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Atalaya

Aprender de África VI: Zaire 74


Julián López de Mesa Samudio
17 de octubre de 2024 - 05:05 a. m.

Hace poco más de 50 años, el 22 de septiembre de 1974, en el Stade du 20 Mai (hoy Estadio Tata Raphaël) de Kishasa, Zaire (hoy República Democrática del Congo), ante más de 80.000 personas, se produjo un evento que transformó el mundo. Esa noche y por los siguientes tres días, como parte de los eventos preliminares a la pelea por el campeonato mundial de boxeo de peso pesado entre Muhamad Ali y George Foreman –la celebérrima Rumble in the Jungle–, la música de dos continentes se volvió a encontrar como ya antes lo había hecho en el pasado.

En Zaire 74 se dieron cita James Brown, Bill Withers, B.B. King y otros músicos y bandas de la escena norteamericana. Pero allí también estaban los grupos e intérpretes más legendarios de un género musical cuyos orígenes se remontaban a los años 30 del siglo XX y que inició con los covers de guajiras y montunos cubanos que se empezaron a grabar en el puerto de Kinshasa tras la llegada de los primeros LPs desde La Habana a través de los marineros que atravesaban el Atlántico y que poco a poco se daría en llamar rumba lingala y luego, soukous. Allí estaban Tabú Ley Rochereau y su orquestra Afrisa Internacional y también se hallaba el “hechicero de la guitarra”, Franco Luambo Makadi y su orquesta, la apropiadamente llamada, TPOK Jazz (Tout Puissant Orchestre Kinshasa – la Todopoderosa Orquesta Kinsahasa), ambas fundadas dos décadas atrás y que habían llevado el soukous a niveles estratosféricos en toda África.

Allí también se presentó una orquesta que paralelamente a las superestrellas del soukous había ido consolidando una música nueva y revolucionaria en América Latina. Tres hitos marcan la epopeya de Fania All Stars: la primera presentación masiva en la discoteca El Cheetah de Nueva York el 26 de agosto de 1971 y el revuelo que despertó el nuevo ritmo entre los latinos neoyorkinos. En el Concierto en el Yankee Stadium dos años más tarde el rapto fue tal que, a pesar de ser invadido el escenario y desconectado el sonido por razones de seguridad, los dirigidos por Johnny Pacheco y su enardecido público permanecieron en comunión musical por los más de diez minutos que duró el mítico debate de tambores entre Ray Barreto y Mongo Santamaria.

El tercer hito fue su presentación estelar en el marco de Zaire 74. Fue la primera vez que Celia Cruz cantó con Fania y ya desde el largo viaje hacia Kinshasa y desde los ensayos –capturados en documentales como Live in Africa y Soul Power– se podía ver que algo muy grande iba a ocurrir. De la locura colectiva y prolongada que desató la Fania allí, hay tres momentos que cimentarían el puente entre los dos continentes y la graduación de la salsa como género musical destinado a ser culturalmente trascendente: Celia Cruz en el paroxismo de su interpretación, levantando con cada grito de “¡Quimbara!” a 80.000 africanos que jamás habían oído salsa pero que a partir de ese momento jamás la olvidarían; un jovencísimo Héctor Lavoe –“El Cantante”, nada más y nada menos– alzado en hombros por la multitud enardecida mientras suenan los últimos estribillos del coro de Mi Gente; Roberto Roena destruyendo la pista de baile para demostrar cómo se baila salsa durante la descarga de Ponte Duro. Tras aquel concierto nada fue lo mismo.

Un año más tarde, ya en 1975, un ingeniero aeronáutico colombiano viviendo en Kinshasa y habiendo vivido el furor de Zaire 74, le envío a su hijo en Barranquilla un LP sin funda ni marca para alivianar el volumen de la encomienda. Cuenta la leyenda que esa noche, en medio de una verbena no particularmente memorable hasta ese momento, Ernesto Corrales hijo, puso ese disco por primera vez en el picó Sibanicú, del que era cliente recurrente. Aquella habría sido la primera vez que se escuchó soukous en Colombia. De allí a la champeta, su hija, hay casi cinco décadas. Cincuenta años desde que el mundo cambió en Kinshasa.

@Los_Atalayas

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