Duque, 30 días

Julio César Londoño
15 de septiembre de 2018 - 06:00 a. m.
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Reconociendo que es muy temprano para examinar el arranque de la administración Duque, intentaré un balance del primer mes de gobierno.

Es bueno que el Centro Democrático tenga una bancada fuerte en el Congreso, pero es mucho mejor que no tenga mayorías absolutas. Esto lo obligará a concertar sus decisiones y evitará los efectos nefastos de las “aplanadoras” gubernamentales.

Los nombramientos del señor Panama Papers en Hacienda, del inquisidor Ordóñez en la OEA y de la señora de las carísimas pechugas de pollo en el Ministerio de Educación son un mal presagio de la actitud de este Gobierno frente al problema número uno, la corrupción. Es fatal que nuestro diplomático en la OEA sea un señor rudo y destituido, que la mineducación esté involucrada en el robo de los dineros de los desayunos escolares y que el minhacienda sume a los Papers el desastre de los acueductos de más de 100 municipios.

Como se preveía, la mano de Uribe se siente demasiado. Con Carrasquilla, Botero y Eastman (secretario general de la Presidencia) les echó mano a tres carteras clave, “el oro, las armas y el Palacio”. Es verdad que en el resto del gabinete predominan los perfiles técnicos… pero es lamentable que todos sean de corte neoliberal. Nota: recordemos que en economía y en política los “técnicos” no son neutrales, como la gente cree. La ausencia de funcionarios de corte socialdemócrata en los altos cargos del Gobierno de uno de los países más desiguales del mundo es otro signo preocupante de esta administración.

Es muy positivo que la fisura entre FF. AA. y CD, abierta desde las negociaciones de La Habana, se haya agudizado por sus diferencias en torno a la JEP, un tribunal que goza de la aprobación de los militares, y de varios alfiles del uribismo que tienen cuentas pendientes con la justicia, pero que irrita al senador Uribe. Hoy y siempre, es saludable cierta distancia entre el Gobierno y los militares. Aunque resulte paradójico, los militares pueden ser el fusible vital de una democracia. En Venezuela, por ejemplo, este fusible se fundió hace mucho tiempo, y la tétrica llave boliburguesía-Ejército está causando una de las mayores catástrofes sociales de la historia.

La caricatura es labor de periodistas y de la oposición, no de los funcionarios. Por eso no está bien que Carrasquilla le sirva caricaturas en bandeja a la oposición: “Mis decisiones las tomo a título personal y no comprometen la posición del Gobierno”. ¡Plop! ¿Minhacienda no forma parte del Gobierno? ¿Será una ONG, un brazo de ISIS, del Carrasquillismo Libre y Revolucionario?

O las caricaturas involuntarias de la minjusticia, a la que se le chispotea llamar “presidente” a Uribe y propone que el marihuanero porte un certificado marihuaneril de la mamá. Algo como: “Doy constancia de que el niño se traba pero no expende… etc.”.

O el caricaturista mayor, Uribe, ese que acude a la CSJ, luego la escupe, renuncia a su curul, retira la renuncia, recusa a los magistrados, retira la recusación, asegura que Duque gobierna “solito” y acto seguido convoca un consejo de ministros o un cónclave de senadores.

En cuanto a su carácter, el punto más débil de esta administración es una especie de esquizofrenia. El CD es Gobierno pero se sigue comportando en muchos temas, algunos tan sensibles como el posconflicto, con talante opositor.

Esperemos que el ala moderada del CD atempere la virulencia de sus líderes históricos, y que el influjo de la oposición y de algunos de los elementos enunciados aquí coadyuven a que la administración Duque corrija el rumbo en los próximos meses, gobierne para todos, no solo para el capital, y lleve a buen puerto los destinos de la nación.

 

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