de la educación virtual o en casa, está en la socialización de los estudiantes, pues son más débiles los vínculos que se construyen. Los educadores y padres del mundo estamos alarmados por el aumento de las crisis emocionales en la adolescencia. Sin duda, tanto la educación en casa como la virtualidad tendrán efectos muy nocivos al respecto, dado que los colegios son el espacio más importante para el juego libre, la construcción de vínculos, el desarrollo de las competencias socioafectivas y la socialización, más en una época en la que ha disminuido el número de hermanos y se ha limitado el papel de los barrios, los parques, la familia extensa y los vecinos. Reducir la socialización al mundo virtual o al pequeño núcleo familiar será especialmente negativo a mediano plazo para niños y jóvenes.
Los padres pueden creer que se ahorran el costo de las pensiones, pero deben tener presente que esos ahorros les saldrán muy caros porque se deteriorará la salud mental y el desarrollo social, cognitivo y comunicativo de sus hijos e hijas. Si no quieren o no pueden pagar pensiones, ojalá matriculen a sus hijos en la educación pública, que es gratuita, pero retirar a los hijos de la escuela causa un daño estructural profundo a los niños, niñas y jóvenes y, por tanto, a la sociedad. De esta manera se forman futuros ciudadanos con más dificultades para interactuar, trabajar en equipo, pensar y comunicarse.
Hoy, cualquiera debería saber que se aprende mejor con múltiples compañeros y profesores que con homeschooling y amigos virtuales. Aun así, una generación de familias sobreprotectoras privilegia a tal grado la seguridad que no ve los efectos que tendrá para los hijos el exceso de ansiedad de los padres. Esto se ratifica claramente en Estados Unidos. Cuando se pregunta a los padres que optaron por educación en casa, cuál fue el principal motivo para hacerlo, la respuesta dominante es que les preocupa mucho el ambiente escolar.
Hasta el momento, en Colombia hemos formado una sociedad violenta, intolerante, individualista, muy desconfiada y en extremo polarizada. ¿Se imaginan lo que puede pasar si sigue aumentando el número de niños que se forman exclusivamente en sus casas o en una educación virtual que no garantiza la integralidad? Como lo demostró la pandemia, en la educación básica la presencialidad es una condición necesaria del desarrollo. Retirar a un hijo para que estudie en casa o para que se traslade a la virtualidad siendo menor de edad debería ser sancionado por la ley y la sociedad, como ocurre en cientos de países, entre ellos Francia, China, Alemania, Suecia, Cuba o los Países Bajos. Esa sería una mínima condición para garantizar los derechos de los niños al estudio, al desarrollo integral, al juego libre y a la sana socialización. El problema es que en Colombia los niños todavía no son una prioridad. Tal vez por eso estamos tan mal como sociedad.
P.D.: Hoy en Estados Unidos podrían elegir presidente a un declarado culpable por violación, carente de empatía y sensibilidad; un adicto al poder que promueve el racismo, la estigmatización y exclusión de los inmigrantes, que miente, pone en riesgo las instituciones, promueve el odio y la intolerancia. Volvería a desconocer los resultados en caso de perder y, gane o pierda, seguiría agudizando peligrosamente la polarización. Ojalá logren detenerlo. Aun así, es tan mala la calidad de su educación básica que podría terminar siendo elegido.