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Durante 2022, el gobierno mexicano ha venido trabajando en un nuevo diseño curricular que elimina las asignaturas y prioriza cuatro campos formativos: la lectura, el pensamiento, la ética y lo comunitario. Es un excelente ejemplo para la reforma curricular que debería iniciar cuanto antes en Colombia.
La orientación curricular colombiana ha sido una de las más caóticas del mundo. Existen lineamientos, estándares y Derechos Básicos de Aprendizajes (DBA). Estos últimos fueron construidos desconociendo las competencias, aunque los primeros habían sido elaborados a partir de dicho concepto. Lo peor es que coexisten los tres. En la práctica, cada maestro hace lo que puede y como puede, lo que implica que se castiga a los más débiles y se legisla para aumentar las brechas.
Cuando uno recorre el país, los maestros le cuentan que no le hacen caso al MEN, pero que tienen un libro viejo y que esa es la guía que usan en sus clases. “Seguramente –dicen–, ni la matemática ni el lenguaje han cambiado en los últimos 50 años”. Están equivocados. Y como carecemos de textos oficiales, las editoriales de libros escolares han terminado por orientar el currículo.
A pesar del caos, el MEN no lideró ninguna trasformación curricular pertinente en las últimas dos décadas, aunque sí hubo una muy interesante propuesta durante la secretaría de Abel Rodríguez en Bogotá en torno a los conceptos de ciclo, desarrollo y campos del pensamiento. Desafortunadamente, esta no continuó consolidándose ni tuvo el impacto que ha debido tener a nivel nacional. También durante el gobierno de Juan Manuel Santos se intentó impulsar una reforma curricular, pero con el triunfo de Duque se perdió la esperanza.
Poco ayuda el Congreso de la República porque defiende una idea macondiana: ante cualquier nuevo problema, crea asignaturas para resolverlo. Bajo este criterio, en los últimos años han aparecido más de 20 nuevas materias. De esta manera, en la mayoría de colegios, los estudiantes están obligados a estudiar más de 15 asignaturas en cada grado. Es difícil encontrar una peor idea de lineamiento curricular. Piensen en lo complejo que resulta para una niña o niño en formación: quince maestros trabajando de manera fragmentada y aislada, a puerta cerrada y con quince textos diferentes. ¡Pobres niños!
Tampoco ayuda FECODE porque desde 1998 se concentró en la lucha gremial. Además, padece una enfermedad: ve fantasmas en todo lado. Cree ver al neoliberalismo en las competencias, en la decisión ética de no dejar ningún niño atrás y en las evaluaciones censales. Rememorando al Quijote, FECODE invitó a luchar contra un decreto que daba a los docentes autonomía para evaluar (Decreto 1290) y contra una entidad que podía ayudar a las instituciones educativas a cualificar el seguimiento de las competencias para argumentar y leer de manera crítica según ciclos del desarrollo. El problema es que confundió el pensamiento y la lectura crítica con el neoliberalismo.
El consenso creciente en el mundo es que se deberían seleccionar algunos propósitos y contenidos fundamentales para orientar el trabajo en la educación básica. Como señala el pedagogo Ivor Goodson, la educación es en realidad un conjunto particular de énfasis y omisiones. De allí que la tendencia consiste en seleccionar muy pocas, pero esenciales competencias a consolidar en la educación básica. Por ejemplo, en Finlandia desde 2020 eliminaron las asignaturas y seleccionaron siete competencias transversales. Algo similar está pasando actualmente en España. Más tímidamente, desde 1998, en Chile han enfatizado dos competencias. Sin embargo, quiero dedicar estas líneas a comentar la novedosa ruta que adoptará México a partir de 2023.
Con la meta puesta en formar mejores ciudadanos y asumiendo un marco teórico histórico-cultural, la nueva escuela reconoce la necesidad de contextualizar el trabajo educativo y asigna un papel central a la comunidad en el proceso del aprendizaje. De allí que defienda la autonomía de las instituciones y le otorgue a cada docente amplia libertad didáctica, al mismo tiempo que prioriza el trabajo en muy pocas y esenciales competencias transversales.
En la reforma mexicana desaparecen las asignaturas y toda la estructura curricular dependerá de los cuatro campos previstos para el trabajo transversal: las lecturas, el pensamiento científico, la ética, la naturaleza y la sociedad y, finalmente, lo humano y comunitario.
Al poner a la comunidad como foco del proceso educativo, la nueva escuela mexicana fortalecerá la pertinencia y la contextualización, y al elegir cuatro campos formativos, promoverá el trabajo en equipo, el trabajo conceptual y la trascendencia, facilitando lo que David Ausubel llamaba los aprendizajes significativos. Estos aspectos son cruciales desde el punto de vista curricular.
La visión desarticulada y enfocada en la transmisión de información que sigue dominando la educación colombiana lleva a cada maestro a remar para lados diferentes y condena a los estudiantes a no poder consolidar sus competencias. La ruta colombiana favorece el trabajo individual y fragmentado. La ruta mexicana fortalece el pensamiento, la lectura crítica y la convivencia.
El trabajo en lenguas indígenas, artes, inglés y español se articula en torno a las lenguas. En el fondo, todos los estudiantes van a fortalecer la lectura, la expresión y la escritura. ¿Acaso no es este uno de los fines esenciales de todo proceso educativo? Al hacerlo de esta manera, se facilita el trabajo por competencias y el diálogo intercultural e inclusivo. Todas estas son tareas esenciales de nuestro tiempo.
Consolidar el pensamiento científico es el propósito del segundo campo formativo. La idea es garantizar que los estudiantes comprendan y expliquen los fenómenos naturales. Pero si ese es el propósito, tampoco tiene sentido fragmentarlo en asignaturas con evaluaciones dispersas. ¿Acaso no deberíamos ir a la escuela a aprender a pensar e interpretar?
El tercer campo formativo se relaciona con la naturaleza, la ética y la sociedad. Se trata de fortalecer los valores democráticos, la convivencia, los derechos humanos y el cuidado de la naturaleza. Todo lo anterior es necesario en el mundo actual.
El cuarto campo formativo se relaciona con lo humano y lo comunitario. Se trata de promover la actividad física para cuidar la salud corporal y la mental. La idea es cuidar los cuerpos y las emociones para fortalecer a los individuos y crear comunidades más sanas; algo crucial para superar las complejas debilidades que nos dejó la pandemia en la interacción y la vida emocional.
Un proverbio africano lo sintetiza muy bien: “Si quieres ir rápido, ve solo. Si quieres ir lejos, ve acompañado”. En Colombia queremos ir rápido, mientras que en México quieren llegar lejos.
Yo también quisiera llegar lejos. Por eso celebro que el MEN convoque las mesas técnicas para volver a pensar el currículo en el país. Me parece que tenemos una oportunidad excepcional. Por fin, después de dar tantos tumbos curriculares, tenemos la posibilidad real de concentrar la educación básica en enseñar a pensar, convivir y comunicarnos. Ojalá la aprovechemos.
* Director del Instituto Alberto Merani (@juliandezubiria)