Hay dos cuentos antiguos relacionados con el sonido de las monedas. El primero es la anécdota de un rico florentino de mediados del siglo XVI que pasó por una iglesia y vio a los sacerdotes colectando oro en el atrio. Preguntó el motivo de la colecta y le explicaron que era una venta de indulgencias para financiar la construcción de la Basílica de San Pedro en Roma, un palacio más caro que todas las pirámides y todas las murallas del mundo.
Los parroquianos piadosos tenían dos opciones: donar un florín de oro para que el alma de un réprobo saliera del purgatorio y gozara de la gloria del Cielo, o donar dos florines, una suma que...
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