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¿Qué es leer de manera crítica?

Julián de Zubiría Samper
25 de febrero de 2025 - 05:00 a. m.
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Una buena parte de los docentes afirma que consolidar la lectura crítica es uno de los propósitos más importantes de la educación. Sin embargo, cuando les pedimos que precisen su acepción y la diferencien de la lectura literal o inferencial, la confusión aflora. ¿Qué es entonces la lectura crítica?

La mayoría de docentes cree que favorece la lectura crítica y que lo hace desde los primeros años de escolaridad, pero si observamos los niveles de lectura alcanzados por los estudiantes colombianos al ingresar a la universidad, vemos que tan solo el 1 % logra consolidarla. Por el contrario, la mitad se queda en una lectura literal y solo un 49 % logra hacer inferencias indirectas. En términos de Cassany, diríamos que un 50 % lee “las líneas” (Nivel 1 y 2 según PISA), un 49% lee “tras las líneas” (Nivel 3 y 4 según PISA) y tan solo un 1% lee “detrás de las líneas” (Nivel 5 y 6 según PISA) ¿Por qué son tan bajos los niveles alcanzados y por qué son tan similares a los obtenidos veinte años atrás?

La lectura crítica nos protege contra el fanatismo, el dogmatismo y la manipulación, algo muy importante en la era de la desinformación, las noticias falsas y las redes. Como destacaba Carl Sagan en su última entrevista: “Si nosotros no somos capaces de hacer preguntas escépticas, para interrogar a quienes nos dicen que algo es verdad, para ser escépticos de quienes ejercen la autoridad, entonces estaremos a merced del próximo charlatán político o religioso que aparezca. Todo indica que muchos ciudadanos en el mundo siguen a merced de charlatanes y eso sucede porque un ciudadano sin lectura crítica es presa fácil de estafadores, mentirosos y manipuladores. Como veremos, la lectura crítica también es nuestra mejor defensa contra los populistas y contra quienes han optado por construir gobiernos cada vez más autoritarios, cerrados, excluyentes y basados en la reiteración de mentiras. El problema es que para leer críticamente se requieren varias condiciones que muy pocas veces cumple la mayoría de la población.

Primera. La lectura crítica es un punto de llegada en el proceso formativo. Eso sucede porque es en extremo exigente. Demanda conocimientos, actitudes, competencias y sofisticados procesos de lectura, pensamiento y metacognición. Para alcanzarla, previamente debemos estar en capacidad de elaborar la estructura semántica de un texto, es decir, captar su intención comunicativa, sus ideas principales y la manera como los argumentos se entretejen con la idea central. Van Dijk afirmaba en la misma línea que la tarea más compleja era reconstruir cognitivamente la base textual implícita. Esto quiere decir que sin leer entre líneas es imposible leer de manera crítica. Aun así, la lectura de matices es una condición necesaria, pero no suficiente.

Algo análogo pasa si como lectores tuviéramos dificultad para captar los colores que existen en la realidad y el discurso, y tendiéramos a ver un mundo en blanco y negro. La realidad es más compleja porque tiene infinidad de tonos que los lectores poco críticos no logran ver. El problema es que la gran mayoría de personas se queda en los escalones iniciales de la comprensión lectora y por ese motivo tienen dificultad para inferir, matizar, captar las intenciones comunicativas, articular y entretejer la estructura del texto. Es por eso que no llegan a leer de manera crítica, mucho menos si se trata de comprender discursos complejos.

En una columna anterior diferencié entre ser crítico y criticón. Los primeros escasean y los segundos predominan. Los lectores críticos leen a profundidad los textos para reelaborar su estructura semántica y ponerla en diálogo con diversos contextos sociales. Los criticones, por el contrario, opinan antes de comprender las ideas. Pasan muy rápidamente de la lectura al juicio de valor. Como decía Gaston Bachelard, quien opina piensa mal porque traduce sus necesidades en pensamientos. Un lector crítico, por el contrario, se adentra en profundidad en la estructura ideativa del texto y en el contexto en el cual fue elaborado. Los criticones opinan inmediatamente y, al hacerlo, plasman sus prejuicios sobre los textos. El lector crítico se cuestiona constantemente de manera reflexiva mientras que el criticón siempre intenta corroborar sus propias ideas.

Segundo. El lector crítico reconoce que los conceptos tienen acepciones diferentes según el contexto en el que se utilicen y el marco teórico del cual partan los autores. Sabe que los discursos tienen historias, matices y contextos, porque son prácticas socioculturales. Los lectores acríticos, por el contrario, se quedan con una sola definición y con su interpretación personal y unilateral. A ellos hay que recordarles que “leer -como decía Estanislao Zuleta- no es recibir, consumir, adquirir. Leer es trabajar…”. Al decirlo, retoma la figura de Nietzsche: necesitamos rumiar muy lentamente los textos para poder interpretarlos. En educación, conceptos como competencias, ciclos, desarrollo, integralidad, calidad o constructivismo, por ejemplo, son polisémicos, es decir, tienen múltiples acepciones. Por eso, se debe precisar el significado que el autor ha adoptado para cada uno de ellos y, de esta manera, entender de qué está hablando. Sin conceptos bien delimitados, no podemos entender e interpretar un discurso. Lo complejo, como decía Mijaíl Bajtín, es que los textos son polifónicos porque en ellos se mezclan múltiples voces que es preciso desentrañar.

