El gobierno de Estados Unidos ha decidido que Colombia ya se ha desarrollado y el papa recomienda el buen vivir para la Amazonia. Tal vez es el momento de que pensemos cuál debe ser nuestro objetivo como nación. Desde el pensamiento ambiental complejo, el concepto de buen vivir, surgido del pensamiento indigenista de Ecuador y Bolivia, tiene atractivos y ventajas indudables, está estrechamente relacionado con el de Pacha Mama, incluye el cuidado y la protección del planeta y está fundamentado en las experiencias comunitarias y familiares de muchos latinoamericanos. Inclusive, experiencias colectivas como las de Costa Rica y Uruguay podrían asemejarse a situaciones de buen vivir; gentes viviendo cercanas a la felicidad sin ser violentas ni adineradas.
¿Se ha logrado el buen vivir alguna vez en Colombia? La mayoría de nuestros analistas se burlan de esta posibilidad recordando nuestras guerras civiles, la segregación y la pobreza, y habría que recordar las definiciones más profundas de buen vivir, como las de Leff, Boff y Gudynas, que he copiado en mi libro El ambiente en la discusión de la paz. Para el último “es un concepto cultural, en construcción, intercultural… todo esto hace que el buen vivir exprese una alternativa al desarrollo”.
En el primer punto de los Acuerdos con las Farc la reforma rural integral debe tener como objetivo el “bienestar” y el “buen vivir”. Al incluir ambos conceptos, uno europeo, otro indígena latinoamericano, el Gobierno y la guerrilla dieron un significativo paso adelante. En mi libro Colombia compleja hablo de la posibilidad de la felicidad en un país pobre e injusto y llego a la conclusión de que el buen vivir puede encontrarse en el camino de su búsqueda aun cuando no se haya logrado en la totalidad.
Alegría Fonseca y yo, en nuestro reciente recorrido por algunos municipios de la Boyacá compleja, encontramos situaciones semejantes. Pequeñas comunidades que dicen ser felices sin tener mayor contacto con la riqueza o la sociedad de consumo y muy alejadas ya de las controversias armadas. Sitios bellísimos en donde los homicidios han desaparecido, a pesar de que la productividad no ha aumentado y tampoco se logrado la revolución. Me pregunto si algunas características de nuestro pasado e inclusive algunas actuales nos indican que esta situación de ser al mismo tiempo felices, pobres y libres también ha existido y existe en otros lugares de Colombia.
* Miembro de Paz Querida y de Futurible.
El gobierno de Estados Unidos ha decidido que Colombia ya se ha desarrollado y el papa recomienda el buen vivir para la Amazonia. Tal vez es el momento de que pensemos cuál debe ser nuestro objetivo como nación. Desde el pensamiento ambiental complejo, el concepto de buen vivir, surgido del pensamiento indigenista de Ecuador y Bolivia, tiene atractivos y ventajas indudables, está estrechamente relacionado con el de Pacha Mama, incluye el cuidado y la protección del planeta y está fundamentado en las experiencias comunitarias y familiares de muchos latinoamericanos. Inclusive, experiencias colectivas como las de Costa Rica y Uruguay podrían asemejarse a situaciones de buen vivir; gentes viviendo cercanas a la felicidad sin ser violentas ni adineradas.
¿Se ha logrado el buen vivir alguna vez en Colombia? La mayoría de nuestros analistas se burlan de esta posibilidad recordando nuestras guerras civiles, la segregación y la pobreza, y habría que recordar las definiciones más profundas de buen vivir, como las de Leff, Boff y Gudynas, que he copiado en mi libro El ambiente en la discusión de la paz. Para el último “es un concepto cultural, en construcción, intercultural… todo esto hace que el buen vivir exprese una alternativa al desarrollo”.
En el primer punto de los Acuerdos con las Farc la reforma rural integral debe tener como objetivo el “bienestar” y el “buen vivir”. Al incluir ambos conceptos, uno europeo, otro indígena latinoamericano, el Gobierno y la guerrilla dieron un significativo paso adelante. En mi libro Colombia compleja hablo de la posibilidad de la felicidad en un país pobre e injusto y llego a la conclusión de que el buen vivir puede encontrarse en el camino de su búsqueda aun cuando no se haya logrado en la totalidad.
Alegría Fonseca y yo, en nuestro reciente recorrido por algunos municipios de la Boyacá compleja, encontramos situaciones semejantes. Pequeñas comunidades que dicen ser felices sin tener mayor contacto con la riqueza o la sociedad de consumo y muy alejadas ya de las controversias armadas. Sitios bellísimos en donde los homicidios han desaparecido, a pesar de que la productividad no ha aumentado y tampoco se logrado la revolución. Me pregunto si algunas características de nuestro pasado e inclusive algunas actuales nos indican que esta situación de ser al mismo tiempo felices, pobres y libres también ha existido y existe en otros lugares de Colombia.
* Miembro de Paz Querida y de Futurible.