Maduro activa el garrote contra los maestros venezolanos
Julio Borges
El 15 de enero pasado, en Venezuela, se celebró el Día del Maestro. Aunque debería ser una jornada dedicada a homenajear a los docentes junto a sus alumnos y personal educativo, la realidad fue diferente: los maestros venezolanos conmemoraron la fecha rodeados de pancartas que reflejaban el martirio que están experimentando debido a las deplorables condiciones del sistema educativo.
Un maestro va más allá de ser solo un educador. Todos recordamos a ese primer maestro o maestra que tuvimos, quienes se convertían, sin pretenderlo, en figuras de referencia, respeto y guías espirituales en la vida de cada niño. Los maestros desempeñan un papel fundamental en la construcción de una sociedad más justa, próspera y con mayores niveles de convivencia.
Todos los maestros del mundo son héroes en sus respectivos países, pero en el caso de los maestros venezolanos, podríamos decir que son superhéroes. Su presencia en las calles, exigiendo mejoras en sus condiciones laborales, no es un capricho ni parte de un plan de desestabilización, como intenta afirmar Maduro y su círculo de corruptos. La realidad es que están enfrentando dificultades financieras extremas, al borde de la mendicidad e indigencia, a causa de los bajos salarios que perciben.
El menosprecio de Maduro por la educación ha alcanzado niveles inimaginables. Mientras un maestro en Colombia puede recibir entre 400 y 500 dólares de salario, y un maestro en Chile hasta 800 dólares, un maestro venezolano recibe menos de 20 dólares al mes por su trabajo. En consecuencia, muchos maestros han abandonado las escuelas para buscar otras actividades que les permitan cubrir sus necesidades básicas.
Según cifras de la Federación Venezolana de Maestros, el 50% de los 370,000 maestros activos han abandonado las escuelas desde 2017. Aquellos que aún continúan en las aulas asisten 2 o 3 días a la semana, dedicando el resto del tiempo a otras actividades para compensar el salario de miseria que reciben.
Los testimonios de los maestros que protestaron el 15 de enero son desgarradores. Yelitzabe Montaña, maestra de preescolar, afirmó en una entrevista que su salario equivale a 1 kilo de queso. ¿Cómo es posible trabajar 30 días para recibir un ingreso equivalente a 1 kilo de queso? Otra docente, Lisbeth Zapata, maestra de educación física, mencionó que vende relojes en la calle para sobrevivir, ya que su salario como maestra no le alcanza para comprar nada.
No hay una fórmula que explique cómo el magisterio de la educación continúa enseñando bajo estas condiciones. No se trata solo de condiciones deplorables; son condiciones prehistóricas. Lo más lamentable de esta situación es que quienes sufren las consecuencias no son solo los maestros, sino también los niños, quienes experimentan rezagos en su proceso de aprendizaje al no contar con un docente a tiempo completo.
En medio de esta gigantesca crisis educativa, Maduro recurre nuevamente a la represión, fabricando expedientes de conspiraciones para apresar a quienes protestan legítimamente por sus derechos laborales. El 17 de enero, los cuerpos de seguridad de la dictadura detuvieron a Víctor Venegas, dirigente gremial y presidente del sindicato de los trabajadores de la educación Fenatev en el estado Barinas. Los funcionarios policiales del régimen lo arrestaron sin pruebas concretas, argumentando su supuesta participación en una conspiración contra Maduro.
Estas acciones ponen en duda la voluntad de negociación del régimen. En medio del acuerdo de Barbados y las liberaciones de presos políticos, se reactiva la persecución contra la sociedad civil. Maduro continúa deteniendo a dirigentes políticos, gremiales, defensores de derechos humanos y militares inocentes para utilizarlos como fichas de canje en negociaciones. Esto refleja la crueldad e inhumanidad inherentes al gobierno de Miraflores.
Por todo esto y más, Venezuela necesita el apoyo de la comunidad internacional, incluyendo a Europa, Estados Unidos y América Latina, para presionar a Maduro a favor de elecciones presidenciales competitivas. Esto debería comenzar con la habilitación de María Corina Machado como candidata, seguido del establecimiento de un cronograma electoral con una fecha definida para la elección, respaldado por una observación internacional calificada.
La lucha de los maestros ejemplifica perfectamente el drama que atraviesa todo el pueblo venezolano. Así como están los maestros, están las enfermeras, y así como están las enfermeras, están los jubilados y pensionados. Esta es la realidad para el 99% de los venezolanos que resisten en el país y que no está conectado al tubo de corrupción de Maduro. Su sufrimiento solo cesará con el regreso de la democracia a Venezuela. Con Maduro, no hay futuro.