Tercero. La lectura crítica invita a reelaborar las ideas. Para lograrlo, exige que siempre se consulten fuentes diversas. Por el contrario, un lector dogmático se contenta con usar una sola fuente. No lee, sino que busca confirmar sus prejuicios. Prefiere leer exclusivamente las fuentes que ratifican sus opiniones. Padece del sesgo de confirmación. Las redes parecen diseñadas para los criticones. A nivel político se expresaría en el petrista que no puede leer medios de comunicación o autores afines al uribismo o, al contrario, se vería en uribistas para quienes la palabra de su jefe es palabra sagrada y, de esa manera, basta con leer a su ídolo para saber qué pensar de cualquier tema en concreto.

Cuarto. La lectura crítica exige distanciamiento antes de emitir el juicio de valor. De allí que los fanáticos no pueden realizarla. Como se creen poseedores de la verdad, concluyen que todo aquel que diga algo diferente, debe estar equivocado. Se sienten dueños absolutos de la verdad. Como decía Estanislao Zuleta en el Elogio de la dificultad: “No se puede respetar el pensamiento del otro, tomarlo seriamente en consideración, ejercer sobre él una crítica, cuando creemos que la verdad habla por nuestra boca”. La distancia emocional y afectiva favorecen un juicio de valor más reflexivo e independiente. La duda y el escepticismo alimentan el pensamiento y la reflexión. En general, en Colombia hay exceso de dogmatismo. Por eso, Edelman concluyó que para 2023 éramos la segunda nación más polarizada del mundo; es decir, aquella en la que las personas no habían aprendido a discutir, controvertir y reelaborar sus ideas.

Quinto. El lector crítico desentraña los nexos entre el texto y los contextos sociales que condicionan y potencian su sentido. Sabe que una idea, un párrafo, un video, una película o un trino, no se pueden comprender sin mirar el contexto en el que se produjeron. Tiene en cuenta en qué contexto social, histórico, económico, político y cultural se generó el discurso. Eso lo lleva a hacer lecturas más reflexivas y relativas, así como interpretaciones más cautelosas. Por el contrario, el lector acrítico desconoce los diversos contextos y, por eso, hace lecturas ahistóricas, literales y absolutas de los textos: lanza juicios de valor apresurados y sin evidencias.

Hasta el momento, formar lectores críticos sigue siendo una labor que se cumple de manera excepcional en Colombia. El día que esta tarea se generalice, dejaremos de ser un país tan polarizado y fortaleceremos la débil democracia que tenemos.

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Blanca Lucy Marín Cuellar a la a Lucy Marin Cuellar(75596)05 de marzo de 2025 - 03:05 p. m.
EXCELENTE ARTÍCULO. PERO LO TRISTE ES QUE EL ESTABLECIMIENTO EDUCATIVO NO INCENTIVA A LA LECTURA, NI ENSEÑA A LEER, LO QUE SE TRADUCE EN PERSONAS ACRITICAS, PORQUE LOS MAESTROS NO TIENEN NI IDEA DE COMO HACERLO. A UN PROFESOR LE DIJE UN DIA, QUIERO APRENDER A LEER Y SE LIMITO A CONTESTARME: "SOLO SE APRENDER A LEER, LEYENDO".
Jorge Iván Fierro(61056)05 de marzo de 2025 - 01:46 a. m.
importante columna Profesor de Zubiría Samper, mas en estas épocas en que las redes sociales nos quitan la capacidad de crítica, cada vez acorralan nuestra capacidad crítica y de toma de decisiones profundas, porque ahora son nuestra voluntad franqueada por los algoritmos y la I. A. .. que peligro, cada vez peor... y mas difícil lograr una lectura critica, y eso que soy optimista profesor...
Álvaro Ramírez Arbeláez(bf4hu)04 de marzo de 2025 - 09:33 p. m.
No saber leer críticamente, es la nuez de la ignorancia. Una columna muy acertada del maestro Zubiría. Lamentablemente es el analfabetismo funcional que campea en el mundo y con las redes sociales se hace evidente.
Juan Carlos Ocampo García(96556)04 de marzo de 2025 - 07:16 p. m.
Gracias. Que falta nos hace aprender a leer, a ver un poco más allá de lo que nos permiten nuestras anteojeras.
MARIA LUISA ARAUJO ROMERO(82820)04 de marzo de 2025 - 05:46 p. m.
Muy oportuna para maestros y gentes de a pie que queremos ir más allá así cueste nuestra "propia verdad".
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