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Un país que lucha por recuperar sus navidades

Julio Borges
23 de diciembre de 2022 - 12:14 a. m.
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La Navidad es una época muy especial. Une a las familias alrededor de una mesa y de regalos, llena de magia los corazones al punto de que la esperanza se renueva. Es una época para refrescar el espíritu e impregnarnos de más fuerza, ímpetu y optimismo para los tiempos que están por venir. Para la gran mayoría de los venezolanos estas serán unas navidades atípicas. Los más de 7 millones que están en el exterior recibirán la festividad lejos de sus familiares y amigos, a quienes seguramente verán por una pantalla de un dispositivo tecnológico, añorando estar cerca de los suyos, así como de su cultura y sus costumbres. Para los millones que siguen dentro del país también será una fecha nostálgica, por las condiciones que impone una crisis económica que está lejos de aliviarse y por la tristeza que se esparce detrás de la idea de la mesa incompleta, donde los puestos vicios son la huella de la separación forzosa.

Unas navidades a las que Maduro intenta aplicar un barniz de falsa normalidad, que decreta desde las comodidades del poder y como si fuera una especie de mago. Grandes tiendas, edificios lujosos, carreras de vehículos de alta gama, ferias, iluminaciones y festividades que contrastan con lo que el 99 % de los venezolanos siente y percibe. Eso es a lo que Maduro se aferra para tratar de anestesiar la conciencia. Una mentira que se cae con solo salir a la calle e intentar adquirir alimentos. Una farsa que se desborona sola cuando, en víspera de la Navidad, la moneda venezolana en una semana experimenta una devaluación de 30 % frente al dólar.

Antes de que el régimen socavara el sistema económico, los ciudadanos podían comprar con su salario de diciembre ropa nueva, regalos, artículos para decorar sus casas y por supuesto, los ingredientes para la cena de Navidad. Este año hacer hallacas, tradicional plato navideño de los venezolanos, será una hazaña para la casi toda la población. Estimaciones indican que el costo de realizar 50 hallacas para la cena de Navidad oscila entre los 60 y 150 dólares, en un país donde el salario mínimo es menor a 10 dólares. Al final los venezolanos más pobres serán quienes pagarán nuevamente las consecuencias del desastre macroeconómico y la corrupción del régimen de Maduro.

Venezuela cerrará el 2022 como el segundo país con mayor inflación del mundo, solo superado por Zimbabue. Todos los reporten indican que la inflación anual estará alrededor de 200 %, y para el próximo año los pronósticos de inflación apuntan a que esta cifra se quedará corta.

Lo más paradójico de todo esto es que la dictadura ha recibido más recursos este año, producto del incremento de los precios del petróleo por el conflicto en Europa. Se calcula que Maduro habrá obtenido dividendos por el orden de los 20.000 millones de dólares este año solo por la renta petrolera. Sin embargo, los hospitales están desistidos, los servicios públicos en mal estado y la crisis económica no cesa su presión sobre los estómagos de millones de venezolanos. El hecho de que haya habido más recursos y que los venezolanos no lo perciban en su calidad de vida, demuestra que no es el bloqueo ni las sanciones la causa de la grave situación humanitaria, sino la corrupción. Hoy en día nadie sabe a ciencia cierta donde estará ese dinero, es una caja negra manejada con total discrecionalidad por Maduro y su entorno.

En la medida en que no haya transparencia en el manejo de recursos, cualquier proceso que implique entrega de dinero a Maduro no conducirá a mejorar las condiciones de vida de la población. Por el contrario, alimentará la maquinaria de represión de la dictadura, así como el clima de opacidad y crimen organizado que reina en Venezuela.

Lo anterior me hace redundar en una idea que he venido exponiendo a lo largo del año: la necesidad de crear un plan para volver a generar un escenario de presión sobre el régimen. Porque la única manera de volver a tener navidades felices, en familia y unidos, es que regrese la libertad al país y cese la dictadura. El proyecto de Maduro busca ponerle una lápida a la idea del retorno de la democracia, aspira que tiremos la toalla y aceptemos convivir con el horro, la corrupción y el crimen organizado. Una especie de paz de los sepulcros, un sometimiento definitivo de la sociedad venezolana. Lamentablemente, una parte minoritaria del país, ante la frustración de no haberse concretado el cambio político, ha llegado a contemplar esta idea como una ruta de salvación frente a la dictadura.

Por eso es menester volver a reconectar con todo ese país, volver a energizar y esperanzar para crear un nuevo episodio de lucha. Las elecciones de 2024 son un escenario irrepetible para que el país vuelva nuevamente a reconquistar la calle y la comunidad internacional retome la presión sobre la dictadura, con el fin de lograr una fractura de la élite de poder que derive en una transición política. Sé que ese espíritu de lucha de los venezolanos está allí intacto, tanto de los que se fueron como de los que permanecen en Venezuela. Sé que ninguno de se va a rendir por más difíciles que sean las circunstancias. Lo vamos a lograr, se los garantizo. Quienes creemos en la Navidad, quienes creemos en Dios, sabemos que la lucha contra el mal es una lucha permanente. Es una lucha por la cual hay que entregarse por completo, sin medir cálculos ni tiempos. Ese es el espíritu con el cual nosotros tenemos que asumir los desafíos que le ha tocado a nuestro país y no hay otra fuente con la que podamos lograr esa aspiración que la fe, la esperanza y el amor que significa Cristo.

Les deseo a todos una feliz Navidad y que el Niño Jesús nos colme de bendiciones, bienestar y fuerza para seguir luchando por nuestra patria.

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