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El 15 de enero pasado, en Venezuela, se celebró el Día del Maestro. Aunque debería ser una jornada dedicada a homenajear a los docentes junto a sus alumnos y personal educativo, la realidad fue diferente: los maestros venezolanos conmemoraron la fecha rodeados de pancartas que reflejaban el martirio que están experimentando debido a las deplorables condiciones del sistema educativo.
Un maestro va más allá de ser solo un educador. Todos recordamos a ese primer maestro o maestra que tuvimos, quienes se convertían, sin pretenderlo, en figuras de referencia, respeto y guías espirituales en la vida de cada niño. Los maestros desempeñan un papel fundamental en la construcción de una sociedad más justa, próspera y con mayores niveles de convivencia.
Todos los maestros del mundo son héroes en sus respectivos países, pero en el caso de los maestros venezolanos, podríamos decir que son superhéroes. Su presencia en las calles, exigiendo mejoras en sus condiciones laborales, no es un capricho ni parte de un plan de desestabilización, como intenta afirmar Maduro y su círculo de corruptos. La realidad es que están enfrentando dificultades financieras extremas, al borde de la mendicidad e indigencia, a causa de los bajos salarios que perciben.
El menosprecio de Maduro por la educación ha alcanzado niveles inimaginables. Mientras un maestro en Colombia puede recibir entre 400 y 500 dólares de salario, y un maestro en Chile hasta 800 dólares, un maestro venezolano recibe menos de 20 dólares al mes por su trabajo. En consecuencia, muchos maestros han abandonado las escuelas para buscar otras actividades que les permitan cubrir sus necesidades básicas.
Según cifras de la Federación Venezolana de Maestros, el 50% de los 370,000 maestros activos han abandonado las escuelas desde 2017. Aquellos que aún continúan en las aulas asisten 2 o 3 días a la semana, dedicando el resto del tiempo a otras actividades para compensar el salario de miseria que reciben.
Los testimonios de los maestros que protestaron el 15 de enero son desgarradores. Yelitzabe Montaña, maestra de preescolar, afirmó en una entrevista que su salario equivale a 1 kilo de queso. ¿Cómo es posible trabajar 30 días para recibir un ingreso equivalente a 1 kilo de queso? Otra docente, Lisbeth Zapata, maestra de educación física, mencionó que vende relojes en la calle para sobrevivir, ya que su salario como maestra no le alcanza para comprar nada.
No hay una fórmula que explique cómo el magisterio de la educación continúa enseñando bajo estas condiciones. No se trata solo de condiciones deplorables; son condiciones prehistóricas. Lo más lamentable de esta situación es que quienes sufren las consecuencias no son solo los maestros, sino también los niños, quienes experimentan rezagos en su proceso de aprendizaje al no contar con un docente a tiempo completo.
En medio de esta gigantesca crisis educativa, Maduro recurre nuevamente a la represión, fabricando expedientes de conspiraciones para apresar a quienes protestan legítimamente por sus derechos laborales. El 17 de enero, los cuerpos de seguridad de la dictadura detuvieron a Víctor Venegas, dirigente gremial y presidente del sindicato de los trabajadores de la educación Fenatev en el estado Barinas. Los funcionarios policiales del régimen lo arrestaron sin pruebas concretas, argumentando su supuesta participación en una conspiración contra Maduro.
Estas acciones ponen en duda la voluntad de negociación del régimen. En medio del acuerdo de Barbados y las liberaciones de presos políticos, se reactiva la persecución contra la sociedad civil. Maduro continúa deteniendo a dirigentes políticos, gremiales, defensores de derechos humanos y militares inocentes para utilizarlos como fichas de canje en negociaciones. Esto refleja la crueldad e inhumanidad inherentes al gobierno de Miraflores.
Por todo esto y más, Venezuela necesita el apoyo de la comunidad internacional, incluyendo a Europa, Estados Unidos y América Latina, para presionar a Maduro a favor de elecciones presidenciales competitivas. Esto debería comenzar con la habilitación de María Corina Machado como candidata, seguido del establecimiento de un cronograma electoral con una fecha definida para la elección, respaldado por una observación internacional calificada.
La lucha de los maestros ejemplifica perfectamente el drama que atraviesa todo el pueblo venezolano. Así como están los maestros, están las enfermeras, y así como están las enfermeras, están los jubilados y pensionados. Esta es la realidad para el 99% de los venezolanos que resisten en el país y que no está conectado al tubo de corrupción de Maduro. Su sufrimiento solo cesará con el regreso de la democracia a Venezuela. Con Maduro, no hay futuro.
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