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En Argentina, los malos gobiernos están llevando al país a dar un salto al vacío. Javier Milei amenaza las instituciones al proponer eliminar once ministerios, entre los cuales están los de educación y ciencia. ¿Hay evidencias en el mundo de que esto funciona o estamos marchando “de Guatemala a Guatepeor”?
En las últimas cinco décadas América Latina duplicó su PIB per cápita, mientras en este mismo periodo Argentina tan solo creció un 15 %. La situación fue especialmente grave en la última década, cuando decreció un 16 %. El problema no puede ser atribuido a la pandemia, pues entre 2010 y 2019 el decrecimiento ya era del 12 %. Debido a eso, la pobreza pasó del 5 % al 40 %. La situación se ha tornado insostenible a nivel macroeconómico con una escandalosa tasa de inflación anual de tres dígitos, una abrumadora caída de las reservas internacionales y reiteradas crisis cambiarias. Estamos ante una estanflación (inflación desbordada en medio de una recesión).
Este es el contexto económico que en muy buena medida explica por qué los argentinos están cerca de dar un salto al vacío y han dado el mayor voto de confianza a un candidato libertario, populista, extremadamente radical e incendiario que amenaza las instituciones. Siempre habría que dudar de un hombre que teniendo a sus progenitores vivos dice: “Para mí, mis dos padres están muertos”.
Se trata del economista Javier Milei, un candidato presidencial que alcanzó el primer lugar en las recientes elecciones primarias argentinas con un 30 % de los votos. Milei quiere dolarizar la economía y dejar toda la actividad económica y social en manos del sector privado. Para eso ha propuesto eliminar once ministerios. En esta columna nos concentraremos exclusivamente en dos de los que propone suprimir el candidato: el ministerio de educación y el de ciencia. ¿Es una buena idea? ¿Hay en el mundo evidencia que la apoye?
Durante los siglos XX y XXI no existe un solo país que haya salido adelante en su desarrollo sin hacer grandes inversiones en ciencia, tecnología y educación. Sencillamente no podría existir porque, como brillantemente decía el científico español Bernardo Herradón, “los países no investigan porque son ricos, sino que son ricos porque previamente han invertido en ciencia”. Todos los países que alcanzaron altos niveles de desarrollo dedicaron grandes sumas a la investigación y creación de conocimiento. Así lo vimos en Europa, el sudeste asiático y Estados Unidos. Según los datos del Banco Mundial, países como Israel o Corea invierten cerca del 5 % del PIB, en tanto estos porcentajes son superiores al 3 % en Japón, Alemania, Suiza o Suecia y llegan en Estados Unidos al 2,8 %. Por el contrario, para 2022, en Argentina la inversión fue del 0,46 % y en Colombia del 0,29 %. La inversión en China fue similar a la de Latinoamérica hasta 1995 (0,5 %), pero ascendió al 2,5 % para 2021.
En todos los países del mundo, la inversión en investigación es significativa por parte del Estado, las universidades y las fundaciones. También es cierto que la inversión a cargo de las empresas es muy alta en países como Francia o Estados Unidos, pero debe resaltarse que no existe un solo caso en el que, como propone Milei, toda la inversión sea privada. La evidencia contradice su propuesta. Por eso los científicos argentinos la han calificado como “ridícula” e “ignorante”.
Como brillantemente dijo el científico colombiano Rodolfo Llinás: “Los países se defienden de dos maneras: con su ejército y con su ciencia. Si no hay ciencia, no se defiende el país, le pertenece a otro”. ¿Eso es lo que quiere Milei?
Otro aspecto muy complejo que pasa por alto el candidato argentino es que para el sector privado no es pertinente investigar algunos temas esenciales y, en consecuencia, quedarían por completo abandonados.
En lo que respecta al ministerio de educación, también Milei es uno de los primeros candidatos que propone eliminarlo. Es cierto que los sistemas de voucher han sido implementados en diversos países del mundo –como Nueva Zelanda, Singapur, los nórdicos y algunos estados de Italia y Estados Unidos– y que han alcanzado resultados muy distintos en su implementación, pero ninguno ha propuesto eliminar el ministerio. El gravísimo problema de la propuesta es que somete el derecho a la educación a las leyes del mercado. La trata como si fuera una mercancía cualquiera, es decir, deja de considerarla un derecho. Desde el punto de vista filosófico, esto implica desconocer el enorme beneficio que trae el proceso educativo al individuo y a la sociedad. El Estado debe garantizarlo porque una sociedad más educada eleva la productividad, fortalece el tejido social, favorece la democracia, el trabajo en equipo y la creatividad de sus habitantes. Todos nos beneficiamos. Así lo han entendido las principales democracias en el mundo. Por eso lo consideran un derecho para todas las personas.
La eliminación del ministerio de educación tendría graves consecuencias para la política educativa. Es cierto que estamos ante un país altamente descentralizado a nivel educativo, donde los colegios dependen esencialmente de los gobiernos regionales. Aun así, es viable hacernos múltiples preguntas. ¿Quién, por ejemplo, definiría las necesidades de formación de los docentes? ¿Quién atendería a la población más distante y vulnerable en el campo y las ciudades? ¿Quién impulsaría la necesaria transformación pedagógica? ¿Quién garantizaría la formación ética y el trabajo en equipo de los futuros ciudadanos? Las ideas irresponsables e incendiarias carecen de rigor, seguimiento y evidencias que las sustenten. Eso sucede con las propuestas de Milei.
Es cierto que la excesiva inmovilidad que hoy presenta la educación pública en Argentina o Colombia es muy negativa para la calidad educativa. Un maestro o una institución que no se evalúe no puede mejorar la calidad y enfrentar retos cada vez más grandes, pertinentes y complejos. Eso no puede desconocerse. Pero la propuesta de Milei es un remedio cientos de veces peor que la enfermedad que dice enfrentar.
La gran ventaja del dilema ante el cual estamos es que la humanidad ya conoce la solución: la democracia, que implica la convivencia del sector privado y el público en ciencia, economía, tecnología, investigación y educación, de manera que se favorezcan el crecimiento y el desarrollo humano. Milei, por tanto, representa un peligroso salto al vacío. Ojalá no gane en Argentina el 22 de octubre de 2023. Sería una desgracia para ellos, para América Latina y para la humanidad. La buena noticia es que en las elecciones primarias también triunfaron la abstención y el voto en blanco. Pero, por lo mismo, la incertidumbre sigue siendo mayor de la esperada.
P.D.: Parte final de la entrevista de la Revista Cambio a la hija de Jorge Enrique Pizano:
“Revista Cambio: ¿Cómo calificaría la actuación tanto de la fiscalía de Néstor Humberto Martínez como de Barbosa en el caso de la muerte de su padre y de su hermano?
“María Carolina Pizano: Negligente, incompetente, injusta”.
Pregunta: ¿Por qué será que la Fiscalía quiere cerrar uno de los más grandes procesos de corrupción en el país sin que hayan caído algunos de los principales involucrados?
* Director del Instituto Alberto Merani (@juliandezubiria)