El revuelo político de los últimos días en Colombia, en el cual Venezuela aparece en la portada, revela nuevamente cómo los horizontes de ambos países están entrelazados e indisolublemente ligados. El exembajador de Colombia en Venezuela, Armando Benedetti, ha estado en el ojo del huracán después de que se revelaran unos polémicos audios que lo incriminan directamente en acciones irregulares en las que Maduro y su círculo cercano aparentemente no fueron simples espectadores.
Desde el momento en que Benedetti llegó a Venezuela, era previsible para nosotros que sus actitudes problemáticas lo llevarían al caos total. No era cuestión de si iba a “poner la torta”, como decimos en Venezuela cuando alguien está a punto de cometer un error, sino cuándo lo haría. Apenas puso un pie en suelo venezolano, comenzó a relativizar las violaciones a los Derechos Humanos, a equiparar las responsabilidades de la crisis política entre la oposición y el régimen y, lo que es todavía peor, a culpar a la presión internacional por el descalabro económico y social generado por Maduro. En resumen, Benedetti se convirtió en un defensor acérrimo de la dictadura, socavando su papel como interlocutor de los colombianos y debilitando el papel de Colombia como un actor regional de suma relevancia en la búsqueda de la democracia en Venezuela.
Ahora se abre un nuevo capítulo con el nuevo embajador, del cual esperamos que tome nota de los errores de su predecesor y desempeñe una función que esté ligada a principios diplomáticos (ausentes durante la gestión de Benedetti) y, al mismo tiempo, comprenda plenamente la necesidad de que Venezuela retorne al camino democrático por el bienestar de Colombia misma.
Esto va más allá de una normalización de relaciones y de la reapertura de consulados entre ambas naciones. Se trata del futuro democrático de ambos países. A medida que Venezuela continúe con las violaciones a los derechos humanos y el deterioro de la calidad de vida, crecerá el flujo migratorio. Cada vez más venezolanos cruzarán la frontera y, ante la imposición de visas por parte de otros países de la región, Colombia seguirá sufriendo las consecuencias de esta avalancha humana sin precedentes. Además, con Maduro fomentando las trochas, la corrupción en la burocracia estatal y el comercio ilícito, las oportunidades de negocio para los empresarios colombianos serán mínimas.
A esto hay que añadirle el persistente interés de Maduro en desestabilizar Colombia, ofreciendo a Venezuela como refugio y santuario para grupos irregulares como el ELN y las disidencias de las FARC. Frente a esta acción, toda la institucionalidad colombiana debe unirse y alzar su voz sin ambigüedades, ya que se trata de una violación de los compromisos internacionales de lucha contra el terrorismo, así como un sabotaje a la política de paz impulsada por el Estado.
Colombia, por medio del nuevo embajador, puede motorizar una solución política para nuestro país, asumiendo una posición seria frente a la necesidad de elecciones competitivas en el año 2024 y el retorno, como lo ha dicho el presidente Gustavo Petro, de Venezuela al Sistema Interamericano de Derechos Humanos. Es esta una política cónsona con la tradición histórica de Colombia como defensora de los Derechos Humanos y la democracia en el mundo. No es una petición exagerada, es un mandato de la historia.
Los que usurpan el poder en Miraflores siempre han pretendido reescribir la historia para cabalgar sobre falsos relatos y promover la división entre los dos países. Se basan en una interpretación manipulada del pensamiento del Libertador Simón Bolívar para deslegitimar el futuro que juntos nos
merecemos. Ese que el mismo padre de la Patria soñó cuando sentó las bases de una sola República, cuya grandeza era irrestricta e incuestionable.
Milton Rengifo Hernández es el nombre del nuevo jefe de la misión diplomática de Colombia en Venezuela. Benedetti fue un ejemplo de lo que significa embarrar un cargo por completo. Dejó por sentado cuál no es el camino es el correcto de la historia. Puede hacerse la vista gorda percibiendo el drama humano de nuestro pueblo como un asunto de visiones políticas entre izquierda y derecha y asumiendo el desastre humanitario como fruto de la presión internacional, pero ¿es ese el camino que más le conviene a Colombia? No creo… Seguir las andanzas de su antecesor solo lo llevarán a un puerto inseguro y en el cual aguardan todos los cadáveres del basurero de la historia. Señor Rengifo, por sus acciones le conoceréis…
👀🌎📄 ¿Ya se enteró de las últimas noticias en el mundo? Invitamos a verlas en El Espectador.
