Las misiones de observación internacional para las elecciones del 28 de julio han empezado a declinar su participación. Por un lado, el régimen retiró la invitación a la Unión Europea (UE) tras su decisión de aliviar la política de sanciones contra miembros del Consejo Nacional Electoral (CNE), algo insólito. Por otro lado, Colombia y Brasil desestimaron las invitaciones del régimen para participar como observadores de las elecciones.
La decisión de Colombia de no enviar una Misión de Observación Electoral (MOE) se debe a que los tiempos no permitían cumplir con los criterios técnicos de una observación calificada. Para el régimen de Maduro, la negativa de Colombia y Brasil representa un duro golpe, ya que esperaban su visita para tratar de legitimar las pésimas condiciones electorales del proceso. Estas condiciones incluyen la persecución política, el atropello contra quienes apoyan la campaña de María Corina Machado y Edmundo González, y el control de los poderes públicos para inclinar la balanza a favor de la dictadura.
Hoy es imposible que Maduro nos gane las elecciones, a menos que arrebate por la fuerza a través de un fraude de magnitud gigantesca. Ante ese escenario, cabe preguntarse: ¿qué hará el gobierno de Colombia? ¿Qué harán Petro y el canciller Murillo? ¿Hasta dónde van a acompañar a Maduro? ¿Cómo se preparan ante la pretensión de Maduro de desconocer el mandato popular?
Estamos a solo dos meses de las elecciones, y en las próximas semanas puede pasar cualquier cosa, porque Maduro sabe que está en una situación difícil. Por eso, el régimen podría recurrir a diversas estrategias: inventarse un nuevo conflicto con Guyana para suspender el proceso electoral, judicializar la tarjeta de la Unidad, seguir encarcelando al círculo cercano de María Corina o incluso atentar contra la propia candidata opositora. No podemos descartar absolutamente nada, porque Maduro enfrenta quizás uno de los episodios más complejos desde que está en el poder.
Sin embargo, aunque no asistan misiones electorales de Colombia y Brasil, es crucial que los grupos parlamentarios y activistas sociales de estos países se acrediten y asistan a las elecciones del 28 de julio. Su presencia será fundamental para supervisar todo el proceso y denunciar cualquier irregularidad electoral.
Para las fuerzas democráticas, las elecciones del 28 de julio representan la mejor oportunidad de cambio en estos 25 años. Maduro apenas cuenta con un 20 % de apoyo popular en las encuestas, mientras que Edmundo González supera el 50 % de respaldo. La oposición está unida en un solo bloque en torno a esta candidatura, y la ciudadanía está esperanzada como nunca antes en lograr salir del régimen.
Pero cometeríamos un grave error si asumimos que las cartas están echadas y que la victoria es inminente. Lamentablemente, no vivimos en democracia, y Maduro y su cúpula parecen no estar dispuestos a reconocer la voz del pueblo. Muy por el contrario, todo indica que se preparan para desconocer la Constitución y robarse las elecciones.
Para evitar que este propósito se concrete, se debe trabajar en dos frentes: el pueblo venezolano debe organizarse para cuidar los votos. Para ello, María Corina Machado y los partidos de la Plataforma Unitaria están trabajando incansablemente en entrenar y acreditar a los testigos electorales de la sociedad civil, con el objetivo de que se conviertan en garantes de la Constitución y la democracia. Pero eso por sí solo no es suficiente. En otro nivel, la comunidad internacional, especialmente Colombia y Brasil, debe monitorear el proceso dentro y fuera del país y, aún más importante, activar canales diplomáticos y políticos para contribuir a la construcción de una solución política, que solo puede pasar por aceptar el resultado electoral.
El 28 de julio de este año no solo se decide el futuro de los venezolanos, sino también el destino de toda América Latina. La victoria de los demócratas en Venezuela será la victoria de Occidente en esta parte del mundo.
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