El nobel de Economía recayó en tres investigadores que demostraron “la importancia de las instituciones para la prosperidad de un país”. Gracias, se les abona el gesto porque otros analistas aconsejan pasarse las instituciones por el orto para lograr los magníficos niveles de desarrollo de China o de Singapur.
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El nobel de Economía recayó en tres investigadores que demostraron “la importancia de las instituciones para la prosperidad de un país”. Gracias, se les abona el gesto porque otros analistas aconsejan pasarse las instituciones por el orto para lograr los magníficos niveles de desarrollo de China o de Singapur.
Bien decía Shakespeare, la lógica es una perra que se acuesta con todos.
El Tiempo entrevistó el 20 de octubre a uno de los tres galardonados. James Robinson dijo que Petro era incapaz de desarrollar el cambio, afirmación que los medios difundieron con entusiasmo. Para evitar que los países fracasen, Robinson da dos fórmulas. La primera es genial: “La gente debe enfocarse en cambiar las instituciones para que funcionen mejor”. Hombre, Robinson, haberlo dicho antes, ya mismo hablamos con “la gente” y la enfocamos. Breve.
La segunda fórmula tiene dos partes: “Hay que poner a un lado las diferencias y encontrar cómo transformamos a Colombia”. La primera parte es angelical, la segunda retórica.
Después de elogiar las instituciones, Robinson critica la obsesión de Petro por las reformas, ¡que son al fin de cuentas piedra angular de los cambios y de los protocolos institucionales! Y después de señalar que los caudillos torpedean las instituciones, afirma que “la única persona que tenía un plan real para cambiar las cosas era Uribe”, es decir, un caudillo alérgico a las instituciones.
Mario Mendoza sostiene que Petro es paranoico y que tiene pésimos modales. Parece ignorar que los temores de Petro por su vida son compartidos por el embajador estadounidense en Colombia, y que el “golpe blando” es en realidad la ofensiva, durísima y sin precedentes, del establecimiento contra un gobierno. Mendoza calla que Cecilia López, Alejandro Gaviria y José Antonio Ocampo le metieron a Petro una puñalada trapera en diciembre de 2022, pero afirma que el presidente mostró “pésimos modales” al botarlos del gabinete.
Debe considerar que la traición es un detalle de fina coquetería.
William Ospina dice que a Petro “no le sirve ninguna herramienta” para demostrar que Petro es un mal obrero. En realidad, quiere enrostrarnos que el país se extravió para siempre porque no votamos por Óscar Iván Zuluaga en 2014 ni en 2022 por un varón magnánimo, el filántropo Rodolfo Hernández. Tiene razón Fernando Vallejo: es tarde para Ospina.
También se han pronunciado contra Petro Juan Carlos Botero y Piedad Bonnett. Varias de sus críticas son válidas, lo reconozco, pero debían anotar en aras del equilibrio que este Gobierno ha enfrentado la oposición más formidable de su historia. ¿Por qué no cuentan que Petro fue el muchacho que organizaba mingas para la construcción de urbanizaciones populares, el joven que padeció torturas en las mazmorras de la Policía, el senador que destapó la olla del “carrusel de la contratación” en su propio partido, el senador que ayudó a extirpar el desovadero de serpientes de los parapolíticos en pleno Capitolio, el guerrillero que se tomó sin disparar un solo tiro la Alcaldía de Bogotá y la Presidencia de la República después de dos siglos años de hegemonía liberal-conservadora, el presidente que puso en el centro de sus programas de gobierno el agua y el medioambiente, el que abrió el debate sobre las reformas más necesarias y de mayor calado de nuestra vida republicana?
* Ya que son tan severos contra David, estos escritores deberían al menos tirarle una piedrita a Goliat, digo.
** Ah, Petro también es el comandante de las Fuerzas Armadas de cero falsos positivos y cero manifestantes con lesiones oculares.
*** Ospina, le tengo el epitafio para el ingeniero: Aquí el cuerpo del beato Rodolfo reposa, jamás hizo otra cosa.