El revuelo político de los últimos días en Colombia, en el cual Venezuela aparece en la portada, revela nuevamente cómo los horizontes de ambos países están entrelazados e indisolublemente ligados. El exembajador de Colombia en Venezuela, Armando Benedetti, ha estado en el ojo del huracán después de que se revelaran unos polémicos audios que lo incriminan directamente en acciones irregulares en las que Maduro y su círculo cercano aparentemente no fueron simples espectadores.
Desde el momento en que Benedetti llegó a Venezuela, era previsible para nosotros que sus actitudes problemáticas lo llevarían al caos total. No era cuestión de si iba a “poner la torta”, como decimos en Venezuela cuando alguien está a punto de cometer un error, sino cuándo lo haría. Apenas puso un pie en suelo venezolano, comenzó a relativizar las violaciones a los Derechos Humanos, a equiparar las responsabilidades de la crisis política entre la oposición y el régimen y, lo que es todavía peor, a culpar a la presión internacional por el descalabro económico y social generado por Maduro. En resumen, Benedetti se convirtió en un defensor acérrimo de la dictadura, socavando su papel como interlocutor de los colombianos y debilitando el papel de Colombia como un actor regional de suma relevancia en la búsqueda de la democracia en Venezuela.
Ahora se abre un nuevo capítulo con el nuevo embajador, del cual esperamos que tome nota de los errores de su predecesor y desempeñe una función que esté ligada a principios diplomáticos (ausentes durante la gestión de Benedetti) y, al mismo tiempo, comprenda plenamente la necesidad de que Venezuela retorne al camino democrático por el bienestar de Colombia misma.
Esto va más allá de una normalización de relaciones y de la reapertura de consulados entre ambas naciones. Se trata del futuro democrático de ambos países. A medida que Venezuela continúe con las violaciones a los derechos humanos y el deterioro de la calidad de vida, crecerá el flujo migratorio. Cada vez más venezolanos cruzarán la frontera y, ante la imposición de visas por parte de otros países de la región, Colombia seguirá sufriendo las consecuencias de esta avalancha humana sin precedentes. Además, con Maduro fomentando las trochas, la corrupción en la burocracia estatal y el comercio ilícito, las oportunidades de negocio para los empresarios colombianos serán mínimas.
A esto hay que añadirle el persistente interés de Maduro en desestabilizar Colombia, ofreciendo a Venezuela como refugio y santuario para grupos irregulares como el ELN y las disidencias de las FARC. Frente a esta acción, toda la institucionalidad colombiana debe unirse y alzar su voz sin ambigüedades, ya que se trata de una violación de los compromisos internacionales de lucha contra el terrorismo, así como un sabotaje a la política de paz impulsada por el Estado.
Colombia, por medio del nuevo embajador, puede motorizar una solución política para nuestro país, asumiendo una posición seria frente a la necesidad de elecciones competitivas en el año 2024 y el retorno, como lo ha dicho el presidente Gustavo Petro, de Venezuela al Sistema Interamericano de Derechos Humanos. Es esta una política cónsona con la tradición histórica de Colombia como defensora de los Derechos Humanos y la democracia en el mundo. No es una petición exagerada, es un mandato de la historia.
Los que usurpan el poder en Miraflores siempre han pretendido reescribir la historia para cabalgar sobre falsos relatos y promover la división entre los dos países. Se basan en una interpretación manipulada del pensamiento del Libertador Simón Bolívar para deslegitimar el futuro que juntos nos
merecemos. Ese que el mismo padre de la Patria soñó cuando sentó las bases de una sola República, cuya grandeza era irrestricta e incuestionable.
Milton Rengifo Hernández es el nombre del nuevo jefe de la misión diplomática de Colombia en Venezuela. Benedetti fue un ejemplo de lo que significa embarrar un cargo por completo. Dejó por sentado cuál no es el camino es el correcto de la historia. Puede hacerse la vista gorda percibiendo el drama humano de nuestro pueblo como un asunto de visiones políticas entre izquierda y derecha y asumiendo el desastre humanitario como fruto de la presión internacional, pero ¿es ese el camino que más le conviene a Colombia? No creo… Seguir las andanzas de su antecesor solo lo llevarán a un puerto inseguro y en el cual aguardan todos los cadáveres del basurero de la historia. Señor Rengifo, por sus acciones le conoceréis…
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