Sueños, guerras y territorios

Julio Carrizosa Umaña
06 de junio de 2018 - 03:00 a. m.
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Los sueños imposibles, cuando se tratan de realizar en el territorio real conducen a las guerras. En esta última campaña se han presentado sueños muy atractivos, entre ellos el de castigar drásticamente a los jefes de las Farc, el que imagina que el Eln se va a concentrar voluntariamente en unos territorios para someterse al próximo gobierno y el de acabar con el narcotráfico en Colombia simplemente prohibiendo los cultivos ilícitos y encarcelando a los “jíbaros”. Valdría la pena que el candidato Duque, quien propone persistentemente estas tres ideas, no solo mirara al futuro que desea, sino que recordara todo lo que ha sucedido en el país durante su vida y reflexionara acerca de lo que pasó en los treinta años anteriores, cuando él no había nacido.

Durante setenta años los gobiernos de Ospina, Gómez, Rojas, Junta Militar, Lleras Camargo, Valencia, Lleras Restrepo, Misael Pastrana, López, Turbay, Betancur, Barco, Samper, Pastrana, Uribe y Santos trataron de meter en la cárcel a los jefes de las subversiones armadas; lograron hacerlo en muy pocos casos, pudieron matar a algunos, pero la constante fue la enorme dificultad que se tuvo para aplicar la ley en la lucha contra las insurrecciones. Desde fines del gobierno de López, ocho gobiernos han tratado de seguir fielmente las instrucciones de la guerra contra la droga que se inventó Nixon por razones personales, sin lograr mayores éxitos y sí generando un ambiente de corrupción que ha destrozado la nación.

Las características físicas y bióticas del territorio, sus estructuras, son algunas de las causas de esa enorme dificultad de hacer cumplir la ley en Colombia. Esa complejísima estructura geoecológica, la división de los Andes en tres cordilleras ígneas, metamórficas y sedimentarias, la influencia de dos océanos en el clima y la consiguiente división en cinco grandes regiones, la existencia de innumerables nichos en donde el agua lluvia y las cenizas volcánicas generaron nuestra megabiodiversidad, la selva que cubre la mitad del territorio, fue en parte la que impidió que aquí se conformara un imperio como el inca o el azteca, la que obligó a los españoles a combatir durante más de tres siglos a la tribus rebeldes y a los esclavos fugados y la que ha impedido que logremos un bienestar republicano.

Hoy lo más importante es evitar que esos sueños de la derecha, ante la imposibilidad territorial de su realización, se conviertan, nuevamente, en tres grandes guerras, esta vez casadas públicamente por un candidato a la Presidencia. Ojalá los votantes se den cuenta de ese enorme peligro.

 

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