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En su apogeo, el califato de Sokoto se alzó como uno de los imperios más vastos de África, desplegándose desde las tierras de ocre de la actual Burkina Faso hasta los fértiles valles de Camerún. Su poder abarcaba la mayor parte de Nigeria y se extendía hacia el sur de Níger, formando un mosaico de más de 30 emiratos musulmanes hausa.
Usman dan Fodio, su fundador, era un erudito y místico musulmán que había ganado fama y prestigio como profesor y predicador en Gobir, el corazón de las tierras hausa. Hacia finales del siglo XVIII, la figura de Usman dan Fodio ya resonaba más allá de las fronteras Fulani, atrayendo a un creciente número de adeptos entre los hausas y otras etnias que habitaban la región. Sus llamados a la reforma y la depuración islámica no caían bien entre las élites gobernantes y no fueron pocas las veces en que dirigió discursos acrimoniosos en contra de estas. La tensión con los gobernantes de Gobir llegó a su punto máximo en 1804, cuando un ataque contra su comunidad encendió la chispa que desataría el conflicto. Usman y sus seguidores iniciaron una campaña que se extendió como un torrente por toda Hausalandia y que culminaría, en 1809, con la fundación del califato de Sokoto.
El Comandante de los Fieles, título que adoptaron los califas de Sokoto desde entonces, instauró un enfoque reformista, promoviendo la construcción de mezquitas y escuelas como pilares de la vida comunitaria para fortalecer la cohesión cultural y espiritual de su vasto dominio. Fue entonces cuando le encargó la responsabilidad de la educación en el imperio, eje fundamental de sus reformas, a su propia hija, Nana Asma’u.
Desde muy joven Nana Asma’u recibió una sólida educación en estudios islámicos, memorizando el Corán y aprendiendo sobre la jurisprudencia islámica a la vez que escribía poesía en varios idiomas, incluyendo árabe clásico, fulfulde y hausa. Se dice que la hija del reformador hablaba más de quince idiomas y dominaba muchos dialectos.
A lo largo de su vida, Nana Asma’u escribió muchos tratados y libros. Su poesía no solo tenía una función didáctica sino también apologética, defendiendo las reformas introducidas por su familia y promoviendo la práctica del islam ortodoxo. La obra de Nana Asma’u también es excepcional y revolucionaria pues es un esfuerzo por preservar y transmitir el conocimiento islámico en una época en la que el acceso a la educación formal estaba mayormente restringido para las mujeres.
La influencia de Nana Asma’u en la islamización de Hausalandia fue considerable pues alcanzó a todos los sectores de la población. La recitación de sus obras y la transmisión oral de sus enseñanzas jugaron (y aún juegan) un papel crucial en su misión educativa, lo que permitió una mayor penetración de la religión en la vida cotidiana del Imperio Sokoto. Fundó el movimiento de mujeres llamado Yan Taru, una red de educadoras que capacitaba a las llamadas Jajis –mujeres educadas para ser maestras itinerantes– cuyo propósito era enseñar a otras mujeres rurales la fe islámica, cubriendo temas desde los deberes religiosos hasta las habilidades prácticas. El enfoque de Nana Asma’u buscaba difundir el conocimiento religioso y a la vez mejorar la vida cotidiana de las mujeres y sus comunidades, integrando el aprendizaje en sus actividades diarias. Este movimiento fue esencial para llevar la educación a mujeres que no podían viajar a centros urbanos como Sokoto.
Dos centurias después, el legado de Nana Asma’u perdura en el norte de Nigeria y en los territorios de los hausas, donde su nombre se halla por doquier y se asocia, no solo con la lucha contra la opresión y la defensa de la educación para las mujeres, sino con el prestigio y el lustre que alcanzó el califato de Sokoto.