Publicidad

El brasilero que descubrió al inventor del alfabeto

Julio César Londoño
22 de octubre de 2022 - 05:30 a. m.

Millôr Fernandes nació y murió en Río de Janeiro (1924-2012). Fue autor de historietas, artista gráfico, dramaturgo, traductor, escritor y periodista, y un referente central del humor brasilero. Renovó el lenguaje gráfico con la marcada influencia de artistas rumanos como Saul Steinberg y André François, cuyas líneas se distanciaban de manera radical del agónico figurativismo y creaban imágenes abstractas o deformadas. (Enciclopedia Latinoamericana, portal digital).

Como a todos los pensadores, a Millôr lo fascinó lo teológico: “La frivolidad de Jehová se manifestó dos veces: cuándo torturó a Job para ganarle una apuesta a Satanás, y antes, en el Génesis. ¿Por qué esa prisa liviana, ese afán de hacer el mundo en seis días si tenía toda la eternidad por delante?”.

En su momento, Daniel Samper Pizano hizo una nota necrológica: “La muerte de Millôr Fernandes enluta al Brasil y deja huérfanos a sus lectores. Fue humorista, filósofo, poeta, escritor, dibujante. (...) Hoy se lo consideraría un formidable tuitero. Es uno de los aforistas que mejor han definido a América Latina y fue un defensor irrevocable de la libertad y la dignidad humanas”.

Tenía un pulso moderno, decía las mejores cosas de la peor manera: “En momentos de mucho peligro es fundamental mantener la presencia de ánimo ya que no se consiguió la ausencia de cuerpo”.

“Moda es todo lo que pasa de moda”.

“Siendo muy joven descubrí que la vida era dura y que debía agarrar el toro por los cuernos. Ganó el toro”.

“No somos la imagen de Dios. Somos apenas su autocrítica”.

“Dios existe pero no trabaja tiempo completo”.

“El pie de atleta tiene arreglo. El cerebro de atleta es incurable”.

“Si la belleza es superficial la fealdad debe ser profunda”.

“Si yo fuera el papa, vendía todo y me iba”.

“La vida sería mucho mejor si no fuese diaria”.

“El mundo mejorará cuando los buenos tengan la suficiente maldad para imponer a sangre y fuego su bondad”.

“La intuición es una entidad que no fue a la escuela”.

“En caso de duda haga lo contrario”.

“Marxismo actualizado: ya que no podemos hacer nada por los miserables, al menos disminuyamos el ruido de los millonarios”.

“No debemos odiar con fines lucrativos: el odio pierde su pureza”.

“Los economistas de la oposición dicen que no hay luz al final del túnel. El pueblo sabe que no hay túnel”.

“Con una fe realmente profunda, se adquiere el derecho a la irresponsabilidad total”.

“Nunca digas una mentira que no puedas probar”.

“En el Foro de Davos las potencias concluyeron que los países pobres todavía no están preparados para comer”.

“Los neolíticos vivían de la caza, pero la caza también vivía de los neolíticos”.

“Si Dios fuera de verdad poderoso, habría hecho el Polo mitad hielo, mitad whisky”.

La teoría de la información le debe un termómetro infalible: “Cuando toda la prensa de un país exalta la libertad de información, es una dictadura. Si critica el clima insoportable de restricciones a la libertad, es una democracia”.

Y la lingüística le debe un hallazgo insólito: “El inventor del alfabeto era analfabeto”.

Los comentaristas coinciden en que su obra es una mezcla bien batida de humor y gravedad. Es una afirmación cierta pero obvia (tal vez la culpa no sea de los comentaristas: alguien ya dijo que todas las proposiciones que la ciencia y la filosofía puedan formular son tautologías o contradicciones). Lo cierto es que el mejor humor es absolutamente grave. Raspe usted el ligero barniz de la sonrisa y encontrará siempre un rictus sabio y amargo. Observe con cuidado ese rictus y descubrirá una sonrisa contenida. En la amplitud de esta oscilación reside la fuerza del cinismo.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar